¿Fue don Miguel de Cervantes homosexual?

Acostumbrados a cabalgar por las llanuras y las sierras del mundo en busca de libros, recuerdo la alegría que sintieron mis manos y mis ojos cuando apareció ante ellos la Numancia de Miguel de Cervantes, publicada por la editorial Signo en 1937. Se trata de la versión actualizada que Rafael Alberti preparó en un Madrid sitiado por el ejército golpista para identificar la resistencia popular republicana con la lucha heroica de los numantinos contra el Imperio romano. Una obra escrita por Cervantes entre 1580 y 1587, El cerco de Numancia, sirvió para que la poesía y el pueblo madrileño cantasen el “No pasarán” ante los bombardeos de Hitler y Mussolini.

Cuando el ejército golpista venció, poniendo el patriotismo al servicio de la destrucción de la Patria, hubo en España una lectura franquista de Cervantes, resumen del heroísmo nacional que había luchado contra los turcos en Lepanto y había encarnado en las letras una gloriosa estirpe hispánica. Fue lógico que Cervantes y don Quijote, ante esa lectura franquista, prefiriesen salir al exilio y vivir en Argentina o en México, de la mano de León Felipe, María Teresa León, Américo Castro o Francisco Ayala. El caballero vencido dio pie a muchas reflexiones sentimentales, gracias a un soldado que nos enseñó a hablar y escribir.

La literatura se mete dentro de los acontecimientos para llenar de vida las fechas y recordarnos que las ilusiones o los miedos más íntimos viven dentro de la Historia. Por eso es muy sensata la consideración quijotesca de que los poetas nos cuentan la historia como debió ser y los historiadores la cuentan, o debieran contarla, como en realidad fue.

El debate se da entre los que necesitan hacer de Cervantes un homosexual comprometido en un tiempo difícil y los que consideran una ofensa patria acusar de maricón al autor de nuestro 'Ingenioso Hidalgo'

¿Y Cervantes? ¿Fue homosexual? Es una pregunta que se ha convertido en debate de actualidad después de El Cautivo, la película de Alejandro Amenábar en la que Cervantes se ve obligado a decidir entre mantener una historia de amor en Constantinopla con el rey de Argel o volver a España para dedicarse a la literatura. Según la mentalidad de cada tiempo, a lo largo de los siglos, hemos visto diversas interpretaciones de Cervantes. Ahí están: un Cervantes fracasado, popular, neoclásico, romántico, más inglés que español, más francés, republicano de Azaña, antifascista, fascista, exiliado y padre de la normalidad democrática. La vida es una lotería sorteada el 23 de abril. En una cultura que defiende la diversidad, ahora toca normalizar la posible homosexualidad de Cervantes. Y el debate se da entre los que necesitan hacer de Cervantes un homosexual comprometido en un tiempo difícil y los que consideran una ofensa patria acusar de maricón al autor de nuestro Ingenioso Hidalgo.

Aconsejo la lectura de un libro de José Manuel Lucía Megías, Cervantes íntimo. Amor y sexo en los Siglos de Oro (Plaza y Janés, 2025). Cervantista reconocido, catedrático en la Universidad Complutense y poeta, José Manuel ha defendido su propia homosexualidad de manera abierta en libros como El hombre que yo amo (Huerga y Fierro, 2025). Su experiencia vivida en los últimos años de la dictadura franquista y en la democracia, le ha enseñado a pensar entre la realidad y el deseo, a dialogar con los armarios de su existencia y a declarar su amor por un hombre de manos grandes, unas manos que pudieran ser de panadero.

Con su sabiduría cervantina, analiza uno a uno los argumentos que se han utilizado con más seriedad o más desfachatez para afirmar que Cervantes fue homosexual. Su conclusión razonada es que no hay ninguna prueba que lo demuestre. José Manuel Lucía Megías nos da una muestra de honestidad intelectual. Se agradecen dos cosas. Primero, el rigor con el que interpreta los argumentos que, movidos por los vientos de las coyunturas sociales, se dejan arrastrar para defender la homosexualidad de Cervantes. Después, el descrédito de todos los que se revuelven de manera indignada al creer que la posible homosexualidad de Cervantes supone una ofensa para la literatura española. No es esa la discusión, ni sobre Cervantes, ni sobre la película de Amenábar.

La honestidad intelectual de José Manuel es una buena lección para todos los que unimos la cultura con el progreso, la dignidad humana y la defensa contra los agresivos pensamientos reaccionarios. Ni hace falta que Cervantes fuese homosexual para defender la dignidad del deseo homosexual, ni puede asumirse a estas alturas que la homosexualidad de Cervantes sea una ofensa contra la Historia. Aunque tal y como está el patio, dan más miedo los ofendidos que los lenguaraces.

Acostumbrados a cabalgar por las llanuras y las sierras del mundo en busca de libros, recuerdo la alegría que sintieron mis manos y mis ojos cuando apareció ante ellos la Numancia de Miguel de Cervantes, publicada por la editorial Signo en 1937. Se trata de la versión actualizada que Rafael Alberti preparó en un Madrid sitiado por el ejército golpista para identificar la resistencia popular republicana con la lucha heroica de los numantinos contra el Imperio romano. Una obra escrita por Cervantes entre 1580 y 1587, El cerco de Numancia, sirvió para que la poesía y el pueblo madrileño cantasen el “No pasarán” ante los bombardeos de Hitler y Mussolini.

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