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"Si aceptas la ayuda de tu enemigo, le ayudarás a vencerte"

Que las cosas sean lo que parecen es un problema cuando, desde el principio, ya tenían tan mala pinta que sólo cabía esperar de ellas que fuesen de mal en peor. Y resulta que en lo que se refiere al presumible acuerdo de izquierdas para gobernar España, siempre me pareció que por ahí iban los tiros. No se trata de ponerse medallas, pero al día siguiente de las últimas elecciones pronostiqué que, a la luz de los resultados, habría que repetirlas. Hubo quien me miró por encima del hombro, desde la torre de los politólogos, y sin embargo, miren dónde estamos. Si estaba tan seguro, era porque el pacto del PSOE y Unidas Podemos me parecía muy improbable. ¿Por qué? Por la misma razón que el 82% de los españoles que acaba de responder a una encuesta sobre la calidad de nuestra democracia considera que aquí los políticos “dedican más atención a sus propios intereses que a los de la sociedad”. Ellos dirán que a los intereses del partido, en realidad, pero el matiz se queda en la superficie, no cambia el fondo del asunto.

Unidas Podemos nació contra el PSOE igual que contra el PP, para luchar contra el bipartidismo, y por lo tanto ya desde sus orígenes fue una formación enemiga, como lo han sido otras a la izquierda de la calle Ferraz, el Partido Comunista o Izquierda Unida, con las que, sin duda, los ejecutivos de Felipe González o José Luis Rodríguez Zapatero se podían llegar a entender en cuestiones sociales, pero siempre y cuando aceptaran que el liderazgo lo llevaban ellos. La desconfianza, por lo tanto, siempre ha sido mutua, y ahora también. Y no es un buen punto de partida, en eso tienen razón tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias. Lo que ha ocurrido o está a punto de ocurrir es la historia de siempre, amplificada por los nuevos tiempos, tan llenos de altavoces, cámaras y pantallas.

Pero hay algo muy distinto, y es que esta vez el PSOE mira más que nunca a una derecha que también lo es más que nunca, y eso ha hecho todavía más complicado el entendimiento, como es lógico. Tal vez es porque en una cosa sí que coincidía con Ciudadanos, y era en el auténtico rival a batir, aunque fuese por causas distintas, que no es otro que UP. En cuanto parece que ha surgido la oportunidad de echarlos a un lado, como hace siempre la formación naranja al situarlos entre las fuerzas anticonstitucionalistas, Albert Rivera, que da más giros de ciento ochenta grados que un campeón de patinaje artístico, se ha vuelto a poner el traje de estadista y le ha ofrecido al PSOE abstenerse en la investidura y dejarle permanecer en la Moncloa pero en libertad condicional. Según él, cuenta con el apoyo de Pablo Casado, que está dispuesto a escuchar la oferta, y para quien piense que resultaría sorprendente que aceptase un papel de adjunto a Rivera, al que no sólo aventajó en los últimos comicios sino que también le saca dos cabezas en todos los sondeos, él mismo ya se ha adelantado a los acontecimientos, asegurando que esas propuestas son suyas, letra a letra.

¿Cuáles son esas tres reglas que le ponen Rivera y Casado a Sánchez? Que rompa su pacto en Navarra, corte con Bildu y se alíe con la marca de los conservadores en esa región; que se planifique y deje listo para su aplicación un nuevo artículo 155 en Cataluña, en el caso de que los líderes independentistas desobedezcan una posible condena a los encausados del procés, y que se comprometa por escrito a no indultarlos y que se firme una renuncia a subir los impuestos. Mal empieza la cosa, si resulta que las tres condiciones, de entrada, son cuatro, pero el presidente ya ha declarado que no la ve de imposible cumplimiento, ni que puedan ser “obstáculos reales para que PP y Cs se abstengan.” ¿Y por qué? Pues exactamente por lo mismo que dice Casado, porque son suyas. O sea, que si los tres son el padre de la criatura, seguro que la cosa sale adelante.

La cuestión moral y la práctica son evidentes. La primera es que muchos se preguntarán si un candidato socialista puede ser presidente de la mano de los mismos que van abrazados a la ultraderecha. La segunda es lo que pasará a partir del día siguiente, cuando los mismos que hayan propiciado la investidura, embistan, porque lo harán, no son compañeros de viaje sino la oposición, y su tarea no es afianzar a los socialistas, sino desbancarlos. Así que en esto, como en casi todo, la pregunta no es sólo qué vas a conseguir, sino quién te lo va a dar y si merece la pena aceptar la ayuda de quien te tira un salvavidas que está deseando agujerear. El tiempo lo dirá, y será pronto.

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