Desde la tramoya

No solo propaganda

Va a ser verdad la frase corriente en los mentideros socialistas: “Pedro será mejor presidente que secretario general”. Se equivocaron de nuevo quienes auguraron que Sánchez sería víctima de sus aparentes debilidades –frivolidad, oportunismo, “poca piel”, como decía Floriano refiriéndose al PP–. Hemos de reconocer que hasta el momento lo único que ha hecho Sánchez ha sido acertar.

Hacer de su Gabinete el más femenino del mundo y el más feminista de nuestra historia no es sólo propaganda. Mantener la prevalencia de las mujeres en los segundos puestos (fiscal general del Estado, alta comisionada para la pobreza infantil, secretarias de Estado) también es una constatación contundente del compromiso más allá de la fotografía. Recoger a 600 seres humanos en el mar no es palabrería hueca, sino una decisión real con presupuesto y consecuencias palpables. Alterar los compromisos en Europa sobre el fomento de las energías renovables es como firmar una iniciativa ante notario.

Durante la frenética mañana del miércoles, parecía haber síntomas de que el buen hacer podría decaer, cuando se recibieron en los teléfonos móviles, y los portavoces proclamaban, los argumentos a favor de la permanencia de Màxim Huerta en el Ministerio de Cultura: que se trataba de un asunto viejo y zanjado con Hacienda, que era habitual en su época y que no informó al presidente precisamente por considerar cerrada la disputa. Pero el presidente reprodujo por la tarde su fulminante actuación cuando, nada más llegar a la Secretaría General del PSOE, tuvo que afrontar la existencia de tarjetas black de Caja Madrid entre algunos de sus colegas de partido. Los afectados, todos ellos, recibieron una carta de expulsión del partido socialista. Podía resultar desproporcionado, al menos en algunos casos, pero Pedro Sánchez no podía permitirse que nadie pusiera en duda la nueva voluntad de regeneración en materia de limpieza y lucha contra la corrupción. Es triste a veces, muchas injusto, pero la política es un oficio tan exigente como desagradecido.

Nada de lo que ha hecho Sánchez hasta el momento es simple propaganda. Son señales inequívocas de querer hacer las cosas bien. Parece que así seguirá siendo si la buena estrella no le abandona. El contexto no puede ser más favorable. La economía sonríe y el país está mucho menos enfadado que hace tres o cuatro años. El presidente gusta ya tanto en Europa, que él y todo nuestro país pueden convertirse en una improbable referencia de estabilidad, europeísmo y solidaridad. La oposición –PP, Podemos, Ciudadanos– está intentando reubicarse. Aún si agotara la legislatura, Sánchez estaría aún disfrutando de la benevolencia inicial del público. Los astros se alienaron hasta el punto de que incluso hay realineamientos favorables y azarosamente oportunos, como el del independentismo catalán, el diario El País o la próxima elección del nuevo presidente de RTVE. Los socialistas en sus baronías han recuperado el pulso y están encantados con el repentino cambio en Moncloa. Aunque su secretario general haya hecho lo que le ha dado la santa gana, sin pedir permiso, no se puede objetar sobre sus nombramientos y sus decisiones iniciales. Al contrario: han suscitado agrado y aprobación.

Las declaraciones programáticas del nuevo Gobierno suenan todas bien y razonables. Ninguna chirría ni por excéntrica ni por populista ni por imposible. Todas las ministras y todos los ministros, de momento, parecen personas equilibradas y razonables, sin máculas presentes ni pasadas. Que el único ministro que resultara algo controvertido fuera el que tenía un epígrafe feo en el currículo no hace sino confirmar la baraka que acompaña al presidente.

Habrá problemas, por supuesto. Y la oposición encontrará pronto a los ministros más vulnerables y se cebará con ellos, como es natural. Surgirán contradicciones y habrá desaciertos, traspiés e incluso retrocesos. El crecimiento electoral de Podemos, del PP y de Ciudadanos, depende de ellos y los detectará y acentuará en cuanto sucedan. También los provocará. Pero habrá oportunidades para nuevas iniciativas, nuevos gestos, nuevos símbolos. No es necesario, ni tampoco posible, por la fragilidad de los apoyos parlamentarios, darle la vuelta al país entero. Pero de seguir el ritmo y la melodía de lo que hemos visto en esta primera semana de Gobierno, Pedro Sánchez y el Gobierno socialista van a dar muchas alegrías a los progresistas españoles y también a los europeos. Que la buena estrella le siga iluminando.

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