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El bombardeo de Gernika, hoy. Del discurso de Zelenski al 85 aniversario (4/5)

Los amables lectores me permitirán que escriba lo que sigue con una cierta sonrisa. El informe de Von Richthofen 2, incompleto porque solo versó sobre los efectos de los bombardeos en tres ciudades vizcaínas, permite tirar a la papelera las sesudas —pero infantiles— disquisiciones sobre si Gernika era un objetivo militar genuino o no, sobre si se quiso destruir una fábrica de armas o no, sobre si la aviación nazi-fascista y el alto mando español actuaban coordinados o no, etc. Es decir, el pan y la sal que continúa alimentando la paupérrima dieta que consumen tantos y tantos periodistas españoles alineados ya pueden ustedes suponer dónde. 

El bombardeo, se afirma, se hizo para destruir un puente de piedra sobre la ría para dificultar la retirada de las tropas vascas. ¡Caramba! No le ocurrió absolutamente nada. Gernika era, se añade, objetivo militar. ¡Caramba de nuevo! Tampoco pasó nada a la fábrica de material de guerra. En el colmo del despropósito se acentúa que no fue el primer bombardeo sobre población civil. Evidente. ¿Hay que recordar los de Madrid en el otoño de 1936?  Nadie protestó por Durango o Eibar. Ciertamente. No había periodistas que informaran a sus lectores en el extranjero, con independencia de que los daños materiales parecieran menores. Y, como clavo, el mando alemán, se arguye, lo ordenó por su cuenta. ¡Caramba por última vez!  Los nazis hacían lo que querían. Todo esto (y otros extremos que no vienen a cuento) lo ha dicho un columnista el pasado 10 de abril sin mencionar mi nombre, quizá por extraño decoro.  También se olvida que no solo fueron bombarderos los que actuaron sobre Gernika. ¿Para qué se utilizarían cazas que dispararon a placer sobre la población civil? Porque no había, evidentemente, centenares de aguerridos gudaris prestos a la defensa contra aeronaves.

¿Por qué, pues, la escandalera mundial? Por dos razones constatables. La primera es que ni el mando franquista o alemán en España esperaban la reacción que la destrucción de la villa foral ocasionó en el extranjero. La segunda, fundamental, duradera y que surte efectos todavía hoy, porque Franco, siempre al loro en su calidad de líder máximo, aprovechó la ocasión para lanzar una histérica trola con el fin de contrarrestar el anuncio al mundo hecho por el lendakari Aguirre. Rodó tanto como su régimen (la repitió varias veces) y aún sigue surtiendo efectos en una parte de la opinión pública española. Lo cito:

“Miente Aguirre. Miente vilmente (…) No hay aviación alemana ni extranjera en la España nacional. Hay aviación española. Noble, heroica aviación española que lucha constantemente con aviones rojos que son rusos, franceses y conducen aviadores extranjeros (…) Guernica no ha sido incendiada por nosotros. La España de Franco no incendia. La tea incendiaria es monopolio de los incendiarios de Irún, de los que han incendiado Eibar, de los que trataron de quemar vivos a los defensores del Alcázar de Toledo…”

La escandalera tampoco se esperaba en Berlín, adonde había llegado, en la misma noche del 26 de abril, un telegrama que hizo famoso a Talón, que lo publicó en su primer libro en 1970, en el que se afirmaba que todas las fuerzas de la Legión Cóndor atacaban al enemigo en retirada en acciones repetidas por las carreteras al norte del Monte Oiz y por el puente y carreteras al oeste (sic) de Gernica. En Berlín se corrigió oeste por este al día siguiente. 

Tan pronto estalló el escándalo en la prensa británica se pidieron explicaciones a Sperrle. En contacto con Franco apañó el tema para salir del paso (es un episodio que requeriría de por sí una serie de artículos), pero el ruido continuó. Y es en este contexto donde, por fin, saltó la liebre. Se encuentra agazapada en un informe de Von Richthofen a Kindelán fechado el 9 de agosto de 1937. Debió de escapar al ojo avizor de quienes rastrearon y eliminaron el expediente Gernika. Lo mencionaron Manuel Ros Agudo y Morten Heiberg. Lo distorsionó el eximio general Jesús Salas Larrazábal a placer. Los periodistas trapisondistas y los directivos de la FNFF pueden ir a buscarlo al Archivo del Aire. Está en el legajo A-9109. Conviene que conecten con alguien que entienda alemán porque el informe, escrito lógicamente en este idioma, se tradujo mal al castellano. No por casualidad. Conscientemente. Un truco de niños, pero ¿se pensó en que se conservaría? ¿Pasó por alto?

El párrafo crítico del informe dice así (traducido correctamente del alemán): “La situación en tierra en el frente de Vizcaya el 26 de abril de 1937 que llevó a ordenar al mando del Ejército del Norte el bombardeo aéreo del puente pegado a Gernika era la siguiente”. En la traducción oficial, que se conserva, se sustituye por: “La situación de las tropas en el frente de Vizcaya el día 26 de abril de 1937 a la que quedó subordinado el ataque aéreo era la siguiente”. No es lo mismo. ¿Qué significa el cambio? La constatación de que Von Richthofen, a pesar de toda su buena voluntad por ayudar a Franco, no pudo renunciar a indicar lo que, de una u otra manera, los mandos de la Cóndor habían indicado desde el principio y transmitido a Berlín. El ataque había sido solicitado por las fuerzas de tierra. Es decir, del Ejército del Norte. Es decir, de Mola. Es decir, en coordinación con la Jefatura del Aire. Es decir, de Kindelán. ¿Con Franco en la inopia?

En el caso de ataques a ciudades la elección de la carga debía meditarse, pues, como escribieron los analistas nazis, “el impacto moral sobre la población ha de valorarse mucho más que la eficacia real de las bombas

Los motivos para solicitar el informe son bastante claros. El 9 de agosto de 1937 se reunió en la destrozada villa foral la famosa comisión Herrán. Fue la encargada, por el mando “nacional”,  de hacer su no menos famoso informe (cuyo texto en inglés, adaptado convenientemente por los agentes franquistas en Londres, destrozó Southworth y cuya versión en castellano, debidamente edulcorada y preparada a su vez, “analizó” Salas Larrazábal). Los comisionados no iban a dudar de la palabra de los gloriosos militares, pero es indudable que estos pudieron apoyar la tesis oficial de la autoría por los vascos separatistas, apoyados o no por los mineros asturianos, con la traducción ad hoc del “informe” de Von Richthofen. 

Sin embargo, en los días precedentes al 26 de abril y en esta misma fecha el mecanismo de coordinación sobre el terreno establecido entre Vigón y Von Richthofen funcionó perfectamente. La Cóndor emitía a diario partes de operaciones y en ellos daba cuenta de lo que hacía. Un mero repaso a los fondos disponibles en el AHEA muestra pruebas abrumadoras sobre la estrecha coordinación con la Jefatura del Aire. Para exonerar a mandos, desde la cúspide a los operativos, habría que determinar fehacientemente que en la ocasión de Gernika se produjo un fallo de comunicación. 

En realidad, Kindelán no hacía la guerra por su cuenta. No podía ni debía. También habría que demostrar que las líneas de actuación comunes (que no excluían el bombardeo de poblaciones civiles) habían sido revocadas el 26 de abril. Ahora bien, ¿de dónde surgirían aquellos pensamientos, que anotó Von Richthofen en su diario, “de reducir, a pesar de todo, Bilbao ahora mismo a escombro y cenizas?” (Maier, p. 118). Los tenía Mola antes de la destrucción de Gernika. Si le desautorizó Franco, ¿por qué no se presenta la orden?

En la víspera del ataque contra Gernika, Von Richthofen se preocupó personalmente de que la artillería actuase. Era lógico, puesto que la acción aérea del día siguiente dependía de la luz verde de las fuerzas de tierra. Se desplazó al frente. Telefoneó a Vigón. Se cuidó de que los antiaéreos (que también se utilizaban como sucedáneos de artillería de campaña) tomaran posiciones y de que la observación se desplazara hacia adelante. Para más inri: al anochecer, y aun cuando no llegó a entrevistarse en Vergara con Vigón, sí logró establecer comunicación con él, pues se citaron al día siguiente, 26 de abril, a las 7 de la mañana. 

Fue entonces cuando se pusieron a punto las unidades de aviación que actuarían aquel día. Está demostrado que en este día, el del bombardeo, los contactos no se interrumpieron. A las 6 de la mañana un Vigón madrugador telefoneó a Von Richthofen y le informó brevemente de la situación. ¿No se habló de Gernika? ¡Ja, ja, ja! Una hora más tarde, como se había previsto, establecieron de nuevo contacto y Vigón expuso, con mayor detalle imagino, cómo veía la situación. 

Según un informe alemán ex post (Auswertung Rügen) los aviones solían utilizar cargas estándar con bombas de 250 y 50 kgs. Se aplicaban en acciones continuas cuando no cabía esperar modificaciones sustanciales en el tipo de objetivos a atacar. La estandarización aumentaba la eficacia y reducía el tiempo de estancia en aeródromo. En el caso de ataques a ciudades la elección de la carga debía meditarse, pues como escribieron los analistas nazis, el impacto moral sobre la población ha de valorarse mucho más que la eficacia real de las bombas”. 

¿Conclusión? En Gernika confluyeron dos formas de pensamiento: la de la coordinación tierra-aire que los alemanes experimentaban en España y la eficacia de las combinaciones de cargas de bombas por un lado y la querencia de Mola (indudablemente autorizada o consentida por Franco) de arrasar Vizcaya en lo posible.

(Continuará)

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Esta miniserie está dedicada a los políticos, periodistas y escribidores que se han pronunciado contra el discurso del presidente Zelenski y en aplicación del principio evangélico de enseñar al que no sabe. Aquí se puede leer el primer artículo de la serie, aquí el segundo y aquí el tercero.

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Ángel Viñas es economista e historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo.

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