Feminismo

Repensar el lenguaje para combatir el patriarcado

Un cartel contra la violencia de género cuelga frente a un escaparate en Málaga.

Las formas que adquiere el patriarcado son diversas y, ocasionalmente, pasan desapercibidas a un primer vistazo. En desenmascarar las herramientas útiles del machismo se encargan activistas feministas que desde hace años han advertido en el lenguaje uno de los principales aliados del sexismo y, a su vez, uno de los mecanismos más potentes para desafiarlo.

El lenguaje "sirve para iluminar la realidad pero también para ocultarla", recalca Teresa Meana, licenciada en Filología Románica y profesora de Lengua y Literatura Castellana, en conversación con infoLibre. El análisis de la experta evidencia que "el sistema en el que vivimos es patriarcal, y por tanto el sexismo y el androcentrismo consiguen dos terribles fenómenos sobre las mujeres: el trato de menosprecio y la invisibilidad". Ambas cuestiones quedan fielmente reflejadas a través del lenguaje.

La forma que tenemos de hacer uso de la lengua, sostiene Meana, ha situado tradicionalmente a las mujeres en un segundo plano, "como subordinadas, dependientes y propiedad de los hombres". Se trata de un menosprecio del que el movimiento feminista "se hizo muy consciente en los años ochenta, y que está prácticamente superado". Se manifiesta en los llamados duales aparentes –como zorro y zorra, que tienen significados bien dispares–, en los vacíos léxicos –víbora o arpía–, y en todo el ámbito lingüístico que abarca refranes, adjetivos o frases hechas.

La otra cuestión clave, la invisibilización de las mujeres a través del lenguaje, sigue siendo a juicio de la activista una asignatura pendiente. El plural masculino genérico, subraya, "es masculino pero no genérico". Excluir a más de la mitad de la población implica que "a lo largo del discurso las mujeres no aparecen jamás", explica Meana.

Hacia un lenguaje inclusivo

Pilar López Díez, especialista en Comunicación y Género, recuerda que el lenguaje siempre ha marginado a las mujeres de todas las actividades en las que no participaban porque "no existían como sujetos". Sin embargo, y "gracias a la lucha feminista", el lenguaje está cambiando porque la realidad es dinámica y también ha sufrido alteraciones. De hecho, continúa la experta, "la utilización del lenguaje inclusivo es imparable y lo podemos comprobar cada día más".

Si bien actualmente "no hay consenso entre quienes estudian la lingüística para llegar a una conclusión única sobre su influencia", lo cierto es que "hay quienes defienden que el lenguaje afecta a la forma en que percibimos la realidad", de modo que "cada vez más mujeres necesitan deshacerse del genérico masculino para hacerse entender cuando hablan". La experta se muestra optimista ante lo que considera un cambio ya irrefrenable del panorama. "Somos la sociedad, mayoritariamente, quienes vamos a arrinconar el lenguaje machista, el que excluye a las mujeres", y en dicho proceso "será cada persona concienciada la que va a hacer con su palabra que el lenguaje no sexista se imponga, no sólo en sus relaciones personales y en su vida diaria, sino también ejerciendo su profesión".

En esta labor se encuentra ya inmersa una parte significativa de la sociedad. Comisiones Obreras elaboró en 2010 una guía para un uso de lenguaje no sexista en las relaciones laborales y en el ámbito sindical, donde recalca que "la comunidad hablante tiene que saber que puede elegir la opción, y la que se imponga por su eficacia comunicativa será la que se fije socialmente y la que terminará por incorporar la Real Academia Española con su proverbial retraso". Por ello, continúa, "es obligación de las administraciones, instituciones y organizaciones más relevantes dar ejemplo y proporcionar alternativas plausibles, que, no contraviniendo normas de funcionamiento del idioma, permitan asegurar la eficacia comunicativa y adaptar la realidad lingüística a la realidad social".

Un ejemplo de compromiso institucional es la guía editada en junio por la Conselleria de Sanidad de la Generalitat Valenciana en el ámbito sanitario, con el fin de que el lenguaje no genere "desigualdades en el trato y en las oportunidades entre mujeres y hombres". En el texto, la Conselleria de Sanidad explica que el lenguaje es "un fenómeno social, dinámico, flexible y transformador" en el que se pueden reflejar las desigualdades en el trato y las oportunidades entre mujeres y hombres. El uso no sexista del lenguaje, por tanto, contribuye a "comportamientos y conductas personales y colectivas respetuosas con la igualdad de género y la diversidad en el entorno".

La educación como pilar

El lenguaje sexista es empleado diariamente en las situaciones más cotidianas, pero cobra una relevancia crucial en determinados ámbitos como la educación o los medios de comunicación. La enseñanza es "tramposa, mentirosa, falsa e inculca que todo lo que se hizo en la humanidad fue hecho por varones", lamenta Meana, quien concluye que "a quien no se le reconocen logros culturales tampoco alcanza reconocimiento social".

Lo cierto es que el currículo educativo de la asignatura de Lengua Castellana y Literatura de los dos cursos de Bachillerato obvia de manera flagrante a las mujeres escritoras, poetas o dramaturgas. La materia hace referencia únicamente a dos autoras: Rosalía de Castro y Emilia Pardo Bazán. Por contra, los autores hombres citados son 35. Además, según un estudio dirigido por la investigadora Ana López-Navajas y cofinanciado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y el Instituto de la Mujer en 2014, únicamente el 7,6% de los referentes culturales y científicos que aparecen en los libros de texto de la ESO son mujeres.

Que las mujeres empiecen a tener visibilidad en los libros de texto que se estudian en las escuelas va directamente ligado a que el lenguaje impartido en las aulas las tenga también en cuenta. Para ello, señala Meana, hace falta voluntad, interés político y recursos. "El sentirse nombrada es muy importante", asegura la profesora y activista, y "el día que empiezas a nombrarlas el proceso es irreversible".

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Cuestionar las normas de la gramática

La reivindicación feminista por un cambio real en el lenguaje no ha estado exento de críticas por parte de reconocidos académicos. Miembros de la Real Academia Española se han pronunciado en diversas ocasiones contra las propuestas no sexistas para un lenguaje  inclusivo. Pilar López Díez recuerda lo necesario de no obviar que "los hombres son absolutamente insensibles a las consecuencias nefastas que tiene el ejercicio del poder masculino sobre las mujeres". Esta lógica hace que determinados hombres se pregunten "por qué habría que intentar un lenguaje inclusivo si no hay problema alguno". Cuestión, considera López Díez, de respuesta sencilla para ellos: "No es necesario". Por lo tanto, "ridiculizan los intentos de visibilizar a las mujeres en el lenguaje y, de paso, se ganan el favor de sus compañeros de viaje y de las mujeres alienadas".

Tras recordar que la academia "no aceptó a Emilia Pardo Bazán ni a María Moliner, y además no respeta la Ley de Igualdad –ocho mujeres frente a 36 hombres ocupan sus asientos–", Teresa Meana denuncia que "las normas de la gramática no pueden ser intocables". Es fundamental cuestionar, añade, en qué época se forjaron tales normas, a qué respondían, y en qué visión social se basaron.

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