Buzón de Voz

El revisionismo como estrategia política

No es un fenómeno novedoso ni exclusivo de la derecha, pero habrá que reconocer que en España son las fuerzas conservadoras (políticas, intelectuales y mediáticas), quienes mejor dominan la práctica del revisionismo para conseguir que sean siempre otros (preferiblemente las izquierdas) quienes carguen con la responsabilidad de los mayores desastres. Lo que podría ser una simple argucia de comunicación ha pasado ya a vertebrar la estrategia misma del PP. Lo mismo vale para explicar el crecimiento de la desigualdad que para encontrar el origen del conflicto catalán.

Hace ya décadas que unos cuantos pseudohistoriadores hicieron fortuna (en forma de best seller) hilvanando relatos que negaban que el 18 de julio de 1936 se produjera un golpe de Estado contra la legalidad democrática de la República. ¡Para nada!. La guerra civil en realidad habría sido consecuencia directa del ‘octubre rojo’ de 1934 en Asturias y Cataluña, y la dictadura franquista de las cuatro décadas siguientes no fue sino una especie de bálsamo recetado para curar los males provocados por el comunismo y el anarquismo. En cualquier otra democracia, tales teorías figurarían en cualquier estantería dedicada a cuestiones esotéricas, junto a esos libritos que sostienen que Elvis está vivo o que la masturbación provoca ceguera (riesgo que también advertían muy serios los capellanes franquistas en los campamentos de las juventudes de la Falange). Aquí, sin embargo, vivimos un renacimiento de semejantes memeces, y hay que volver a escucharlas en debates televisados o leerlas en numerosas columnas de la prensa nacional.

Más recientemente, justo cuando casi todo el mundo se había percatado de que el crack financiero de 2007 y 2008 era consecuencia de la desregulación financiera y de la ausencia de controles suficientes para frenar la especulación globalizada, los cerebros del neoliberalismo decidieron dar un triple salto mortal para no sólo lavarse las manos sino además adjudicar las culpas a un Estado del Bienestar “insostenible” y a unas políticas “derrochadoras” practicadas por gobiernos manirrotos. Era la forma de justificar que la única solución posible era la del austericidio, cuya principal receta consiste en una devaluación salarial de caballo para las clases medias y trabajadoras. A día de hoy, desde el PP siguen culpando a Zapatero de todos los males de la crisis, aunque un simple vistazo a la evolución de la deuda pública, del Fondo de la Seguridad Social, de los salarios o de los recursos destinados a Sanidad o Educación señalen que todo empezó a torcerse con los recortes de mayo de 2010 que el Gobierno del PSOE aplicó sometiéndose a las imposiciones de Bruselas, Berlín y el BCE. Por negar, se llega a negar incluso que el rescate de las cajas (anunciado con la promesa de que no costaría un solo euro al contribuyente) fue administrado tarde y mal por Guindos y Rajoy.

Ahora se trata de Cataluña. La curva de crecimiento del independentismo no engaña: se dispara entre 2012 y 2015, cuando se celebran unas elecciones en las que los separatistas se presentan con la promesa de declarar la independencia y consiguen mayoría en el Parlament (en escaños, pero no en votos). Es fácil de comprobar que mientras se negoció y se votó la reforma del Estatut los independentistas tuvieron los índices de apoyo más bajos, pero se recuperaron y multiplicaron tras la intensa campaña del PP contra esa reforma y después de que el Tribunal Constitucional recortara su alcance. La posverdad ya no dice eso. Esta misma semana hemos escuchado (y en las próximas lo escucharemos más) que la historia fue al revés, y la responsabilidad del desafío separatista contra la legalidad constitucional también la tiene aquella reforma que pretendía precisamente evitarlo (al menos durante otros cuarenta años).

Si Zapatero no existiera, la derecha habría necesitado inventarlo, como le ocurre también con Baltasar Garzón. ¿Que la Audiencia Nacional decide justo en este momento un cambio de criterio en las normas de reparto, de forma que el juez que decidió sentar como testigo a Rajoy en el banquillo de la Gürtel es apartado del siguiente caso que afecta al PP? ¡Pura casualidad!. Lo que no fue casual, según el PP, es que le tocara a Baltasar Garzón en su día investigar la primera denuncia de la Gürtel, allá por 2009. Entonces se trataba de “una trama contra el PP" dirigida por un ex alto cargo de un gobierno del PSOE (no importa que tras dimitir de ese cargo y volver al juzgado lo primero que hiciera Garzón fuera investigar los GAL). Que además ese juez pretendiera husmear en los crímenes del franquismo (¿qué franquismo?) ya resultaba intolerable en la estrategia revisionista permanente.

Se dirá que todo gobierno, de cualquier signo ideológico, procura en los primeros meses de mandato achacar cada problema que surja a la herencia del anterior. Lo que no tiene precedentes es que la excusa de la herencia recibida alcance carácter indefinido, pase lo que pase en cualquier área de la gestión pública. Pero el revisionismo permanente como estrategia política parece resultar eficaz, especialmente en tiempos dominados por el ruido y la posverdad.

P.D. Quien esté interesado en conocer las consecuencias humanas y sociales de las políticas (llamadas) de austeridad y los rasgos que definen la (llamada) recuperación, puede hojear el informe titulado Diferencias abismales que este mismo jueves presenta la organización Oxfam Intermón.   

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