Galicia, punto y aparte

Pasada la resaca electoral, el panorama político vuelve a coger la forma donde dejamos la legislatura antes de las gallegas. Ahora que baja la espuma de las celebraciones, van tocando suelo algunas certezas. Las expectativas, el nerviosismo del PP y los errores de campaña de Feijóo, sumados al tirón del BNG, hicieron pensar en la posibilidad de un cambio de gobierno. Sin embargo, Galicia lleva 40 años en manos del PP y el PSOE doce años como tercera fuerza. Es evidente que los socialistas necesitan reflexionar sobre la pérdida de poder territorial y la debilidad estructural de comunidades donde el PP está apalancado en la mayoría absoluta. Pero tras el 28M, la réplica gallega no tiene una lectura exportable.

La reflexión de fondo del PSOE pasa por analizar las debilidades estructurales y las coyunturales. Aun con esas, Galicia no explica casi nada. Que los socialistas gobiernen solo en tres comunidades no implica la ausencia de modelo territorial. Lo tenía en Extremadura, Guillermo Fernández Vara ganó las elecciones pero perdió 40.000 votos, el PP pactó con Vox y no pudo gobernar. Ximo Puig tenía su modelo valenciano, de hecho tuvo más votos que en las anteriores elecciones pero se hundieron las marcas a su izquierda. Lo tenía también Javier Lambán, y perdió Aragón. También Salvador Illa lleva varios años con una carrera de fondo para ganar la Generalitat y borrar la autodeterminación de la gobernabilidad catalana. 

Entonces, ¿qué pasó el 28-M? ¿Fueron las políticas del PSOE con ERC? Pudo afectar algo. ¿La campaña contra Sánchez? También. ¿Puro desgaste de ciclo? Seguramente. ¿La desconexión de algunos territorios con el voto joven? Es otro factor. ¿Galicia se ha hundido entonces por la ley de amnistía? No hay un solo argumento que explique esto. Cada territorio tiene su lectura. Ni Pedro Sánchez ni la amnistía sirven como respuesta única. Así que el PSOE tendrá que buscar las razones de un mapa autonómico donde no les queda casi nada. 

Las gallegas son un espejo de las debilidades de ambos partidos. El triunfo del PP también es una réplica del 28-M. Ganan en otra comunidad sin resolver el modelo nacional. Hablan de conciliación en Galicia y exportan la guerra política para forzar otro adelanto electoral. Feijóo celebró el triunfo señalando cómo el PP gallego gobierna “para todos”, “no es un partido contra nadie”, “ni clasifica en buenos y malos”. Precisamente lo contrario a la estrategia de Génova. Lo reconoció en el mismo discurso. “Concentrar el voto contra el independentismo y el sanchismo”. El ejemplo más claro de la ausencia de modelo de gobernabilidad fue cómo ignoró a Vox. El domingo electoral, la ultraderecha no entró en el parlamento autonómico. Es la única comunidad donde no ha penetrado y por tanto donde no han pactado. Lejos de agitar ese triunfo, Feijóo ni lo nombró. No puede. Los necesita. Y ese es su techo, apostarlo todo a la mayoría absoluta o a sumar con Santiago Abascal.

El triunfo del PP también es una réplica del 28-M. Ganan en otra comunidad sin resolver el modelo nacional. Hablan de conciliación en Galicia y exportan la guerra política para forzar otro adelanto electoral

La legislatura, el PSOE y el PP continúan siendo herederos del 1 de octubre. Pedro Sánchez, en la vía “de la necesidad virtud”, ha absorbido la situación post traumática del procés. La solución pasó primero por ERC, ahora por Junts, con parada estratégica en Cataluña y la estrategia de ocupar el espacio del PSC mediante la política y no la confrontación. Feijóo, lejos de buscar un cierre a la fractura catalana que está cada vez más cerca, agita el a por ellos

Esta semana tuvo lugar en Madrid el desembarco de la patronal Foment del Treball, con importantes representantes de la empresa catalana, caras de la antigua convergencia e incluso activos políticos del procés. Un sector conservador que o bien dio la espalda al rupturismo de Artur Mas o se embarcó en el 1-O. Empresarios catalanes con excelente sintonía con el PP que aprueban la amnistía. Evidenciando la realidad de cómo lo que sirve en Cataluña a izquierda y derecha, pone en pie de guerra a Madrid. 

Las elecciones gallegas han servido para dar aliento y afianzar el liderazgo de Feijóo. Pero también para poner en evidencia su contradicción de fondo. O mentira, según a quien se pregunte. Del Puigdemont a prisión a los indultos con condiciones. Parte de su base social en Cataluña ya ha cruzado ese puente, mientras el PP sigue enrocado en alentar la guerra judicial.

Así que el post de las elecciones gallegas nos deja donde estábamos hace dos semanas. El PP ganando en lo territorial y el PSOE gobernando con una legislatura por delante. No hay nuevo ciclo. Aunque habrá nuevas guerras y nuevas turbulencias a ambos lados. 

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