Modelos, pero no de lencería

Es una constante en las editoriales, webs de moda o en la publicidad. O bien con mucho escote y poca ropa, en actitud sensual o bien en posturas imposibles, tiradas por el suelo, como si hubieran sufrido un desmayo o estuvieran muertas. Como sujetos pasivos. Así es como se suele representar a las mujeres en este tipo de publicaciones o de anuncios. ¿Han pensado lo ridículo que resultaría trasladar esas poses a la vida real? Les invito a comprobarlo en el Instagram de la australiana Celester Barber y luego me dicen.

Estos días me he topado con una imagen de Sara García, la primera mujer astronauta española seleccionada por la Agencia Espacial Europea, en la portada de una revista. Ni siquiera es un número nuevo, pero creo que merece una reflexión. Con gesto seductor y un mini vestido lencero, García podría haber pasado por una modelo más. Sus logros son irrefutables, no es fácil llegar tan lejos siendo tan joven. Se ha hablado de ella como un referente que, además, ha hecho suya la bandera de la defensa de la educación pública. Un ejemplo a seguir por niñas y adolescentes. Sobre todo por las que quieren estudiar una carrera científica y chocan con el muro de la desigualdad. Como dato: solo hay un 36% de mujeres en las carreras STEM mientras representan más de la mitad del alumnado en las universidades.

No, no es que las mujeres que visten de manera sexy no puedan mostrarse como mujeres poderosas. Revertir ese imaginario patriarcal es una de las tareas pendientes del feminismo pero, ¿por qué ese empeño en que aparezcamos siempre -y en los mismos espacios- con apenas ropa? ¿Habrían llamado a García para protagonizar esa portada si no fuera joven, guapa y delgada? ¿El mensaje que se lanza a las más jóvenes no es que el físico es la condición necesaria, aunque no suficiente, para triunfar? Cuando, tras la pandemia, entrevistaron al epidemiólogo Fernando Simón para mostrar su lado más humano optaron por fotografiarle montando en moto, no por quitarle la camisa.

O bien con mucho escote y poca ropa, en actitud sensual, o en posturas imposibles, tiradas por el suelo, como si estuvieran muertas. Así se representa a las mujeres en la moda. ¿Han pensado lo ridículo que resultaría trasladar esas poses a la vida real?

Juventud y delgadez están tan asociadas al éxito femenino que hay estudios que incluso sostienen que las trabajadoras delgadas tienen mejores salarios que sus compañeras gordas. El patriarcado nos quiere dóciles y acomplejadas. Débiles. Así que ojo con excederse: a las mujeres que adoptan posturas sensuales en sus redes sociales se las percibe como menos inteligentes y menos competentes.

Es una consecuencia más de la cosificación femenina. Si analizamos cómo se representan los usuarios en las redes sociales o en las aplicaciones para ligar entre heterosexuales comprobaremos cómo siguen la misma tendencia de la publicidad o de la moda. Las mujeres aparecen en espacios interiores y en actitud pasiva o sensual. Los hombres, haciendo alarde de su virilidad, practicando deporte y ostentando poder, conduciendo un coche o una moto. No es inocuo: refuerza la idea de que el espacio público pertenece a los varones.

Aunque sería injusto ignorar que la hipersexualización cada vez afecta más a los hombres, sobre todo a los del colectivo LGTBI. A ellos también se les exige encajar en unos estrictos cánones normativos: estar siempre guapos y tener cuerpos musculados. Es innegable que detrás de esto está la poderosa industria de la cosmética, la cirugía y la moda que se ha dado cuenta de que puede ganar aún más dinero ampliando sus redes de mercado.

Otras veces esta sexualización se presenta como una decisión personal. Ocurre cada Nochevieja cuando Cristina Pedroche aparece semidesnuda en la noche de las Campanadas. A su lado, Alberto Chicote, un señor veinte años mayor que ella, al que nadie juzga por su aspecto físico y que combate el frío de diciembre con una capa que le cubre del cuello a los pies. Las críticas se ceban cada año con la presentadora por prestarse al espectáculo. En las redes sociales se viralizan los memes y burlas hacia ella y su estilismo. Pero se obvia a los verdaderos responsables: los que deciden los contenidos de los medios de comunicación.

A estas alturas, nadie cuestiona que la cosificación femenina y la violencia contra sus cuerpos son fenómenos relacionados. Utilizar a las mujeres de chivo expiatorio hace que se desvíe el foco de quienes tienen el poder para cambiar las cosas, pero prefieren no hacerlo porque económicamente les resulta más rentable. 

Es evidente que las mujeres necesitamos referentes que nos señalen el camino, que se conviertan en faro para las siguientes generaciones. Sara García, Jennifer Hermoso... son un buen ejemplo de ello. No hay duda: las mujeres necesitamos más modelos. Pero no de lencería.

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