La enmienda como síntoma, ETA como excusa Pilar Velasco
Más cabeza y menos Frente
Atlético de Madrid contra Real Madrid: un derbi en toda regla, dos equipos de categoría, uno lo ganó todo el año pasado, es el actual campeón de la Copa de Europa y la Liga, y el otro se ha reforzado este verano con grandes estrellas. Los dos tienen un gran entrenador, Ancelotti y Simeone y ambos una afición de categoría. La de los colchoneros llegó a multiplicar el número de abonados cuando el conjunto descendió a segunda división, está siempre ahí, a las duras y a las maduras, y este pasado domingo no faltó a su cita: llenó el Metropolitano, animaba a los suyos en cada jugada, era un temible jugador número doce. Los rojiblancos son la única formación que ha ganado a los merengues en más de un año, que llevan cuarenta partidos invictos. Y todo iba bien hasta que marcaron los visitantes y su portero, al que la hinchada local llevaba tiempo gritando a coro que se muriese, lo celebró agitando las manos y diciendo vamos, vamos, según parece leérsele en los labios.
En ese instante, se hicieron con la película los malos, ese grupo de ultras del fondo sur al que no ha querido echar de su campo el Atlético de Madrid como sí hicieron en su momento el Real Madrid, el Barcelona o el Athletic de Bilbao, cuyos radicales tienen prohibida la entrada en San Mamés por los motivos que ellos mismos explicaron el otro día en Italia, al colarse en el encuentro contra la Roma y lanzar bengalas potencialmente mortales contra los aficionados rivales. El lanzamiento de mecheros, botellas y otros objetos contra Curtois hizo detener el enfrentamiento durante veinte minutos, y las imágenes lamentables de algunos encapuchados y otros individuos que justificaban lo injustificable ante el central Giménez y algún otro de sus compañeros que se acercaron a parlamentar con ellos, con los mismos argumentos de quien atenúa la responsabilidad de un violador “porque la chica iba muy provocativa”, dieron la vuelta al mundo.
El deporte también es un espejo y un síntoma. Nos enseña, en este caso concreto, los riesgos de no pararles los pies a los ultras o de reírles las gracias
Lo peor, sin embargo, vino después, con el besamanos de los jugadores del Atlético, que tras empatar en el último momento, se fueron al acabar el partido a aplaudir a los alborotadores, mientras el otro noventa por ciento de las gradas los abucheaba. Después se produjeron las lamentables declaraciones del entrenador y del capitán; uno, condenando los hechos lamentables, pero con matices y a la vez pidiendo una sanción ejemplar para Curtois, con el argumento de que “cuando la buscamos, enfadamos a la gente”; el otro, Koke Resurrección, sumándose al rechazo con muchas vacilaciones pero hablando de los exaltados aún con un grado más familiar: los llamó “nuestra gente”. Para mí que su gente es la otra, esas tres cuartas partes del aforo que silbaron que fueran a darle las gracias a los del Frente Atlético. Más cabeza, más cabeza, hay que pensar, gesticulaba Simeone para calmar los ánimos, que también es justo decir que en un primer momento lo hizo. Que se aplique el cuento: más cabeza y menos Frente.
El deporte también es un espejo y un síntoma. Nos enseña, en este caso concreto, los riesgos de no pararles los pies a los ultras o de reírles las gracias. ¿No pagamos caro también en la política el mirar para otro lado, el permitir que supuestos sindicatos conviertan la Justicia en un circo o que jetas con una banderita en la mano lleguen a ocupar puestos institucionales desde los que se dedican a robar y a reírse de todo el mundo y, antes que nada, de sus votantes? Si lo piensan, es un suicidio. Ojalá la directiva del Atlético de Madrid lo entienda de una vez: su afición, que en su inmensa mayoría es extraordinaria, no se merece esto. Y la sociedad en general, tampoco.
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