¡A la escucha!

Cinco años después

Helena Resano nueva.

Fue la primera vez de otras muchas en las que las urnas nos daban una soberana sorpresa con su resultado: todos nos acostamos en Londres aquella madrugada convencidos de que el Brexit no saldría adelante y casi nos caímos de la cama cuando pocas horas después (a las 5 de la mañana sonó mi despertador), descubrimos que los británicos decían Bye Bye a Europa. El shock de aquel día fue difícil de digerir. Ni siquiera contándolo en directo desde la orilla del Támesis, pegada a Westminster, lograbas asimilar lo que suponía esa noticia para Europa, para los británicos y para las cientos de empresas españolas que tenían negocios en esa isla.

Cinco años después, y tras un proceso muy largo, muy complicado, muy doloroso, Reino Unido por fin es libre. Camina de forma autónoma desde hace unos meses y empieza a comprobar lo que supone eso, la realidad, la cruda realidad de lo que les va a costar realmente ese Brexit.

Muchas empresas salieron: por inseguridad jurídica y porque no ser parte de Europa restaba atractivo para quedarse en Reino Unido. El mejor ejemplo de ese éxodo fue la City londinense que, entre la pandemia y el Brexit, ha dejado de ser atractiva como centro financiero de Europa. Un informe de la consultora Ernst&Young aseguraba que el Brexit había provocado, hasta marzo de este año, la pérdida de más de 7.000 puestos de trabajo, además de miles de millones de euros en activos.

Pero al margen de los datos macro, el día a día de un Reino Unido volando ya solo se nota en detalles tan cotidianos como que faltan camareros. La mano de obra que traían estudiantes, migrantes, europeos que buscaban una oportunidad en la capital con trabajos de media jornada, ha desaparecido. Muchos de nuestra generación cogieron la maleta y se fueron a Londres a probar suerte y a aprender el idioma mientras tanto. Pero eso se acabó. Y ahora muchos pubs que han reabierto tras la pandemia, se han visto sin el suficiente personal para atender las mesas y servir sus tradicionales pintas.

Falta también mano de obra en el campo: los agricultores británicos están teniendo problemas para contratar temporeros, y no saben cómo van a hacer para recoger las cosechas. Empiezan a ponerse nerviosos porque ese atasco no es reversible: difícilmente lo van a poder solucionar de aquí a unos días. Y el tiempo corre.

Son sólo dos de los ejemplos de la cruda realidad que ha supuesto esa ruptura. Pero en el día a día, hay cientos de ejemplos de las trabas que para transportistas y empresas han ido surgiendo tras levantar de nuevo fronteras con el continente. Una burocracia que ralentiza e incluso impide gestiones antes automáticas. Nunca jamás se admitirá que fue un error, pero sí que muchos de los que votaron sí al Brexit reconocen que, cinco años después, cambiarían su voto. Algunas encuestas aseguran de hecho que hoy ese resultado sería el contrario, ganaría el no a la salida de la Unión Europea. Cambiar la historia no es posible, pero sí aprender de ella. Y en eso siempre hay tiempo. Mirar al pasado, repasar lo que hicimos y dijimos, nos puede ayudar a no cometer los mismos errores. Hagámoslo más a menudo y seguro que tropezaremos menos.

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