El futuro de la monarquía

Un 'exilio' a cargo de su patrimonio secreto: el emérito no tiene sueldo oficial y las normas de la Casa Real le prohíben aceptar trato de favor

Juan Carlos I junto al entonces rey de Arabia Saudí Abdalá bin Abdelaziz, en 2012.

Una semana después de que Juan Carlos de Borbón tuviera que abandonar España para que sus oscuros negocios y fortuna no siguiesen erosionando la imagen de la Corona, continúa reinando la opacidad más absoluta alrededor de la operación. Hasta la fecha, no se ha aportado un solo dato sobre cómo se pagará o cuánto costará su estancia fuera de nuestras fronteras. Lo único que está claro es que la seguridad corre a cargo del erario público como exjefe del Estado. El resto, en teoría, deberá afrontarlo con su patrimonio secreto, que algunos medios como The New York Times han llegado a cifrar en los 2.000 millones de euros, después de que se le retirara en marzo la asignación pública. Y atado a un código de conducta que le impide recibir “favores o servicios” en “condiciones ventajosas”, además deobsequios que superen “los usos habituales, sociales o de cortesía” o “regalos de dinero”. Un texto que, de haber estado vigente hace más de una década, habría incumplido con la donación de 65 millones de euros recibida desde Arabia Saudí.

La normativa, compuesta por ocho artículos e impulsada por Felipe VI en 2015 con el objetivo de dar cumplimiento a su promesa de una Corona con una conducta “íntegra, honesta y transparente” tras el caso Noós y Botsuana, afecta a todos los que forman parte de la familia real. Un selecto club al que todavía pertenece Juan Carlos de Borbón, quien mantiene el título de rey honorífico con carácter vitalicio sin que el Gobierno parezca dispuesto, por el momento, a dar ningún paso para una retirada que pasaría por la derogación o modificación del Real Decreto 470/2014. El texto establece en su primer precepto que “los miembros” no podrán aceptar “favores o servicios en condiciones ventajosas que puedan condicionar el desarrollo de sus funciones”. Cuando se presentó, se hizo alusión a cuestiones tales como volar gratis en compañías comerciales. La normativa, sin embargo, no deja claro en ningún momento si sería aceptable que amigos del exjefe del Estado como pudieran ser la familia Fanjul o los jeques árabes se hicieran cargo de su estancia en el exterior.

Este diario se puso en contacto este lunes con la Casa del Rey para preguntarle si con este precepto sobre la mesa el emérito podría alojarse en un resort de forma gratuita siendo sus amistades las que costeen los gastos y si cambiaría algo el hecho de que dichos hoteles fueran propiedad de sus círculos íntimos. Sin embargo, la institución rechazó aclarar esta cuestión alegando que no se tiene “ninguna constancia” de las circunstancias señaladas –es decir, de que pueda estar en el Emirates Palace de Abu Dahbi o en la lujosa Casa de Campo de La Romana, al este de Santo Domingo–. De lo que sí se tiene constancia por ahora es de que Juan Carlos de Borbón, esté donde esté, va acompañado de cuatro escoltas asignados a la Guardia Real que forman parte de la Guardia Civil y que, por tanto, dependen funcionalmente del Ministerio del Interior. “En cuestiones de seguridad del anterior jefe del Estado espero que entendáis que es necesario y oportuno que no dé ningún dato al respecto”, señaló este lunes el titular de la cartera, Fernando Grande-Marlaska.

El emérito no está fuera de España de viaje oficial. Al fin y al cabo, hace ya un año desde que abandonó por completo su actividad pública. Además, lleva cinco meses sin recibir un solo céntimo del Estado. Hasta el pasado mes de marzo, Juan Carlos de Borbón estuvo percibiendo anualmente un salario cercano a los 200.000 euros brutos, asignación que le fue retirada en cuanto se conoció la vinculación del emérito con las dos fundaciones panameñas que han terminado precipitando su caída: Lucum y Zagatka. En el momento en el que se le quitó, el monarca ya había recibido unos 40.000 euros. Sin sueldo público, al emérito sólo le queda, a priori, tirar de su propio patrimonio para pagar su retiro. Una riqueza que nunca ha sido pública pero que medios como The New York Times han llegado a cifrar en casi 2.000 millones de euros. “Sigue siendo un secreto cómo ha amasado su considerable riqueza”, señalaba en 2012 el rotativo estadounidense. Por aquel entonces, se desconocían todos los tejemanejes que ahora está analizando la Fiscalía.

Nada de “regalos de dinero”regalos de dinero

La norma que lleva en vigor más de un lustro no sólo se centra en favores o servicios. También pone el foco sobre la recepción de regalos. Los miembros de la familia real no pueden aceptar regalos que “por su alto valor económico, finalidad o interés comercial o publicitario, o por la propia naturaleza del obsequio, puedan comprometer la dignidad de las funciones institucionales que tengan o les sean atribuidas”. “Los miembros de la familia real no aceptarán para sí regalos que superen los usos habituales, sociales o de cortesía”, completa el texto, que es vinculante tanto para los obsequios recibidos de carácter institucional como personal. El texto, de nuevo, no fija dónde están los límites. “Sentido común”, se limitaron a señalar en Zarzuela cuando se impulsó la normativa. Con este reglamento, obsequios como la casa-palacio de La Mareta aportada por el rey Hussein de Jordania, el yate Fortuna pagado entre varios empresarios o los dos ferraris regalados al emérito por el primer ministro emiratí durante un viaje privado, en teoría, no podrían ser aceptados.

El texto incluye también un apartado a las herencias en el que se establece que “los bienes dejados en testamento o disposiciones de última voluntad” por personas que “no tengan una relación familiar” con los miembros de la institución sólo podrán ser aceptados “cuando así se considere procedente”, siendo incorporados al Patrimonio Nacional o entregados a instituciones públicas o entidades sin ánimo de lucro. Este aspecto, aunque pueda parecer curioso, se incorporó a la norma porque ya había precedentes. Hace una década, el inversor y empresario menorquín Juan Ignacio Balada dejó su fortuna a los entonces príncipes de Asturias, Felipe y Letizia, y a ocho de los nietos de los reyes. Nunca antes la familia real había mantenido contacto con él. Pero eso no impidió a Balada dejarles alrededor de diez millones de euros. Esa fortuna incluía numerosas fincas rústicas y urbanas, inversiones en Bolsa y valores inmobiliarios. Según tasó entonces la Hacienda Pública balear, las propiedades se valoraron en algo más de 1,5 millones de euros.

La Casa del Rey, además, incluyó hace un lustro en el código ético la prohibición de aceptar préstamos sin interés o con un interés inferior al normal del mercado o “regalos de dinero”, que deberán ser devueltos o donados a una entidad sin ánimo de lucro que persiga fines de interés general. Una decisión que, vista con perspectiva y al calor lo publicado, parece una premonición de lo que estaba por venir. En el momento en el que entró en vigor la normativa, el emérito ya se había deshecho a través de su examante Corinna Larsen de los 65 millones de euros que la monarquía saudí le había ingresado generosamente en la cuenta que la Fundación Lucum, de la que era beneficiario, tenía abierta en Suiza. Un obsequio que, con el paso de los años, ha terminado convirtiéndose en un regalo envenenado para un monarca que, una semana después de su salida de España, todavía continúa en paradero desconocido.

Silencio absoluto una semana después

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De momento, ni la Casa del Rey ni el Gobierno han informado de forma oficial sobre cuál ha sido el destino ni si será temporal o definitivo. Desde que se anunció que Juan Carlos saía de Zarzuela y ponía tierra de por medio, una operación que contó con el visto bueno tanto de su hijo como del propio Ejecutivo –corresponde constitucionalmente a esta autoridad refrendar los actos del rey–, los rumores han llegado a situarle hasta en cuatro continentes diferentes. Se ha deslizado su deseo de retirarse a Nueva Zelanda. Se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de que se hubiera refugiado en Portugal. Y se ha mencionado República Dominicana y Emiratos Árabes Unidos como nuevos hogares. En estos dos últimos casos, se han dado incluso detalles sobre el alojamiento elegido. En el primer país, se ha puesto el foco sobre Casa de Campo, un lujoso complejo residencial donde pasar una noche en uno de sus apartamentos más baratos puede rondar los 700 euros. En el segundo, las informaciones apuntan al hotel Emirates Palace, un resort dorado con playa privada de más de un kilómetro donde la suite más cara –más de 600 metros cuadrados– puede llegar a costar alrededor de 12.000 euros la noche.

Desde que se anunció que el emérito abandonaba el Palacio de la Zarzuela y ponía tierra de por medio, una operación que contó con el visto bueno tanto de su hijo como del propio Ejecutivo –corresponde constitucionalmente a esta autoridad refrendar los actos del rey–, los rumores han llegado a situarle hasta en cuatro continentes diferentes. Se ha deslizado su deseo de retirarse a Nueva Zelanda. Se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de que se hubiera refugiado en Portugal. Y se ha mencionado República Dominicana y Emiratos Árabes Unidos como posibles destinos de Juan Carlos de Borbón. En estos dos últimos casos, se han dado incluso detalles sobre el alojamiento elegido. En el primer país, se ha puesto el foco sobre Casa de Campo, un lujoso complejo residencial donde pasar una noche en uno de sus apartamentos más baratos puede rondar los 700 euros. En el segundo, las informaciones apuntan al hotel Emirates Palace, un resort dorado con playa privada de más de un kilómetro donde la suite más cara –más de 600 metros cuadrados– puede llegar a costar alrededor de 12.000 euros la noche.

Ninguno de estos destinos ha sido confirmado o desmentido. Desde el Gobierno y la Casa del Rey, silencio absoluto. Ninguna de las dos instituciones se ha pronunciado tampoco sobre gastos, quién se va a hacer cargo de ellos o cuáles van a ser las vías de financiación del emérito, cuestiones sobre las que ERC ya ha registrado en el Congreso de los Diputados una batería de preguntas. Todo el mundo es consciente de que el exjefe del Estado cuenta con amigos importantes a lo largo y ancho del planeta. Y que estos magnates estarían dispuestos, si hiciera falta, a correr con sus gastos. En el caso de EAU, son buenas sus relaciones con el primer ministro, el jeque Mohamed bin Rashid Maktoum, o con el príncipe heredero, Mohamed bin Zayed al Nahyan. En Santo Domingo, con los Fanjul, dueños de uno de los imperios azucareros más importantes del continente y propietarios de Casa de Campo. De hecho, Juan Carlos de Borbón ya fue su huésped en junio de 2014, tras su abdicación. Por entonces, el código ético de la familia real todavía estaba en el horno. Ahora, está sujeto a él.

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