Desde la casa roja

Escribir opinión

Aroa Moreno Durán nueva

Hace poco más de tres años, el director editorial de este periódico, Jesús Maraña, me invitó a participar con una columna semanal. Recuerdo que no dudé ni un segundo y le dije que sí. La primera columna, que titulé Banderas de vuestros padres, tardé en escribirla una semana. Era muy breve. Todavía me la sé de memoria. «En mi barrio, las banderas siguen ahí», empezaba.

En tres años, han cambiado muchas cosas en este país que nos han transformado. Recuerdo algunos asombros: el procés, la revolución feminista, la irrupción de la ultraderecha en el Parlamentoprocés, la frustración contra la política cuando se aleja de los ciudadanos, el conflicto que mantiene este país con su memoria democrática. En mi caso, algunos libros leídos que les he contado.

La más grave, la incisión más profunda, la más cruel y la más difícil de pensar ha sido la pandemia que llegó hace poco más de un año a nuestro país. Nunca imaginé que tendría que opinar públicamente sobre algo así. Sobre una enfermedad contagiosa que se ha llevado por delante a millones de personas en todo el mundo, a decenas de miles de españoles. Aquello no era opinable. Hoy, mala suerte la nuestra, la pandemia es un tema arrojadizo de opinión constante.

En ocasiones, me he sentido como una hormiga frente a un tsunami de informaciones. A veces, no he conseguido subirme en marcha a la velocidad de ese tren de forma lúcida. En lo más duro del confinamiento, me parecía que, sin el mundo exterior, sin el estímulo que son los demás para el que escribe, yo no iba a poder seguir escribiendo. Miles de personas lo estaban pasando mal ahí afuera y yo vivía refugiada en una habitación desde la que lanzaba palabras, probablemente insuficientes. Las redes sociales y las noticias actuaban como un túnel por el que llegaba únicamente ruido en una espiral sin fin.

Muchas veces, lo más difícil no fue defender mi opinión aquí, sino llegar a saber en profundidad cuál era mi opinión sobre algunos temas. Escribir opinión puede ser muchas cosas y se toma de muchas maneras. Yo solo he contado con dos: mi forma de escribir y mi forma de pensar. Con ser lo más honesta posible con lo que me preocupaba, con lo que pensaba y luego escribía. Y hacerlo con el respeto que una cabecera como infoLibre exige. A la escritura, al pensamiento y a la honestidad me he intentado plegar en este tiempo. A buscar una grieta en la actualidad en la que yo pudiera encender una pequeña luz subjetiva. Si alguna vez lo conseguí, me doy por satisfecha.

De estos tres años en infoLibre, de los que hoy arranco un paréntesis para seguir pensando y para seguir escribiendo, me quedo con la felicidad de formar parte de un periódico así: riguroso, lleno de buena gente y enormes profesionales. Les doy las gracias a sus directores, Jesús, Daniel y Manuel, y a todos los compañeros y compañeras, por haber confiado en mí para contar la vida que nos pasa. A veces, que me pasa. Le doy las gracias a mi hijo que ha ido creciendo mientras yo escribía esta columna, por haber inspirado, siempre sin su permiso, algunas líneas. Gracias a todos los que me han leído semana a semana. A los amigos a los que contradije en ocasiones para encender la mecha del pensamiento crítico. A la familia de suscriptores que deja sus comentarios a los artículos en acuerdo o desacuerdo conmigo.

Gracias, infoLibre, por haberme dejado construir con generosidad esta pequeña casa roja adentro de vuestra gran casa roja. Jamás en este diario se me indicó si debía o no escribir acerca de algo. Jamás me censuraron ningún artículo. Ni una sola frase.

Aroa Moreno: "Es devastadora la tensión, no solo política, sino social que la pandemia ha dejado"

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Así que, compañeros, gracias por la libertad. Por la libertad de verdad.

Echo un tiempo la persiana, pero dejo abierta la puerta.

Nos leemos pronto.

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