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De la rendición de cuentas judicial al periodismo libre de bulos: la larga lista de reformas pendientes

Apoyar la amnistía

Soy de los que han cambiado de opinión. Ahora, creo firmemente que la amnistía en Cataluña puede ser una extraordinaria oportunidad de resolver una tensa situación en la que entiendo que la mayor parte de los españoles no nos sentimos cómodos. Antes del verano, no pensaba así. Siendo sinceros, ni siquiera me lo planteaba como opción. Supongo que, si alguien me hubiera preguntado, la hubiera considerado como aconsejable, pero, posiblemente, me hubiese parecido demasiado pronto para plantearla a corto plazo.

La iniciativa de Pedro Sánchez de promover la amnistía, como consecuencia de la exigencia del independentismo para apoyar su investidura, ha abierto la posibilidad de que todos nos planteemos si deseamos el reencuentro o mantener la confrontación abierta en 2017. Dudo que, si estuviéramos a las puertas de unas elecciones, una medida como esta se hubiera llevado a cabo. La tormenta política que hubiera generado hubiese sido difícil de soportar en mitad de un proceso electoral. La derecha en España no es mayoritaria, pero en su capacidad de hacer ruido es imbatible.

Consulta a la militancia 

Los militantes socialistas deberán en los próximos días avalar o no la propuesta de su secretario general para gobernar mediante un pacto que implica la aceptación de la amnistía. Creo, como la mayoría de los opinadores, que dirán que sí. La práctica totalidad de los militantes desean sin duda que su partido gobierne cuatro años más. Además, una amplia mayoría de ellos, según las encuestas, ha aceptado ya la idea del pacto con los partidos independentistas y la consiguiente amnistía.

La derecha en España no es mayoritaria, pero en su capacidad de hacer ruido es imbatible

Una vez aprobada la consulta, el cambio de opinión de Pedro Sánchez queda democráticamente avalado por el PSOE. Pedro Sánchez habrá cambiado de opinión como los militantes del PSOE y como millones de votantes que han acabado por asumir la disyuntiva que hizo famosa el portavoz peneuvista, Aitor Esteban, al explicar su negativa a apoyar un gobierno respaldado por PP y Vox: “Entre Feijóo y Abascal o amnistía, elijo amnistía".

Creer en la amnistía

Una cuestión es apoyar la amnistía, para hacer posible un gobierno que impida la llegada al poder de la derecha radical en España, y otro asunto es creer realmente en la amnistía como una buena iniciativa política. Tengo la convicción de que somos muchos, y que vamos a ser cada día más en los próximos meses, los que creemos que la amnistía puede ser realmente una histórica medida para recuperar la convivencia en Cataluña, rota por el movimiento secesionista hace más de seis años.

Ahora, los mismos que desataron la división aceptan buscar una fórmula para recuperar la coexistencia democrática y civilizada. Los que respondimos hace seis años a su ataque a la convivencia situándonos frente a aquella forma de actuar, tenemos en esta coyuntura la posibilidad de volver a la lucha. Ahora, no para detener el desvarío, sino para recuperar la paz y la armonía. De momento, es mucho más estimulante y gratificante. Se trata de luchar por la esperanza y no de la angustia de pelear por evitar una tragedia. 

Por imperativo legal

En tiempos de conflicto, los reproches y los ataques al enemigo ayudan a alimentar la fuerza para resistir en el combate. En tiempos de reconciliación, carecen de sentido. Suponen caminar en dirección contraria al reencuentro. Será importante en las próximas semanas entender que cada uno necesitará escribir su propio relato individual de cómo ha llegado hasta aquí. Es un margen que da la libertad individual y que facilita salir de posiciones encastilladas. Lo trascendente es el movimiento, más allá de la autojustificación que cada uno quiera darse a sí mismo y ante su entorno. Asumo que hay gente que no comparte esta idea y sólo entiende la reconciliación previa sumisión pública por parte del otro.

Parece quedar fuera de toda duda la voluntad de las partes de realizar un acuerdo dentro del marco legal que dibuja la Constitución. No hay otra alternativa. De no asumir esta premisa, la ley de amnistía sería inviable y volveríamos a la casilla anterior. Todas las miradas estarán centradas en ese esperado preámbulo que ha de ser obligatoriamente intachable, aunque para algunos suponga aceptarlo por el famoso imperativo legal que tan a menudo ha formado parte de multitud de juramentos políticos.

Reconciliación 

Con los años, uno aprende que no es verdad que el tiempo lo cure todo. Hay daños irreparables que nos acompañan hasta el final de los días. Se puede llegar a vivir con ellos, pero algunos son imposibles de superar. Por esto mismo, hay multitud de tropiezos y desventuras que deben sepultarse para poder disfrutar de lo realmente trascendental. 

Los desencuentros, las deslealtades y las traiciones se resuelven, si así se desea, solo desde el perdón y el olvido voluntario. No se trata de un ejercicio de bondad o inocencia. Se trata de llevar adelante la decidida voluntad de resolver un conflicto. La otra opción es querer que un enfrentamiento se cronifique. Hay poderosos motivos que ayudan a querer superar una ruptura. Un serio impedimento surge cuando el conflicto fue demasiado grave y las heridas siguen abiertas. Por suerte, no es el caso catalán, donde no se produjeron delitos de sangre ni enfrentamientos civiles de violencia irreparable.

Voluntad de querer

En ocasiones, lo vivido en común compensa en la balanza lo sufrido en el desencuentro. Si se hace ejercicio de memoria, no cabe duda alguna. El tiempo compartido en Cataluña en las últimas décadas aporta grandes logros a una sociedad que ha sido modélica en avances sociales y conformación de una comunidad de vanguardia, referente en el mundo. Si Cataluña fue noticia en todo el mundo durante los serios incidentes acaecidos hace seis años lo fue por el hecho de que se produjeran en un territorio admirado y envidiado fuera de sus fronteras.

El reencuentro aporta un extraordinario beneficio que supera amplísimamente lo que trae la confrontación. Los sentimientos positivos de vida compartidos con seres queridos que podemos perder son abrumadoramente mejores que los negativos que encontramos en el rencor, la frustración y el deseo del mal ajeno.

En conclusión

Al final, no hay duda de que compensa ampliamente una vida basada en los buenos sentimientos y que deje de lado errores cometidos, gracias al perdón y la reconciliación. No se trata de olvidar. Al contrario, se trata de recordar en todo momento lo cerca que podemos estar de perder lo que tenemos si anteponemos el escudo de confrontar con quien, en una etapa de la vida, no coincide con nuestra visión de la realidad.

Para la reconciliación, hace falta que una de las partes en conflicto cambie de posición y deje de estar en frente. Es lo que ha hecho Pedro Sánchez. Es evidente que el detonante del paso dado ha sido su interés en conseguir el gobierno progresista deseado por la mayoría de los españoles. No es menos evidente que si consigue el gobierno y, además, recuperar el entendimiento y la vida en común perdida en Cataluña y el resto de España, el logro alcanzado sería memorable.

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