Si crees que en nuestra política las cosas no son lo que parecen, pide cita para el oculista

Dos ideologías diametralmente opuestas pueden entenderse cuando tienen el mismo fin que todas, el poder, pero con la particularidad de ambicionarlo a cualquier precio, caiga quien caiga y lo mismo por las buenas que por las malas. La ambición provoca extraños compañeros de viaje. A lo mejor es que algunas cosas no son tan lejanas como intentan hacer ver y las antípodas están a la vuelta de la esquina cuando los intereses se ponen por encima de la razón, si es que tal cosa existe en estos tiempos donde cada día vemos más actitudes a la vez legales e inmorales: cargos públicos con un buen sueldo, y alguno de ellos millonario, que cobran ayudas energéticas destinadas a los más desfavorecidos; familiares de una presidenta que se llenan los bolsillos trapicheando con material sanitario mientras fallecían novecientas personas al día en nuestro país a causa de la pandemia de coronavirus; diputados o consejeros que al borde de sentarse en el banquillo son nombrados senadores para quedar aforados; bancos que ganan millones en tiempos de crisis y suben sus hipotecas; empresas alimentarias que obtienen beneficios desorbitados subiendo los precios a las personas que se las ven y se las desean para salir a flote y tener algo que llevarse a la boca… Y así tantas y tantas cosas.

Hay que conocer a cada cual por sus actos, porque las palabras se las lleva el viento; no hay que escuchar la historia que cuenta, sino conocer su historial. Por ejemplo, ahora que está a punto de celebrarse la moción de censura que ha promovido la ultraderecha, tal vez alarmada ante la caída libre en estimación de voto que le atribuyen las encuestas y, eso sí, demostrando con esta fiesta de disfraces a celebrar en el Congreso su desprecio absoluto por las instituciones democráticas, es buen momento para preguntarse quién es quién, por qué y desde cuándo. Si se pone atención, a algunos la única manera de que no se les vea el plumero es mirar para otra parte. Como muestra, ¿por qué se acusa de incoherente al candidato Ramón Tamames, dispuesto a lo que sea con tal de estar en el candelero, si en el 23-F de 1981 apareció en las quinielas como ministro de Economía del Gobierno que planeaba el general golpista Alfonso Armada y en 2023 encabeza la moción de censura de Vox? Ya ven que más coherencia es de todo punto imposible.

¿Por qué se acusa de incoherente al candidato Ramón Tamames, dispuesto a lo que sea con tal de estar en el candelero, si en el 23-F de 1981 apareció en las quinielas como ministro de Economía del Gobierno que planeaba el general golpista Alfonso Armada?

Ideologías, hemos dicho, y a estas alturas tampoco se puede estar muy seguro de que tal cosa no haya caducado. ¿El neoliberalismo tiene algo de político, lo sustenta una clase de pensamiento filosófico o es nada más que un movimiento financiero? Qué curioso resulta que las y los mismos que generan injusticia, que es algo que siempre acaba igual, con todo en manos de unos pocos y el resto sufriendo privaciones, se presenten luego como cristianos, modelos de compasión, una bandera en la mano derecha y una cruz en la otra. La jefa de la Comunidad de Madrid y el alcalde de la capital se fueron, vaya usted a saber por qué, vestidos de luto a ver al papa, porque todos los caminos van a Roma, y resulta que el pontífice a Almeida lo recibió llamándolo “el heredero de la gran Manuela”, ante lo cual Carmena debe de haber corrido todo lo que le den las piernas a un notario, para hacer testamento y dejárselo todo al gato de la vecina, y a Ayuso le dijo que debía gobernar “poniendo en el centro a los vulnerables, por encima de las ideologías.” ¿Sabrá que en la autonomía que ella dirige se producen quince desahucios diarios y hay millón y medio de personas en situación de exclusión social? A ver si va a ser por eso.

De puertas del Vaticano hacia fuera, sabemos ahora que un alto cargo de Almeida, la directora de Arquitectura de Madrid, al frente de Patrimonio del PP nacional, administra una firma que ha recibido más de cinco millones de euros en adjudicaciones públicas y que omitió, en su declaración de intereses obligatoria, su vínculo con la empresa. Y sobre Ayuso también nos llega la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la región que condena a su administración a indemnizar a cada uno de los ciento diecinueve rastreadores telefónicos contratados a regañadientes durante la época más dura del covid-19 y a los que dio un "trato desconsiderado" cuando se vio obligada a readmitirlos el pasado año, ya que se les obligó a estar "toda la jornada sin nada que hacer y sin posibilidad de trabajar”, hasta que fueron cesados. Qué poco piadoso, todo.

Nunca se sabrá si quienes hoy dicen digo y mañana Diego, quienes niegan lo que les estás viendo hacer, caen en interminables contradicciones y han hecho de la hipocresía su santo y seña, se creerán sus propios discursos, su a dios rogando y con el mazo dando. Pero los demás sí que deberíamos tenerlo claro, creer lo que vemos y desconfiar de lo que nos pintan. Hoy, cuando se nos miente a la cara y quienes hacen lo que no debieran ni siquiera disimulan sino que, muy al contrario, actúan sin complejos y con una arrogancia indudable, sólo se me ocurre una recomendación para quien aún crea que las cosas no son lo que parecen: que pida cita en el oculista.

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