Plaza Pública

¿Un nuevo ciclo de los derechos sociales?

José Luis López Bulla | Javier Tébar Hurtado

Se han cumplido recientemente 40 años de la aprobación del Estatuto de los Trabajadores. Este no es un artículo conmemorativo, no está la situación por la que atravesamos para banalidades ni autohomenajes. Lo que sí vale la pena recordar es que, a lo largo de estas décadas, se han producido 52 reformas laborales. Conviene recordar que a partir de 1980 se configuró un marco de relaciones laborales que ponía fin a aquel heredado del franquismo, si bien mutatis mutandis se daría paso a un modelo neoliberal en las relaciones laborales. Las sucesivas contrarreformas del mercado de trabajo nos han conducido a una situación del mundo del trabajo que necesita una profunda transformación en términos políticos, sindicales, jurídicos, tecnológicos y culturales. Esta es la cuestión de fondo en el debate en curso en torno a la construcción de un nuevo Estatuto de los Trabajadores.

¿Son reales las posibilidades de que hoy se abra un nuevo ciclo de derechos sociales? Los derechos sociales entendidos como bienes democráticos, y el Derecho concebido como elemento indispensable de la eficiencia del ecocentro de trabajo y del conjunto de la economía. Se da hoy una novedad propia de la coyuntura: el debate sobre un nuevo ET, a diferencia de aquel aprobado en 1980, se plantea con un gobierno de izquierdas. Esta condición, siendo necesaria, no es suficiente, por cuanto deben añadirse otras cuestiones que no son de menor importancia.

En primer lugar, plantearse un nuevo ET comporta necesariamente derogar aspectos centrales de la última reforma laboral llevada a cabo por el gobierno del PP. En segundo lugar, parece imprescindible que un gobierno de coalición de las izquierdas evidencie, como de momento parece venir haciendo, que los sindicatos existen; es más, y sin menoscabo de las otras partes que conforman los agentes implicados en el diálogo social en sus primeros pasos, es necesario el reconocimiento de que los sindicatos son una pieza importante para consensuar un proyecto de largo aliento como es un nuevo marco de relaciones laborales en consonancia con las actuales realidades del mundo del trabajo. Un pacto nuevo que haga frente a las formas de contratación eventual y temporal como rutina, que refuerce los espacios de negociación colectiva e incorpore a ellos a las nuevas figuras laborales surgidas al calor del impacto tecnológico en el trabajo. En definitiva, que dote de los mecanismos necesarios para hacer efectiva la tutela de los derechos sociales y con potencialidad para proyectarse durante las próximas décadas. La tercera cuestión planteada tiene que ver con la capacidad de conectar la defensa de la democracia y la lucha por la democratización de las relaciones laborales o, dicho de otra forma, con repensar la economía desde la democracia y no hacerlo al revés, amoldando la democracia a un pensamiento mágico de la economía neoliberal que la debilita y termina desarmándola. La cuarta y última cuestión se situaría en el campo sindical y se corresponde con la continuidad y mayor fortalecimiento de la unidad sindical. Si el sindicalismo confederal dudara sobre esta responsabilidad suya, la hipótesis de un nuevo ciclo se debilitaría de forma irremediable.

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Sin duda, la pandemia global ha cambiado y de qué manera el contexto y la prioridades. Sin embargo, en los tiempos que atravesamos parece necesario no dejar de lado por completo estas cuestiones porque más tarde o más temprano se nos plantearán y también habrá que hacerles frente en medio de una crisis de dimensión social y económica inédita hasta ahora.

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José Luis López Bulla, sindicalista, y Javier Tébar Hurtado, historiador

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