Dejad de leerme, dejad de escucharme

Leí una vez que los partidos políticos son como los autobuses: ninguno te deja en la puerta de casa, pero coges el que más te acerca. Es bastante infantil pensar que lo que eliges en un mundo virtualmente infinito, especialmente si tienes que escoger algo o a alguien que se dirige a las masas (un libro, un programa de radio, un partido politico), va a representarte en todo momento o a encajar perfectamente en todo lo que piensas

Viviéndolo del lado de quien se dedica a escribir, a hablar, a comunicar, a crear contenido como dice ahora la chavalada, me produce cierta estupefacción que quien está al otro lado espere de mí que me comporte o diga exactamente lo que él o ella quiere, le encaje y pretenda. Y es más, si ya llevas unos años en esto, parece que esas personas esperan de ti que evoluciones en la misma senda que ellos: que si tú cambiaste un postulado, yo lo haya modificado también.

Leí una vez que los partidos políticos son como los autobuses: ninguno te deja en la puerta de casa, pero coges el que más te acerca. Si a ti te decepciona el autobús porque no te deja al lado de tu casa, igual el problema lo tienes tú

No sé muy bien qué le pide uno a alguien a quien admira, sigue, lee, escucha o consume. Tampoco sé muy bien si lo que se quiere como consumidor de contenido ahora es lo que se quería antes o simplemente han cambiado los canales de comunicación. Pero durante toda mi vida he dejado de leer, escuchar y admirar a personas y no por ello las odio. Y mucho menos se lo demuestro. Simplemente dejó de gustarme lo que hacían. Solo pasó su tiempo en mi vida. O quizá, lo único que ocurrió es que me aburrí.

Lo que no hice nunca es enfadarme porque dejaran de gustarme o porque algunas cosas que decían o escribían o cantaban empezaran a sonarme mal. Posiblemente solo ocurrió que evolucionamos de manera diferente. O que ellos se volvieron peores. O que fui yo. Como en la vida, como los amigos que dejas de lado, como los conocidos que no frecuentas más, como los compañeros del cole que pierdes, como las relaciones que se acaban. Rara es la vez que el otro te agrede. Normalmente, simplemente los caminos se separan.

No sé si a lo que consumimos le exigimos que sea un taxi y siempre nos deje en casa o sea un cálido autobús que nos apee cerca. El taxi, para empezar, es más caro. Habría que pagarlo si es solo para ti o para unos pocos. Y para terminar, el autobús a veces te deja en una parada lejos y de camino a tu casa te pasan cosas que te hacen mejor

Cómo consumimos cultura o cómo tratamos a nuestros políticos debería parecerse más a cómo nos relacionamos en la vida. Siempre se puede discutir, uno se puede enfadar y arreglar, pero cuando la decepción es mayúscula e insoportable, lo que hay que hacer es pasar página. Dejar de leer, de escuchar, buscar a otro. Ahora bien: si a ti te decepciona el autobús porque no te deja al lado de tu casa, igual el problema lo tienes tú. Si a la gente le pides que sea exactamente lo que tú esperas y si no no te vale, la culpa de que te decepcionen es tuya.

En lo que respecta a mí, opino cosas hoy de las que hubiera renegado hace cinco años, o cinco meses. Seguiré evolucionando, cambiando, decepcionando, sorprendiendo. Lo que nunca voy a ser, porque es imposible, es un taxi que te deje en casa. Lo que diga, haga o escriba no te va a arropar en cada ocasión. No voy a ser lo que quieres que sea porque no soy tú. En lo que a mí respecta, deja de leerme y de escucharme si te decepciono. Pero de verdad: no te enfades, no me grites, no me insultes. Ya lo hacen los de enfrente, créeme. Tú simplemente déjame de lado y búscate algo mejor.

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