La profecía autocumplida del resultado electoral depende de usted

El resultado electoral no es una broma del azaroso destino, ni una maldición caída del cielo, ni un regalo de los dioses. El resultado electoral lo decide el conjunto de la ciudadanía con derecho a voto; lo determinan quienes acuden a las urnas y quienes deciden no hacerlo.

Es sabido que la elaboración de encuestas y su publicación, aunque se haga con la mejor de las intenciones posibles, genera efectos en la ciudadanía. No es cuestión de buscar manipular, es que la investigación de lo social también transforma lo social. Uno de esos efectos, el más visible, es la creación de un estado de ánimo en relación a quién va a ganar y quién va a perder. Más allá de que las predicciones acierten o no, es necesario ser consciente de que ese estado de ánimo tiene efectos sobre el conjunto del electorado, por lo que conviene recordar que hasta que las urnas no se abran no tendremos certeza alguna de lo que los españoles desean.

El hecho de votar en pleno verano y época vacacional y tras unas elecciones tan recientes, ¿desmovilizará a los votantes?

¿Y qué tendrá que ver el ánimo con el voto? Mucho, ya que puede tener un efecto desmovilizador entre quienes sienten que los suyos van a perder, tanto militantes como votantes. El votante puede pensar: “Total, si está perdido, me voy a la playa, o me quedo en casa, que hace mucho calor”. Y el militante quizá acuda a votar, pero no tendrá excesivo entusiasmo a la hora de convencer a sus amigos y vecinos cuando coincidan tomando una caña en el bar de debajo de casa, ni recordará en los grupos de whatsapp que el 23J hay que acudir a las urnas, ni argumentará en la frutería a favor de su partido. En definitiva, el estado de ánimo que las encuestas pueden generar al crear una percepción de derrota segura tiene un efecto de profecía autocumplida, ya que induce a la desmovilización, lo cual, a su vez, hace más fácil que la derrota se produzca. Es verdad que en ocasiones ha sido al revés, que ha creado un inusitado apoyo al perdedor –reacción a la que oirán aludir como efecto underdog–, pero en este caso de momento las encuestas no detectan movimiento en este sentido, sino en el contrario, el conocido como bandwagon, o efecto arrastre.

En estas elecciones del 23J son muchas las incógnitas que dificultan el trabajo de encuestadores y demoscópicos. En primer lugar, estimar la participación. Sólo algunas de las encuestas publican este dato, y es básico. El hecho de votar en pleno verano y época vacacional y tras unas elecciones tan recientes, ¿desmovilizará a los votantes? Las proyecciones se están haciendo sobre el 70% de participación, lo que vendría a ser una cifra baja, pero hay que recordar que el 28M la participación descendió 1,29 puntos, y que estas elecciones han podido generar cierta sensación de repetición, lo que apuntaría a un descenso mayor, si atendemos a lo ocurrido en las repeticiones electorales de 2016 y noviembre de 2019. Cuestión clave es también ratificar si la abstención sigue siendo asimétrica, como fue el 28M, cuando buena parte de la izquierda se quedó en casa frente a una derecha hipermovilizada. ¿Se repetirá el mismo patrón?

Por otro lado, sabemos, y se confirmó el 28M, que una parte significativa de la población decide si ir o no a votar y qué papeleta escoger durante la última semana de campaña, o incluso mientras entra al colegio electoral. Según el CIS, el 28M este porcentaje fue del 27%. Con este nivel de incertidumbre, afinar los pronósticos es muy difícil.

Finalmente, está la gran incógnita del voto por correo. Es cierto que las solicitudes han batido récords, pero al carecer de comparación con otras elecciones en julio es difícil valorar. Sólo sabemos que son 2,6 millones de solicitantes, pero no sabemos si eso es mucho o poco tratándose de plena época vacacional.

En definitiva, si todas las campañas son un camino de incertidumbre hasta que se abren las urnas, esta lo es más por los elementos aludidos y algunos otros, así que, al margen del estado de ánimo que pueda generarse, conviene recordar que el resultado depende de lo que los 37.466.432 votantes llamados a las urnas decidamos.

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