Comparto piso a los treinta: Un llamado a recuperar lo que debería ser nuestro Daniel Valero 'Tigrillo'
¡Creía que nunca me lo ibas a decir!
Un conocido artista español suele contar en entrevistas sobre su vida lo duro que fue para él en su juventud llegar ante sus padres para confesarles su condición homosexual. La respuesta de su madre le dejó perplejo: “¡Hijo mío, dame un beso! ¡Creía que no nos lo ibas a decir nunca!" Las batallas sobre los relatos políticos que viven estos días algunos partidos carecen de todo sentido. Da la sensación de que tienen miedo de decirnos lo que ya sabemos de sobra. En España hay una mayoría de voto progresista que quiere un gobierno progresista. Deberían dejar de darle vueltas a ver cómo nos venden un acuerdo que está comprado de antemano por la mayoría de sus votantes.
Zapatero parece que es el primero en empezar a hablar abiertamente. Desde la misma noche del 23-J, todo el mundo sabe que la única posibilidad de formar gobierno la tiene el actual presidente en funciones. Para poder hacerla efectiva se necesita el apoyo de una mayoría parlamentaria progresista, sostenida gracias al voto de los partidos independentistas vascos y catalanes. En esta ocasión, no basta con abstenciones o acuerdos por debajo de la mesa. Se necesitan los votos y el compromiso afirmativo de esos partidos.
Contar la verdad de una vez
Llegados a este punto, parece aconsejable para la salud emocional de todos tener claro qué ocurre, de qué se habla y qué se pacta. Si analizamos con serenidad este proceso negociador, acabaremos llegando a la pregunta clave: ¿El hecho de que el acuerdo no se haya formalizado aún tiene que ver con cuestiones de fondo o con aspectos formales? Dicho en otras palabras, subyace la duda de si el problema es el acuerdo en sí o el cómo se lo cuenta cada interlocutor a los suyos. Da la sensación, escuchando a los líderes de los diferentes partidos, de que la dificultad real radica en superar su temor a aparecer como ganador o perdedor de la partida, más allá de lo que se puede llegar a pactar.
Nos encontramos en una curiosa coyuntura. Parece existir un generalizado acuerdo de todos los grupos implicados en el interés en formar un Gobierno que supere la amenaza de la llegada de la ultraderecha al poder en España, tal y como ya ha ocurrido en diferentes comunidades autónomas y en importantes ayuntamientos. Sin embargo, algunos portavoces parecen empeñados en seguir marcando distancias respecto a su compromiso de acuerdo. Normalmente, ese mensaje de incertidumbre resulta tan poco creíble como descorazonador para un electorado que desea que por fin se acabe este odioso período de interinidad.
Sumar, más cerca que lejos
En esta semana pasada, dominada por los terribles acontecimientos que se viven en Oriente Medio, se han cubierto importantes pasos en la construcción de un proyecto común de legislatura. La relación entre PSOE y Sumar no parece tener ninguna fisura trascendente. Tanto es así, que los portavoces del equipo de Yolanda Díaz no consiguen explicar qué es lo que les separa del acuerdo. Parece más que evidente que buscan no aparecer como un negociador demasiado entregado de antemano. La imagen más extendida entre la ciudadanía es que Sumar tiene más cerrada su coalición con el PSOE que, internamente, con Podemos.
Las tremendas imágenes que han llegado de Israel y Gaza nos han impedido valorar en su justa medida los encuentros de Pedro Sánchez con PNV, ERC, Bildu y Junts. El simple efecto de que las reuniones tuvieran lugar con la presencia del candidato a presidente ya tiene de por sí un valor escénico importante. El hecho de que Pedro Sánchez aparezca fotografiado con sus interlocutores certifica un sólido entendimiento aceptado en cada caso por las dos partes.
En esta semana pasada, dominada por los terribles acontecimientos en Oriente Medio, se han cubierto importantes pasos en la construcción de un proyecto común de legislatura. La relación entre PSOE y Sumar no parece tener ninguna fisura trascendente
PNV y Bildu
PSOE y PNV han asumido su compromiso casi desde el primer momento. La frase pronunciada por Aitor Esteban en la investidura de Feijóo fue toda una sentencia: “Si nos hacen elegir entre Abascal y la amnistía, nos quedamos con la amnistía”. No se puede hablar más claro. Ambos partidos saben que su destino está unido tanto de cara a este proceso legislativo como ante las elecciones en Euskadi del próximo año. El interés compartido es inapelable.
En el caso de Bildu, por fin la derecha ha conseguido alcanzar una de sus ilusiones más ansiadas, la de que se confirme un acuerdo político de la formación vasca con el PSOE. El fingido y sobreactuado dolor mostrado por tantas voces de los sectores más conservadores del país choca con una contradicción. La derecha lleva denunciando tanto tiempo acuerdos inexistentes entre el PSOE y Bildu que ahora que sí que existe no parece lógico que finjan tanta sorpresa. O era falso todo su lamento cuando no había acuerdo o es falso el actual desgarro existencial. Posiblemente, sea tan ficticio y exagerado el escándalo que parece sobrecogerles como lo era lo que tanto les apenaba mientras cantaban "¡Que te vote Txapote!"
ERC y Junts
La llamada telefónica de Pedro Sánchez a Oriol Junqueras es evidente que va mucho más allá de una simple deferencia de cara a la negociación. El hecho de que se hiciera pública con total trasparencia es la prueba inequívoca de que tuvo lugar, precisamente, para ser contada. Habrá portavoces que seguirán sembrando dudas sobre el acuerdo y anticipando que no hay nada decidido. Si así fuera, es difícil de creer que hubieran aceptado hablar telefónicamente como símbolo de comunicación directa y abierta. El problema de ERC no es el PSOE, sino su pulso y sus celos con Junts.
Queda pendiente el nudo gordiano que falta por deshacer. La negociación con Puigdemont entra obligatoriamente en su recta final. Desde filas socialistas se traslada un mensaje de ilusión y optimismo en la negociación, mientras los portavoces de Junts insisten en hacerse los duros y presentarse ante la opinión pública con el ridículo argumento de que ellos son los únicos que tienen algo valioso que vender y poco interés en conseguir nada. El discurso es tan infantil que da la sensación de que esconde una auténtica dificultad. Aparentemente, el gran problema de Puigdemont y de Junts es el de alcanzar un acuerdo que puedan presentar como una victoria histórica de sus postulados, cuando en realidad no lo es. Se trata de hacer una transición narrativa delicada entre lo que se firma y se tiene que explicar y lo que se ha mantenido estos años atrás.
Conclusión
Los catalanes y el resto de los españoles tienen una idea bastante nítida de lo que ocurre. Todos los votantes progresistas saben, como dijo Aitor Esteban, de qué se habla. Y la mayoría lo tiene mucho más claro que sus temerosos líderes, preocupados por cómo contarles lo que van a hacer. ¡A ver si de una vez nos dicen lo que ya sabemos!
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