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Muros sin Fronteras

Un presidente que solo piensa en 280 caracteres

Donald Trump carece de un plan político o militar para resolver los problemas de Oriente Próximo, la región más conflictiva del mundo. De momento, solo tiene una cuenta de Twitter desde la que dispara a todas horas. Ronald Reagan, su predecesor en los años 80 del siglo pasado, se aburría de leer cualquier documento, clasificado o no, que se acercara al folio de longitud. Era su límite de concentración, y de paciencia. Los asesores de Reagan idearon vídeos en los que le presentaban el mundo sobre el que reinaba de manera amena y simple, como si fuera una película de buenos y malos.

No sabemos si Trump llega al folio o si se alimenta de algo que no sea Fox News, sector incondicional, porque hay otro minoritario un poco tiquismiquis. Lo que sabemos es que el 45 presidente de EEUU tiene dos longitudes: la de sus discursos en los mítines ante un público entregado, en los que se deja llevar por el entusiasmo, y el de los 280 caracteres que caben en un tuit. Fuera de ese límite, su universo intelectual es ignoto. Esto, que resulta divertido como chascarrillo, no debe hacernos creer que estamos ante un idiota. Trump no lo es. Sabe lo que hace. Maneja la intuición y la amenaza como forma natural de enfrentarse a los problemas. No olviden: es un hombre de negocios que busca pactos ventajosos.

También es un presidente desconcertante, tal vez por su compleja simplicidad. ¿Qué pretende conseguir al dar el permiso al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, para que cruce la frontera de Siria, un país soberano, y ocupe zonas del norte y noreste del país? Estas tierras están controladas por las Unidades de Protección Popular (YPG), las fuerzas kurdas integradas en las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), que fueron vanguardia en la lucha contra el ISIS, y decisivas en su derrota en el norte del país. Más de 11.000 de sus miembros perdieron la vida, entre ellos cientos de mujeres que también empuñaron las armas. Son el único actor en la zona que tiene una base democrática. Ahora, van a ser abandonados.

¿Cuál es la ganancia para EEUU en esta traición? Trump ha retirado de la zona que desea ocupar Ankara a 2.000 soldados y asegurado a Erdogan (que ha recibido una invitación para visitar la Casa Blanca) que no van a intervenir en caso de que ataque. Se trata de un premio excesivo e injusto para un autócrata que ha cambiado de bando varias veces en la guerra de Siria, pero nunca de interés y de objetivo, que es el de destruir a los kurdos sirios, a los que considera políticamente vinculados con sus kurdos del Partido de los Trabajadores (PKK). Hay kurdos buenos (los de Irak contra Sadam Husein) y kurdos malos.

Ankara teme que unas YPG fuertes en Siria, con una autonomía real respecto a Damasco, reviven al PPK. Erdogan estropeó la oportunidad de una paz duradera con el PKK, cuando su líder histórico, Abdulá Ocalan (en prisión) decretó un alto el fuego en 2013. Erdogan buscó enseguida excusas para reactivar la represión en los territorios de mayoría kurda. Fue la respuesta al éxito electoral del Partido de la Democracia de los pueblos (HDP), que llegó a alcanzar en 2015 el 10% de voto en el Parlamento de Turquía. Más de 26.000 de sus militantes se encuentran detenidos desde 2018. El HDP es algo más que un partido pro kurdo, es un grupo de izquierda que defiende los derechos civiles, la democracia, la igualdad de la mujer, el medioambiente y los derechos LGBTI.

En el norte que entrega Trump se encuentran detenidos miles de antiguos combatientes del ISIS, entre ellos voluntarios extranjeros. También están sus familias. Nadie sabe qué hacer con ellos. Es irónico que la zona vaya a caer en manos del régimen que permitió el tránsito por su frontera de miles de luchadores extranjeros a cambio de beneficiarse con el contrabando de petróleo y otras materias. La decisión del presidente, lanzada como es habitual, en Twitter, tiene un segundo mensaje a Turquía que resulta tan confuso como el primero: “Como he dicho enérgicamente antes, y sólo para reiterar, si Turquía hace algo que yo, en mi gran e inigualable sabiduría, considero que está fuera de los límites, destruiré totalmente la Economía de Turquía (¡lo he hecho antes!). Deben, con Europa y otros, velar por…”

 

Siria, año nueve

Siria, año nueve

De los tres primeros, fíjense en que deja claro que EEUU no estará 30 años en Siria, ¿y quién se lo ha pedido? En otros culpa a sus aliados de “chupar” los dólares estadounidenses y no hacer nada por repatriar sus combatientes extranjeros (es verdad) y que EEUU defenderá sus intereses, no los de las garrapatas (esto es de mi cosecha). El problema es que los intereses de EEUU son globales, lo mismo que su presencia militar. Solo hay un país que empieza a jugar en la misma liga, y se llama China.

Trump juega con la fantasía del America First, como si no hubiera sido así con otros presidentes. Es su lema electoral, y él siente que está en precampaña doble porque además se defiende contra un proceso de impeachment que se está enredando por días. A muchos republicanos no les ha caído bien la decisión del presidente en Siria, la consideran un error. Parte de la base de que el ISIS ha desaparecido, y eso no es así. Turquía juega sus cartas, no las de EEUU.

Al ISIS se le derrotó porque los kurdos en el norte y los chiíes en el sur hicieron el trabajo sobre el terreno. Entre los chiíes en el sur está el grupo libanés Hezbolá, que también ha pagado un elevado precio, además de tropas de élite de Irán y militares de Irak, país con un gobierno chií desde que EEUU derrocó a Sadam Husein (suní laico) en 2003. Estos grupos han ayudado al régimen de Basar el Asad, que es alauí, una secta chií. Desde el aire, Rusia ha bombardeado en apoyo a sus aliados para evitar la caída del régimen, primero, y favorecer su victoria, después (aún falta la provincia de Ildib). EEUU también ha bombardeado, pero sin un plan. Encontró en los kurdos de las Unidades de Protección Popular una excelente fuerza de combate, y les ha apoyado en sus avances. Que les iba a dejar colgados estaba escrito con letras de oro. No es la primera vez que Occidente les falla. Pregunten a los británicos tras la desaparición del imperio otomano. Les prometieron un Estado, y ahora están repartidos en cuatro (Turquía, Siria, Irak e Irán). Las YPG no tienen capacidad para parar al Ejército turco. Una salida es pactar con Asad, que es partidario de otorgarles la autonomía que exigen. ¿Cuál será el papel de Rusia? Es similar al de EEUU: primero yo, después yo. Hablamos de Putin, claro, no de Rusia.

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