Aquí me Cierro otra Puerta

En defensa del puto David Suárez

Todos los cómicos y los periodistas, especialmente desde que trabajamos para empresas (que ni siquiera son periodísticas) y nuestros jefes no son periodistas sino los de marketing, tenemos que aceptar que las normas han cambiado. Lo sabemos y lo asumimos. No hace falta que nadie nos diga sobre qué empresarios, marcas o personajes no podemos hacer chistes o escribir contra ellos. Yo, que no soy gilipollas, sé que si esta columna fuera sobre algo turbio de los dueños de esta empresa, esta columna se iría a la mierda. Para curarme en salud, he decidido no saber quiénes son esas personas y así me evito la tentación. David Suárez sabe que si hiciera un chiste hiriente sobre el hijo del dueño de la empresa para la que trabaja tendría más posibilidades de meterse la lengua en el culo que si lo hiciera sobre otra persona random. Así que David Suárez sabe dónde están los límites y los asume.

A mí, en cierta manera, me parece de justicia que estos límites no sean solo para arriba, sino que también se marquen por abajo. Me gustaría que no hubiera ninguno que no fuera el Código Penal, pero lo cierto es que los hay, así que no me parece mal que el riesgo se corra cuando uno pisa el callo de quien no tiene el poder. Te sigues metiendo más en problemas si tiras los dardos para arriba, pero para abajo, a veces, también te llueve mierda. Así que en cierta manera no me parece mal que a David Suárez le cayera una tormenta por el chiste ese y, aunque de nuevo insisto en que no me gusta que le ocurra a nadie, entiendo que es tan de ley que le largaran de algún trabajo como lo sería si hubiera hecho uno de esos chistes que David Suárez y todos nosotros sabemos que no hay que hacer si quieres seguir currando en según qué sitios.

Yo, que tengo muchas dudas morales sobre algunas cosas que hace, he de decir que me hace muchísima gracia, el cabrón. Muchísima.

Luego ya se abren otros debates: ¿para qué contratar a David Suárez si no quieres que sea David Suárez? Es un absurdo que nunca me entrará en la cabeza. No engaña a nadie este chaval, su carrera y sus chistes le sostienen. Yo, que tengo muchas dudas morales sobre algunas cosas que hace, he de decir que me hace muchísima gracia, el cabrón. Muchísima. Que me sorprendo riéndome de chistes que en el fondo me revuelven y le reconozco sin dudar el mérito cómico que tiene. Es un tipo graciosísimo, un gran humorista. Yo lo contrataría. Eso sí: el día que cruzara un límite, pues tendría que salir a defenderle. Porque para eso lo contratas. También es cierto que los comunicadores y cómicos debemos aprender dónde hacer según qué juicios o bromas: en un teatro ante 200 personas que saben quién eres y tus códigos y que los comparten tanto que hasta han pagado por verte corres menos riesgo de acabar ante un juez que si lo escribes en Twitter, que es público y puede terminar llegando a todas partes.

No conozco personalmente a Suárez. Creo que nos vimos una vez, para sorpresa de nadie, en un bar. Me consta, por gente que sí lo trata, que está bastante más lejos de ser un cafre de lo que sus chistes harían sospechar. Él ha explicado de manera brillante qué hace y por qué lo hace, y tiene lógica. Un proceso judicial como el que se le ha abierto, que es largo y genera muchos señalamientos, incertidumbres y sufrimiento, se lo merece muy poca gente. Desde luego, nadie que haga un chiste. Llevar a lo judicial lo que no pasa de un juicio moral es una barbaridad de tal calibre que pone en riesgo cosas muchísimo más importantes que la carrera de David Suárez. Pone en riesgo la libertad de expresión más básica. No se lo merece él y no nos lo merecemos nadie. Es tan tremendo, que me obliga a salir en defensa del puto David Suárez, que me gustaría que hiciera chistes que sabe que no tiene que hacer también para arriba.

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