Plaza Pública

Madrileños, españoles, ciudadanos, compatriotas...

Christine Lewis Carroll

Llegué a Madrid en 1973. Tenía a alguien que me quería, un hogar y la posibilidad de ganarme la vida.

¿Qué diferencia hay con las personas que llegan a Arguineguín? Pues que soy blanca, del norte de los Pirineos y llegué en avión y no en patera.

Tengo, por tanto, el deber de ver y sentir algunas cosas de otra manera.

Desde hace unos años, y sin escapatoria, se ha puesto de moda hablar de "españoles", "madrileños" (o, según toque, "barceloneses", "valencianos"), "ciudadanos", "compatriotas"…

Aunque inmigrante con nacionalidad española, nunca seré madrileña por mucho DNI que tenga. ¿Por qué se empeñan periodistas y políticos –de toda sensibilidad– en hablar de la salud, los derechos, las necesidades de los "madrileños" y los "españoles"? El INE afirma que, en 2019, había 881.819 migrantes en Madrid. Sospecho que esta cifra recoge sólo a las personas documentadas o, como mucho, a las que hayan acudido a algún servicio público, con lo que podrían ser más. Los migrantes, con o sin papeles, pagan impuestos, hacen comunidad y a menudo realizan labores que no quieren hacer los "madrileños". ¿No se merecen que nuestro lenguaje les incluya y que no hablemos sólo de "madrileños"?

El presidente del Gobierno dijo el otro día que habría vacunas suficientes contra el coronavirus para toda la población española. ¿Significa esto que sólo se va a vacunar a las personas con nacionalidad española? No lo creo. No obstante, subyace en el uso de "madrileños" y "españoles" una falta de vocabulario inclusivo, en algunos casos por negligencia y otros a propósito. A la derecha de este país no le importan los derechos de las personas no nacidas aquí a no ser que puedan comprarlos.

Por otra parte, hay que tener mucho cuidado con excluir a más de cinco millones de extranjeros que viven en España (según el INE) del proyecto social y humano que como pueblo queremos para España.

Tanto los periodistas como nuestros representantes políticos deberían tener en cuenta que el desprecio al otro puede reflejarse tanto en nuestras palabras como en nuestros actos. Estoy segura que la gran mayoría no lo hace de forma consciente, pero nuestro inconsciente nos traiciona.

También se habla de "ciudadanos" como si todo el mundo tuviera acceso a la ciudadanía de forma automática. Cuando se habla de la ciudadanía española, ¿cómo se sentirán las personas migrantes que sólo intentan vivir, con o sin solicitud de ciudadanía, o las personas extranjeras que escogen vivir en España sin nacionalizarse? ¿Pensarán que tienen menos derechos a pesar de cumplir con sus deberes como residentes?

Pero lo que más me indigna es cuando se habla de "compatriotas". La patria es el lugar donde puedes dar de comer a tu gente y te sientes a gusto con cómo te tratan. España es plural y plurinacional, pero si no somos capaces de entender y valorar las nacionalidades históricas del país en el que vivimos, ¿cómo vamos a empatizar con las gentes que llegan de otros lugares? Me entristece enormemente lo ocurrido con Cataluña, igual que si ocurriese con Euskadi o Galicia. La diversidad es riqueza en todos los sentidos. Cuando se empezó a colocar la bandera de España en los balcones durante el procés, lo entendí como una manifestación anticatalana más que un apoyo a España. Y cuando ciertos sectores pidieron que expusiéramos otra vez la bandera en nuestros balcones durante el confinamiento para mostrar nuestra unidad frente a la pandemia, en nuestra casa sacamos nuestra bandera, la de la sanidad pública universal, la única que nos puede curar a todas.

No es tan difícil buscar alternativas inclusivas para "madrileños" y "españoles"; sólo hace falta un poco de imaginación y no caer en la rutina léxica. Aquí dejo algunas: pueblo, habitantes, residentes, población de España, etc.

Podemos y debemos caber todas, sin importar origen ni condición.

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Christine Lewis Carroll es socia de infoLibreChristine Lewis Carroll 

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