La oración del socialista: virgencita, virgencita, que todo lo que sube Ayuso lo baje Feijóo

El PP ha ganado con claridad meridiana las elecciones autonómicas y municipales. Felicidades a la formación y a sus millones de votantes, un demócrata siempre acepta lo que dicen las urnas y, antes que nada, la derrota, que es lo que ha sufrido el PSOE y ha reconocido el presidente Pedro Sánchez de manera tajante: adelantando las próximas generales al mes de julio. Quienes decían que era un hombre aferrado al poder y dispuesto a cualquier cosa con tal de conservarlo, estaban equivocados o mentían, de la misma forma en que lo hicieron al alertar de un pucherazo, que obviamente no volverán a mencionar, ahora que se han llevado el gato al agua. Vencer, aunque sea de forma totalmente legítima, como es el caso, no borra los errores ni las trampas cometidas de camino a la meta.

Tampoco debe el triunfo de quienes no te gusta su forma de hacer política alterar las convicciones de quienes piensan de otra manera. Se les puede desear suerte en los próximos cuatro años a quienes han conseguido el aval rotundo de las y los votantes y al mismo tiempo seguir combatiendo la idea neoliberal que uno considera un ataque por tierra, mar y aire contra los derechos que marcaban las conquistas sociales del Estado de Derecho. La ola reaccionaria atraviesa el mundo y el eco que encuentra en mucha gente la nueva ultraderecha son una realidad, no quererla ver es como pensar que si cierras los ojos el lobo desaparece. Y no va a desaparecer mientras lo sigan alimentando los mismos a quienes al final del cuento se va a comer.

La jornada del domingo evidencia que los mensajes de la derecha han calado, los de la izquierda no. Ahora se hablará del relato, de quién lo impone y quién no sabe vender sus logros, es inevitable. Pero, más allá de eso, la pregunta es qué ha sucedido para que España le guste más a Europa que a las y los españoles, porque mientras de fuera le llegan piropos y apoyos al Gobierno, de puertas para adentro es todo crítica y ruido. La descalificación continua, el mantra de Sánchez, Sánchez, Sánchez es obvio que ha hecho fortuna, da igual si es lo único que dicen sus adversarios o si es el árbol que no deja ver el bosque y disimula la falta de propuestas alternativas, el caso es que la jugada les ha salido a sus rivales, que han logrado persuadir a la mayoría, otra vez, de que la izquierda es Chichipi, es decir Pichichi al revés, y se mete todos los goles en propia puerta.

La jornada del domingo evidencia que los mensajes de la derecha han calado, los de la izquierda no

Habrá que ver adónde conducen las mayorías absolutas del Partido Popular, por ejemplo en Madrid, donde ya no hay espacio para las disculpas, dado que ahora Ayuso y Almeida tienen las manos libres y, por lo tanto, se han quedado sin excusas: a ver qué hacen a partir de este momento en que ya pueden hacer lo que quieran. El tiempo y los números lo dirán. De momento, queda demostrado que las y los habitantes de la ciudad, de absolutamente todas las localidades de la Comunidad, tienen puestas en el partido de la calle de Génova sus esperanzas y por eso lo han apoyado en masa, barrio por barrio, sin excepciones. No será poca cosa el tratar de estar a la altura de semejante confianza.

Las generales de julio serán otro cantar, el PP se ha llevado ahora el agua a su molino, pero la suma de los escaños dice que está lejos de una mayoría a nivel nacional y, por añadidura, da la impresión, y debe de ser lo que los socialistas rezan para que pase, de que todo lo que sube Ayuso lo baja Feijóo, que ya no se sabe si es su líder o su subordinado, porque aunque una y otro parezcan cortados por el mismo patrón, es innegable que a ella la envuelve un aura de ganadora y él proyecta en cualquier suelo que pisa la sombra de un perdedor. Y la apuesta de Sánchez es arriesgada, aunque por contra le da la ventaja de la sorpresa, nadie imaginaba que iba a hacer eso y pillar al contrincante con el paso cambiado tiene su aquel. Bueno, al contrincante y a los aliados, el tiempo pasa sin esperar a nadie y estoy pensando en la prisa que van a tener que darse Yolanda Díaz y Unidas Podemos para encontrar, si es lo que de verdad quieren, un terreno común en el que crecer la primera y salir del abismo en el que han caído los otros, a quienes el correctivo ha dejado tiritando. Los extremistas de Vox han salido un poco mejor parados, pero tampoco están para tirar cohetes. Así que el bipartidismo puede que no regrese, pero algo muy parecido, sí.

Dos meses pueden dar para mucho, pero lo mejor que podía pasar en la izquierda es que le sirvieran para recuperar sus señas de identidad.

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