Teléfono rojo

¿Ha renacido la socialdemocracia europea?

Son muchas las voces que tras la victoria de Scholz en Alemania se han aventurado a predecir un renacimiento de la socialdemocracia en Europa. Ante este optimismo, conviene dar un paso atrás y plantear si estos resultados permiten vaticinar semejante cambio de paradigma.

En primer lugar, es esencial contextualizar la victoria socialdemócrata alemana. Lejos de ser una victoria decisiva, ha sido el resultado de una correlación de debilidades en la que Scholz ha sabido aprovechar los errores que Baerbock y Laschet han cometido durante la campaña. Además, es importante incidir en el hecho de que Scholz se ha presentado como el auténtico continuador del legado del merkelianismo. En este sentido, la agenda social que pueda llevar a cabo sigue siendo matizable, puesto que parece que tendrán que apoyarse en los liberales y en un partido Verde extraordinariamente a la derecha en un país donde las reglas de déficit parecen grabadas en piedra.

Asimismo, resulta crucial contrastar el resultado del SPD en Alemania con la tendencia general de los partidos socialdemócratas europeos, que en los últimos veinte años han visto su apoyo electoral reducirse a mínimos históricos:

Imagen: tres medidas de los resultados electorales de los partidos socialdemócratas europeos

Lo siento, pero da igual que recicles

En tercer lugar, es fundamental comprender las debilidades estructurales a las que se enfrentan los socialdemócratas en términos de su base electoral. Como explican Benedetto, Hix y Mastrorocco en un célebre artículo, la coalición electoral entre trabajadores industriales y trabajadores públicos que permitió los años dorados de la socialdemocracia se ha desmoronado en la última década por tres dinámicas: la reducción del número de trabajadores industriales, disminución de la lealtad de voto de estos dos grupos y la incapacidad de atraer el voto de las nuevas clases medias. Este desmoronamiento, junto al hecho de que los partidos parecen encontrar enormes dificultades para conectar con el voto de los más jóvenes, no presagian un futuro sencillo para la socialdemocracia europea.

Entonces, ¿con qué tenemos que quedarnos tras estas elecciones alemanas? Más que hacia un renacimiento de la socialdemocracia, los resultados de estas elecciones parecen confirmar que el péndulo político europeo se mueve hacia un escenario de fragmentación política que comenzó entre el voto a los partidos de izquierdas y ahora parece afectar tanto al centro-derecha como a la derecha radical. Una polarización que el SPD ha sabido aprovechar en Alemania. Cerrado el momento anti-establishment que surge en 2008, la clave será si a través de estrategias heterodoxas los partidos socialdemócratas lograran mantenerse en un porcentaje de voto suficiente como para negociar coaliciones con partidos post-comunistas, verdes o liberales. No obstante, otro debate es hasta qué punto permiten seguir hablando de principios socialdemócratas algunas de estas estrategias heterodoxas, como por ejemplo reclamar el legado del merkelianismo en Alemania o competir por el voto anti-inmigración en Dinamarca.

En conclusión, no debemos confundir la extensión de la fragmentación política entre la derecha con un renacer de la socialdemocracia europea.

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