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Qué ven mis ojos

La abstención es de derechas y la practica la gente de izquierdas

Benjamín Prado nueva.

 

“Las víctimas más patéticas son las que aplauden al verdugo mientras afila su hacha”

La prueba del algodón de una democracia es la tolerancia, y además en las dos direcciones: tolerancia sin matices para lo que es justo porque defiende la igualdad y los derechos individuales y colectivos, y tolerancia cero ante las actitudes y las personas que tratan de imponer lo contrario: la injusticia, la desigualdad y el abuso de los más fuertes –o los más desalmados– sobre el resto. El problema es que en el mundo en que vivimos lo que se practica es una tolerancia selectiva, que consiste, básicamente, en que lo que pides para ti, los tuyos, tu naturaleza y tus ideas, se lo niegues a quienes son o piensan de otro modo. Quien piensa así, o ha cruzado ya la raya del fanatismo o está tomando impulso para hacerlo.

La intolerancia, además, genera la misma adicción que la telebasura y vive de echar humo a los ojos y tierra sobre los discursos propios y ajenos, pero en España a la ultraderecha no se la aísla, sino que se la blanquea o se le da la mano cuando sus votos abren la puerta de una institución: el poder, ante todo. Por desgracia, ellos llevan megáfonos a sus mítines, pero luego algunos les amplifican la señal y ponen a su servicio micrófonos, titulares y pantallas. Ahora, en las encuestas sobre el cuatro de mayo se aventura que pintan bastos para ellos, que no tienen segura su presencia en la Asamblea regional, y de repente se dedican a recorrer los mismos barrios que su líder llamaba “estercoleros multiculturales” en los que, según él, las mujeres se le acercaban por la calle para contarle que “los policías les dicen que no salgan con joyas", sin duda porque sentían sus calles amenazadas por los inmigrantes, esos que, tal y como sostuvo otra de las diputadas de su partido, las habían “convertido en infiernos del multiculturalismo". Hay por ahí quien considera exagerado llamarlos fascistas.

Incluso hay quienes de verdad los consideran abanderados que luchan por algo más que por hacerse con el botín. Ya sabemos el sueldo que le puso a cambio de nada Esperanza Aguirre al propio Abascal y acabamos de saber los gastos que le pasaba el presidente de Vox en Melilla al Colegio de Médicos: más de ochenta mil euros, que salen sumando, entre otras cosas, las facturas de un perro de regalo de mil doscientos euros, varias prendas de lencería femenina cara o tres mil novecientos dieciocho euros de llamadas telefónicas. Sus gastos de representación, entre hoteles, comidas, viajes y demás, fueron de 56.524 euros un año y de 24.792 el siguiente. Nada que añadir.

Si la tolerancia cero no se aplica al neofascismo, tal y como no lo han hecho sus socios del Partido Popular y Ciudadanos, menos aún se hace con la corrupción: no hay más que ver la lista electoral de Ayuso, que incluye hasta cinco nombres que aparecen en los sumarios de las tramas Gürtel y Púnica, o los tejemanejes que se traía con el dúo Cantó y Conde, que ha sido excluido de ella por hacer trampas con el DNI y el censo, lo cual lleva en línea recta a otras preguntas: ¿Y la decisión de la Junta Electoral provincial que avalaba su presencia no es muy sospechosa? ¿Y lo del alcalde Almeida llevándole la contraria a la sentencia y afirmando que los dos apartados en su opinión "son elegibles”? ¿Se habrá leído la resolución, que “tiene carácter de firme e inapelable”, lógicamente “sin perjuicio del procedimiento de amparo ante el Tribunal Constitucional”; donde se explica que al intentar colar a los dos aspirantes se vulneraban ni más ni menos que seis leyes, y en la que se remacha que “ninguno de los dos candidatos tiene capacidad para ser considerado elector en la circunscripción de Madrid, por lo que ninguno de los dos puede ejercitar su derecho de sufragio activo en las elecciones convocadas para el día 4 de mayo por no estar censados en Madrid a fecha 1 de enero de 2021, por tanto, según lo dispuesto en el art. 6.1 de la LOREG, al no tener la condición de elector en la Comunidad de Madrid tampoco pueden tener la condición de elegibles en esta Comunidad.”? Pues si no la ha leído, malo; y si lo ha hecho, peor.

Puede que con determinadas personas lo mejor sea pensar que lo que dicen es siempre lo contrario de lo que piensan. Sin ir más lejos, aquí está otra vez con sus botas de agua, igual que siempre que hay un charco, el consejero de Justicia de Ayuso, para proclamar a los cuatro vientos que “Sánchez atemoriza a la sociedad para que la gente no vote.” Él sabe lo que todo el mundo, que la abstención es de derechas, aunque la perpetren los de izquierdas, así que habrá que entender que sus palabras van encaminadas a causar el efecto contrario: que la gente no vaya al colegio electoral y los pocos que ejercen su voto en la capital decidan por todas y todos lo mismo que en los últimos veinticinco años: que siga gobernando el PP. Las víctimas más patéticas son las que aplauden al verdugo mientras afila su hacha.

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