Bajarse de la hipérbole no es fácil

En política, la hipérbole permanente puede servir para calentar y usar en una campaña electoral, pero como estrategia de oposición tiene el riesgo de ejecutar al que la practica. No es creíble, no es eficaz y te puede convertir en inútil. Instalarse en la exageración arrastra a la comodidad del argumento fácil. Y atacar sistemáticamente al Gobierno desde el trazo grueso está colocando al PP en una zona de confort donde el golpe dialéctico sustituye a la obligación de ofrecer alternativas. Con el apocalipsis del peligroso antisanchismo, el PP acaba en los lugares comunes del argumentario de partido. Y le pasa casi todo el tiempo, en demasiados temas. Los pactos son con “encapuchados”, las políticas son “asaltos” al Estado de Derecho y la entrada del Estado en Telefónica es una toma de control. Así ha vuelto a ocurrir en un asunto donde el PP, por su vinculación orgánica y de intereses cruzados con la empresa, debería tener algo que decir. El jefe del área de economía del PP, Juan Bravo, buen economista con kilómetros de experiencia de fondo, lo ha liquidado como un acto de "populismo" que amenaza con "romper" el mercado. Argumento fácil, más propio del dominio financiero de Santiago Abascal, que ni Feijóo puede sostener.

La entrada del Estado en Telefónica supone un punto de inflexión de las privatizaciones consumadas por Aznar, la mayor desinversión del Estado en sus sectores clave para acabar en manos de unos pocos amigos. En un contexto distinto, Telefónica recupera control y seguridad frente a las amenazas de un capital opaco extranjero. Entra el Estado para neutralizar a otro. Porque todo en Arabia Saudí es un arma geopolítica. El petróleo, el deporte, el fondo soberano multimillonario e hiperactivo que desde la pandemia ha intentado parasitar empresas estratégicas europeas. Un obús con entrada por la puerta de atrás como ocurrió en Telefónica y que, cual artefacto con temporizador, no sabes cuándo, por qué o con qué intenciones acabará explotando.

No hace falta ser un experto para dimensionar cómo con la entrada de los saudíes la mayor compañía de telecomunicaciones española tenía un factor de riesgo impredecible. El control de una monarquía saudí, antidemocrática, que no está auditada ni responde ante ningún organismo internacional, necesitaba un dique similar al de otros países europeos. Poner un parche también es una solución. Lo hace la Italia de Meloni, la Francia de Macron y la Alemania de Scholz; la ultraderecha, el liberalismo y los socialdemócratas controlan parte del accionariado de sus “telecos”. La ministra Margarita Robles daba un dato en los pasillos del Congreso a modo de ejemplo. Más del 80% de las comunicaciones de Defensa pasan por Telefónica, desde la seguridad a las localizaciones del ejército y el CNI. Una brecha que estaba abierta a los saudíes. 

Al PP le está pasando como a Junts. Cuando tiene que volver a hacer política le cuesta justificar sus palabras ante los suyos y termina enredado en estrategias ‘boomerang’

Si el PP lo único que tiene que aportar a la entrada en Telefónica es que la reacción del Gobierno –ante una de las amenazas líquidas más complejas de esta década– es un acto de “populismo” es no tener nada que decir. Solo queda guardar la hemeroteca para ver cómo en el futuro utilizan ese 10% antes que revertirlo. 

Lo malo del exceso verbal como marca propia es la dificultad que tiene la hipérbole para bajarse de ella. Y es que desandar ese camino no es fácil. En esto, al PP le está pasando como a Junts. Cuando tiene que volver a hacer política le cuesta justificar sus palabras ante los suyos y termina enredado en estrategias boomerang. Feijóo pudo haber resuelto la reunión con Sánchez hace diez días. Llamarlo “blanquear” al presidente, además de anti político, le lleva a un contorsionismo imposible para terminar aceptando la reunión. Elegir el Congreso y no La Moncloa no perjudica a Sánchez, aunque la estrategia sea esa, y Feijóo se coloca en el lugar del resto de portavoces de grupos parlamentarios. Feijóo tira por la borda la foto del líder de la oposición en la escalinata de La Moncloa mientras sus presidentes autonómicos se hacen fotos con Teresa Rivera en Doñana y brindan en Valencia con Óscar Puente. Queriendo despreciar a Sánchez, Feijóo renuncia al único sitio que puede ocupar él. En la partida que el PP cree jugar con Sánchez, sus cartas están dadas la vuelta. 

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