Una Ley de Vivienda contra el socioliberalismo español

"Las casas son para las personas, no para los inversionistas". Es una frase de Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, que acaba de prohibir a inversionistas extranjeros comprar viviendas en su país durante dos años, una promesa electoral de 2019. Trudeau pertenece a esa corriente de centroizquierda llamada "socioliberalismo", un espacio político al que la derechización del tablero político en los últimos 20 años sitúa en el progresismo más recomendable. Claro que sí, recomendar es libre. Este socioliberalismo que ha abrazado el PSOE, que estos días sigue batallando consigo mismo por sacar adelante una ley de vivienda. 

La última declaración contundente del partido que gobierna al respecto de la vivienda fue del por entonces ministro de Transportes, José Luis Ábalos, diciendo que la vivienda tiene un fin social pero que también es un bien de mercado. Sería una excelente definición del socioliberalismo de no ser porque el socioliberal más exitoso del planeta, que gobierna con mayoría absoluta el octavo PIB del mundo, la ha dejado a la altura del betún con una frase y una acción. Las casas son para las personas. Qué locura.

Cualquier persona que quiera que la gente de su alrededor viva un poco menos ahogada le desearía suerte a esas fuerzas políticas que tratan de arrancar una ley de vivienda lo más ambiciosa posible

Toda vez que en ese espacio a la izquierda del PSOE llamado socialdemocracia hay acuerdo (¡sí, se puede!) para apretar por una ley de vivienda lo menos descafeinada posible (con este socioliberalismo tan poco canadiense que la ley será tibia se da por hecho), parece que es una batalla que hay que dar sin matices porque puede ser el gran legado de esta primera experiencia de gobierno de coalición. Es ridículo ya hablar de la necesidad de intervenir un mercado desbocado y fuera incluso de las propias lógicas del mercado (¿dónde está esa bajada de precios que traería la subida de tipos, que yo la vea?), pero sobre todo de lo que va esto es de mejorar de manera efectiva la vida de la gente y de pelear, al menos, por someter ligeramente este permanente movimiento del tablero hacia la derecha. "Las casas son para las personas, no para los inversionistas" debería ser una frase que defendiera del más conservador al más comunista, sin distinción. Hoy es poco menos que una declaración de guerra al sacrosanto libre mercado. Tanto, que aquí no se hará. Si en Madrid, por ejemplo, se tomara esta medida (que no impide comprar a refugiados extranjeros en Canadá ni a residentes habituales aunque sean de otro país), habría que ver qué ocurriría en este mercado inmobiliario. Pero hasta el propio PSOE, que estos días afronta su campaña para la Comunidad ofreciendo rebajas masivas en el IRPF, lo consideraría chavismo. 

La Constitución Española dice, literalmente, que "los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho [a la vivienda], regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación". En un país en el que todos sin excepción adoptan el trocito del Sagrado Texto que les beneficia para defenderlo, no voy a ser yo menos. Ya que se nos llena tanto la boca de Constitución, al menos respetar el espíritu. Aunque, claro, impedir la especulación es no respetar el mercado. O no, uno nunca sabe.

Creo que cualquier persona que quiera que la gente de su alrededor viva un poco menos ahogada le desearía suerte a esas fuerzas políticas que tratan de arrancar una ley de vivienda lo más ambiciosa posible. Llegados a este punto, que salga una ley mínimamente defendible parecerá milagroso. Quizá quede un año de este gobierno: si saliese algo decente en vivienda, puede que la legislatura haya merecido la pena de verdad.

Más sobre este tema
stats