Crisis del coronavirus

Un 40% en el paro, un 83% en casa de sus padres y un 32% muy triste: la frustración de una generación con dos crisis a cuestas

Cuando despertaron, la crisis todavía estaba allí. Podría parafrasearse el famoso cuento de Augusto Monterroso para resumir, en apenas siete palabras, la situación de los jóvenes españoles, muchos de los cuales ya acumulan dos crisis económicas —y sociales— a sus espaldas: la de 2008 y la que ya se empieza a notar a consecuencia del covid-19. Ha sido precisamente ella, la pandemia, la que quizás ha roto todas las expectativas de futuro de una generación que se ha visto abocada a convivir con la precariedad laboral —cuando consiguen un empleo—, con sus padres —por la imposibilidad de emanciparse a la edad que querrían— y con la postergación casi infinita de cumplir su deseo de tener hijos. Unas condiciones que, en el terreno psicológico, también lastran. Según el Estudio social sobre la pandemia de la covid-19 publicado esta semana por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), las personas de entre 18 y 29 años son, con diferencia, los que más califican su estado anímico de "malo o muy malo". Lo hace un 32,5%. A partir de 30 años, no afirma sentirse así más de un 27%. Las diferencias son notables.

Televisiones, radios, periódicos. En los últimos días, todos los medios de comunicación han prestado atención a las protestas protagonizadas por los más jóvenes que han tenido lugar en Barcelona, Madrid y otras ciudades españolas tras la detención del rapero Pablo Hasél. Los disturbios producidos durante esas manifestaciones ocuparon telediarios, minutos de radio y páginas de periódicos, pero muchas voces en seguida vincularon ese estallido social con la crisis económica que ya empieza a golpear, de manera diferenciada, a su generación. El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aseguró este miércoles desde la tribuna del Congreso de los Diputados que "tenemos que reconocer que hay toda una generación que ha tenido que asumir en su normalidad la incertidumbre". Es, dijo, "una generación que sólo conoce la supervivencia en una crisis continua". "Esto tiene que cambiar", añadió. 

Porque los datos son preocupantes. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el cuarto trimestre de 2020 la tasa de paro de los menores de 25 años se situó en un 40,13%, diez puntos más que un año antes, cuando la tasa se situó en un 30,51%. Para los menores de 29 años, la tasa de paro se situaba en el 28,8%

Pero hay más. La pandemia ha provocado que, por primera vez desde 2013, aumente el número de jóvenes que ni estudia ni trabaja. Lo publicó el pasado martes el Ministerio de Educación y Formación Profesional a partir de los datos recogidos en la Encuesta de Población Activa (EPA). Según reveló, el 17,3% de los jóvenes de entre 15 y 29 años pertenece a lo que coloquialmente se ha denominado ninisninis. Un año antes eran un 14,9%; en 2018, un 15,3%.

Sin embargo, una de las mayores frustraciones a las que se ve sometida la generación más joven es que, cuando encuentra un empleo, este tampoco les asegura un futuro mucho más estable. El Consejo de la Juventud publicó en verano la segunda edición de su informe de urgenciaJuventud en riesgo: análisis de las consecuencias socioeconómicas de la covid-19 sobre la población joven en España. Según sus datos, tras los meses de confinamiento sólo estaban ocupadas el 33,5% de las personas de entre 16 y 29 años. De los que tenían trabajo, el 29,6%, en situación de ERTE (expediente de regulación temporal de empleo), afrontaba un "riesgo importante" de perder su empleo. Porque "las probabilidades de estar trabajando en sectores" que cerraron por la pandemia —como el de la hostelería— "son mucho más elevadas entre las personas jóvenes que entre las personas de entre 30 y 64 años". 

Jorge lo sabe bien. Tiene 23 años, pero lleva desde los 18 trabajando en el mismo bar de la localidad madrileña de Los Molinos. Las cuarentenas y los confinamientos intermitentes que ha sufrido el pueblo desde la irrupción de la pandemia han precarizado todavía más la mala situación que, dice, ya sufría. "Cuando han cerrado la hostelería nos hemos quedado sin trabajar, o trabajando unas pocas horas que permitían ganar unos 20 euros semanales", cuenta a infoLibre. Todo sin ayudas porque, denuncia, trabaja sin contrato. "Es todo muy precario, no tengo ni seguridad ni estabilidad", lamenta. 

Por eso es claro. "¿Independizarme? Puf...", expresa. Estudia Trabajo Social, así que no cree que ocurra antes de acabar la carrera y encontrar un "trabajo estable". Pero tampoco cree que pueda hacerlo solo. "Será con mi pareja o con algún grupo de amigos. Independizarme solo lo veo prácticamente imposible", asegura. 

No es el único. Según el último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España, relativo al primer semestre del año 2020, sólo un 17,3% de los jóvenes entre 16 y 29 años vive fuera de casa de sus padres. Porque los sueldos no se ajustan a los precios del alquiler. Según datos del Consejo de la Juventud de España, el salario de una persona comprendida entre esas edades se situaba en el primer semestre del año pasado en los 13.308 euros netos anuales, lo que equivale a unos 1.109 euros mensuales. Por su parte —y a falta de datos oficiales, según el portal pisos.com— la renta media del alquiler cerró 2020 en 980 euros mensuales. Es el 88% de ese salario, un porcentaje muy lejano al 30% que los expertos en finanzas y el propio Banco de España señalan como ideal para destinar al pago de la vivienda, en alquiler o compra, sin dificultades. 

Virginia, una joven madrileña de 29 años, se encuentra en esa situación. "No puedo independizarme con el trabajo que tengo", lamenta. Es, cuenta a infoLibre, teleoperadora en una subcontrata de telecomunicaciones, aunque estudió Periodismo. "Trabajo cinco horas al día y cobro 700 euros. La máxima expectativa sería trabajar ocho horas y tener un sueldo que roza los 1.000 euros, pero con eso tampoco me llegaría", explica. "Y por más que pido una jornada completa, no me la aceptan", critica. 

Con esa perspectiva, parece consecuente que la natalidad esté en caída libre. Según los últimos datos del INE, publicados a finales de enero, en el primer semestre de 2020 se registraron 168.047 nacimientos, un 4,2% menos que en el mismo periodo del año anterior. Se apuntaló, de este modo, la tendencia a la baja que impera en este indicador desde el año 2014. Además, en 2019 —últimos datos disponibles—, las mujeres en edad fértil tuvieron, de media, 1,24 hijos, la cifra más baja desde el año 2001. Y no porque no quieran, sino porque no pueden. Según una encuesta publicada por el propio INE a finales de 2018, casi tres de cada cuatro mujeres desearían tener, al menos, dos hijos. Es un deseo, además, de las mujeres de todas las edades: desde las menores de 25 años a las mayores de 40. Según la encuesta, los motivos económicos o laborales son la explicación.

¿Un caldo de cultivo para una reedición del 15M?

La situación conduce a una inevitable pregunta: ¿puede ser esta crisis económica un caldo de cultivo similar al que llevó a los jóvenes a movilizarse durante las protestas del 15M en 2011? Kerman Calvo, profesor de Sociología en la Universidad de Salamanca, cree que no. "No es el mismo contexto y pienso que no hay indicación de que esta crisis tan aguda vaya a desembocar en un ciclo contencioso como el de 2011", subraya, desde el otro lado del teléfono. ¿En qué se diferencian ambos momentos? "La principal razón es que en este momento no existe esa crisis de legitimidad democrática que sí había en 2011. Entonces, quienes se movilizaron eran personas con estudios y que empezaban a trabajar en empleos precarios que habían visto rotas todas sus expectativas desde la política. Ahora, el Gobierno al menos ha dicho que tiene una responsabilidad social frente a la crisis. Ese argumento de 'nos enfrentamos a una clase política que ni nos mira ni nos presta atención' ya no está. Por eso la llama es más débil", explica. 

En 2011, continúa, había un enemigo enfrente. Ya no. Martín Portos, profesor e investigador Conex-Plus Marie Curie en la Universidad Carlos III de Madrid y autor del libroGrievances and Public Protests. Political Mobilisation in Spain in the Age of Austerity, está de acuerdo con él. "Ahora han sucedido muchas cosas en el campo político, ha habido una reestructuración del sistema de partidos. Antes el objetivo era el bipartidismo y las políticas de austeridad. ¿Ahora? ¿El Gobierno? ¿La OMS?", se pregunta. Además, dice, la otra diferencia es que en 2011 hubo una generación que, por primera vez en España, fue consciente de que iba a vivir peor que sus padres. "Lo que conocemos como expectativas del ascensor social frustrado", explica Portos, que lamenta que esas personas "han crecido con esa lógica". 

"En España ha habido toda la vida millones y millones de parados que no se han movilizado. Lo que sabemos es que, por desgracia, los agravios materiales y económicos no son condición suficiente para protestar. Se necesita articular ese tipo de discurso emocional de abandono, de injusticia y de clara responsabilización", continúa Calvo. Y ahora no existe. 

Virginia admite estar cansada. Pero no enfadada. Y tampoco responsabiliza a nadie de su situación. "Ni me cabrea ni me indigna, pero es desgastante ver que estamos en una crisis sin final, en un bucle de precariedad que probablemente nunca acabará para nuestra generación. Al menos, a medio plazo. Ver que las expectativas no mejoran es muy frustrante a nivel personal", sentencia. 

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