Muros sin Fronteras

Los palestinos, los nuevos parias

La primera víctima de cualquier guerra es la verdad. La propaganda reemplaza los hechos y, si es buena, se presenta disfrazada de información. Recuerdo que Ramiro Villapadierna, corresponsal en Europa del Este del diario ABC y gran conocedor de la zona, dijo el 24 de marzo de 1999, “ya no nos podemos creer a la OTAN, ahora son parte”. Acababan de comenzar los bombardeos sobre lo que quedaba de Yugoslavia. Sirve para recordar algo que se olvida: los nuestros también mienten. ¿Les recuerdo Irak?

Los periodistas, y la sociedad en general, podemos defendernos de la propaganda, siguiendo una norma esencial: todo poder miente, o puede mentir. Nuestra relación con esos poderes debería ser de cautela, de no ‘comprarles’ su mercancía si esta no puede ser comprobada de manera independiente.

En la defensa de los hechos comprobados, de eso que podemos llamar la verdad, es esencial el cuidado de las palabras, su defensa. Sirven para contar lo que pasa o para expandir la desinformación.

Si hablásemos de los migrantes y los refugiados, por ejemplo, no podemos transmitir rumores como si fueran noticias. Estaríamos haciendo el juego a los xenófobos. Las palabras sirven para denigrar y para predisponer al lector. Si titulamos, como sucedió hace años en un periódico del sur de España, “un marroquí sospechoso de una violación” estamos contribuyendo al racismo. ¿Es importante que sea marroquí? ¿Es la mera sospecha un hecho? Cuando un joven de Valencia mató a sus padres con una espada samurái nadie tituló, “un joven blanco y católico asesina a sus padres en un juego de rol”. Los crímenes los cometen las personas, no las razas ni las nacionalidades ni las religiones.

Soldados israelíes dispararon el viernes con fuego real sobre una manifestación de palestinos en el norte de Gaza. Celebraban una manifestación sobre el derecho al retorno a su tierra. Murieron 17 palestinos y otros 758 resultaron heridos. No hay noticias de que los manifestantes fuesen armados, más allá del lanzamiento de piedras y el intento de quema de algún neumático. Ninguno intentó cruzar la frontera. Los hechos tuvieron lugar dentro de la Franja de Gaza, es decir, en territorio palestino.

El secretario general de la ONU, António Guterres, pidió una investigación transparente sobre lo ocurrido, lo mismo que Federica Mogherini, jefa de la diplomacia europea. Para Israel, los muertos eran terroristas y no hay investigación que valga.

Volvamos a las palabras. No es lo mismo decir “tiradores de élite” que “francotiradores”; tampoco es lo mismo decir, “soldados israelíes abrieron fuego” que titular como el The New York Times: “Militares israelíes matan al menos a ocho en confrontaciones en la frontera de Gaza”. Otros periódicos por lo general serios y rigurosos como The Guardian fueron en la misma línea. ¿Confrontaciones, choques?

 

Titular del The New York Times: “Militares israelíes matan al menos a ocho en confrontaciones en la frontera de Gaza”.

La ONG israelí B'Tselem, que el Gobierno de Netanyahu trata de ahogar, recordaba algo que debería ser obvio: “Disparar contra manifestantes desarmados es ilegal y cualquier orden que permita que ocurra es igualmente ilegal“.

 

¿Hubo confrontación entre dos partes o abuso manifiesto de una? Juzguen con ese vídeo. El tirador de élite israelí mata de un disparo en la espalda a un joven palestino armado con un neumático que no pudo ni siquiera quemar. Se alejaba de la frontera, seguía en territorio palestino, no representaba una amenaza. Disparó a matar.

Este tipo de imágenes recuerdan a estas otras: la Sudáfrica del apartheid. Pero cualquier comentario en esta línea es tachado (por la propaganda) como antisemita, una palabra ocupada porque los palestinos son también semitas. ¿Sería antisemita señalar la casualidad de estos disparos, la creación de un estado de preguerra, con las causas judiciales por corrupción que amenazan al primer ministro?

El Gobierno de Israel ha amenazado con extender la operación y matar a líderes de Hamás si prosiguen los incidentes en la frontera. Gaza es una opción sencilla, sin apenas riesgos. Para lanzar una cortina de humo y vender (propaganda) que la nación está amenazada (y hay que olvidar sus asuntillos) tiene también la opción de iniciar otra guerra con Hezbolá o atacar a Irán, algo que Israel no puede hacer solo sin el permiso (y apoyo) de EEUU. Ahora, Netanyahu tiene un aliado como asesor de Seguridad Nacional de Trump, el tal Bolton del que hablábamos la semana pasada. John Bolton, uno de los arquitectos de la desastrosa invasión de Irak en 2003, quiere guerra con Irán. Estábamos en que Gaza es lo más sencillo. La última guerra en la Franja fue en 2014. Escribo guerra en cursiva porque en toda guerra hay dos bandos, por desiguales que sean. En 40 días de bombardeos murieron 2.500 civiles palestinos, entre ellos niños y mujeres. Los datos no son de Hamás sino de la ONU.

Más allá de la tierra, de quién ocupa qué según las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que es el asunto motor, subyace otro asunto. ¿Tiene derecho el ocupado a luchar contra el ocupante? ¿Con las armas como hace Hamás o sin ellas? ¿Es posible la desobediencia pacífica?

La condena de la adolescente palestina Ahed Tamimi por abofetear a un soldado que invadió su jardín en un pueblo ocupado cierra esa vía. ¿Cuál queda? ¿Irse de la tierra? ¿Agachar la cabeza?

Las autoridades palestinas exigen que la ONU investigue las muertes de los manifestantes en Gaza

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En toda guerra, en toda dictadura y en toda ocupación se repite la necesidad de deshumanizar al otro, presentarlo como enemigo, como un peligro para nuestra seguridad. Al deshumanizar a los palestinos se les puede matar mejor, deja de ser un crimen. A no ser que te graben como le pasó a este soldado en Hebrón. Le condenaron las imágenes, no el asesinato. La condena fue leve y la presión para lograr su libertad enorme. Pero la deshumanización del otro tiene un efecto colateral, la deshumanización del que deshumaniza. Eso explica este tuit (borrado) de las Fuerzas Israelíes de Defensa. Un país deshumanizado no puede presumir de ser una democracia.

 

Ha pasado casi una semana y ya estamos en otros asuntos, los palestinos muertos y la forma en la que fueron tiroteados han dejado de ser noticia. Lo mismo que Siria y Yemen, y los rohingyá. ¿No estaremos todos deshumanizados en un mundo injusto gobernado por narcisistas y psicópatas?

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