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La economía, según Feijóo

La política económica del PP intenta desplegar una solvencia que de momento ni es tal ni responde al contexto de la crisis por la invasión rusa de Ucrania y su impacto nacional y europeo. Desde el congreso de los populares donde Alberto Núñez Feijóo se proclamó presidente, ha tenido dos meses para preparar el primer combate directo con Pedro Sánchez. El patinazo con la prima de riesgo, una variable de Estado, pone en evidencia la intención de meter miedo con los datos económicos y da a entender que el discurso no es suyo, lo memorizó sin comprender el dato. El error, más de principiante que de barón curtido, se suma al de Ayuso, cuando en el programa matinal de Carlos Alsina confundió la inflación con el índice de precios.

De momento, el PP avanza más por desgaste del contrario que por méritos propios, con una ausencia total de encaje con el programa económico de los populares europeos. En un contexto de incertidumbre, con la inflación desgastando a pequeñas empresas y familias, en el discurso económico de Feijóo no hay rastro del Estado protector. Tras la pandemia, toca defender el resorte del Estado como garante y protector de lo público. En plena guerra en suelo europeo, con la incertidumbre temporal de hasta cuándo durará, también. 

Si algo está claro, más allá de cualquier experto en economía, es que la inflación profundiza los conflictos distributivos. Se trata de repartir costes, no de bajar impuestos y desmantelar lo público. Negarse a repartir los beneficios multimillonarios de las empresas también es recortar. No meter mano a las eléctricas, a las petroleras, a las multinacionales que están batiendo récords de caja mientras las familias cuentan los euros para hacer la compra, también es recortar. Con esta fórmula, todavía inexplorada, no se atrevió Feijóo, ni rastro del reparto fiscal en el primer discurso en el Senado de Feijóo.

Las elecciones autonómicas en Castilla y León y Andalucía, ambas adelantadas por el PP, abren el debate de si consumará la segunda entrada de la ultraderecha en el poder. De ahí no pasa el debate para el PP. De momento, no están sirviendo a Feijóo para exponer un modelo solidario ni en lo territorial ni en lo social. Madrid, aspiradora fiscal de España, socaba la recaudación del resto de territorios. Ni contrapeso para el resto de autonomías ni para el Estado. Bajar impuestos es la fórmula, una medida casi del ‘rincón del vago’ si no va acompañada de un plan de modernización y otro sobre cómo compensar el desmantelamiento del estado de bienestar cuando se vacía la caja pública.

Son las grandes empresas las que concentran los beneficios en época de bonanza, las que se han beneficiado de las políticas expansivas de los bancos centrales tras la gran recesión, las que se beneficiaron del auge disparado de las bolsas

El Banco Mundial y distintos organismos internacionales han advertido sobre la posibilidad de un retorno de la estanflación similar a los años 70, un contexto donde los precios siguen subiendo mientras la economía se estanca. Distintos ministros del Gobierno describen off the record la posibilidad real de ese escenario. Según el relato de esos años, la espiral de inflación se disparó provocada por unos sindicatos demasiado fuertes que reclamaban constantes mejoras salariales. Según recoge el Financial Times, a raíz de un comunicado de la Reserva Federal estadounidense, en los años 70 se controló la inflación no tanto con subidas de tipos de interés sino a través de bajar los sueldos y laminar los derechos de los trabajadores.

Por más que la vicepresidenta económica Yolanda Díaz y los agentes sociales estén llegando a acuerdos importantes para los trabajadores, en lo global no estamos en un contexto de sindicatos fuertes y una clase trabajadora capaz de doblegar a las grandes empresas. Al contrario, las grandes empresas y las grandes fortunas tienen demasiado poder. Son las grandes empresas las que concentran los beneficios en época de bonanza, las que se han beneficiado de las políticas expansivas de los bancos centrales tras la gran recesión, las que se beneficiaron del auge disparado de las bolsas. Sirva de ejemplo nacional Inditex, que acaba de batir su récord de ventas y beneficios pese a provisionar 216 millones por la guerra de Ucrania. O cómo gobiernos conservadores y liberales, Reino Unido o Italia, han endurecido la fiscalidad de los beneficios caídos del cielo de eléctricas y petroleras. Y mientras la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, reconoce que el mercado eléctrico europeo “ya no funciona”, Feijóo se atrinchera en la matraca cortoplacista de bajar impuestos.

Si en los 70 se intentó doblegar las condiciones laborales de los trabajadores, hay toda una escuela de expertos que apuntan a que ahora toca doblegar al capital. El discurso de Feijóo en el Senado ha tomado partido por los de siempre. Le toca al Gobierno seguir moviendo ficha para que no pierda fuelle solo por desgaste.

El Gobierno ha ejecutado reformas importantes (Ingreso Mínimo Vital, SMI, ERTE, reforma laboral, pensiones) pero no ha actuado con suficiente contundencia sobre las fuentes estructurales de la desigualdad. Ante el discurso vacuo de la bajada de impuestos, al Ejecutivo le toca abordar –o renunciar y asumir las consecuencias– la parte ambiciosa del programa de la coalición: ley de vivienda, impuesto a los beneficios caídos del cielo, pacto de rentas y reforma fiscal. El miedo a la ultraderecha ya no funciona, lo que llenará las calles y cambiará gobiernos es que las familias teman no llegar a fin de mes.

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