Crimen y locura

Netanyahu y su estrategia genocida con el pueblo de Palestina demuestra una parte de la condición humana que no nos atrevemos a aceptar y reconocer, para no perder la oportunidad de recurrir a ella cuando sea necesaria. Me refiero al uso instrumental de la violencia para conseguir determinados objetivos.

La valoración social de la violencia y, en consecuencia, su integración dentro de las circunstancias que la justifican va a depender de si esas circunstancias están en sintonía con los valores compartidos por la mayor parte de la sociedad o si, por el contrario, actúan contra ellos. Cuando se dirigen contra los valores sociales hablamos de criminalidad, pero si están a favor de los mismos o dentro de los márgenes establecidos para ese tipo de comportamientos, se habla de conflicto, enfrentamiento, disputa, altercado, respuesta, reacción… y se acompaña del relato necesario que le dé sentido dentro del contexto en el que se ha producido. 

La sociedad tiene dos formas para integrar la violencia interesada. Una de ellas es presentar razones para actuar violentamente y la otra es hacerlo en sentido contrario, y situar la violencia fuera de lo racional. Dependiendo de la situación que se presenta en cada caso se recurre a una u otra de las posibilidades para mantener la violencia con su correspondiente justificación.

En el genocidio de Israel en Gaza se ve de forma clara esta estrategia. En primer lugar, se utiliza el argumento de la “provocación” por el atentado terrorista de Hamas del 7-10-23, y así justificar su objetivo de conquistar Palestina y asesinar a una gran parte de su pueblo bajo la razón de acabar con los autores del atentado.

Pero como esa idea de la provocación y la respuesta no justifica las diferentes acciones que lleva a cabo como parte de su estrategia de exterminio y derrumbe moral, como ocurre cuando bombardea hospitales, masacra niños y niñas, mata de hambre a la población, asesina a periodistas y a miembros de ONG… entonces utiliza la idea de que se trata de acciones no buscadas, es decir, de accidentes o errores.

Al final el resultado es el pretendido: matar para someter y someter para matar a la población palestina.

La posición de Occidente con Israel es la de un aliado que defiende a uno de los suyos frente a quien considera “culturalmente diferente”

Y una gran parte de la sociedad internacional acepta los argumentos dados porque es la forma de defender los valores, ideas, creencias… comunes con las de los autores de la violencia. Ya lo explicamos en el artículo Guerra cultural, Hamas, Israel y Occidente (27-10-23), la posición de Occidente con Israel es la de un aliado que defiende a uno de los suyos frente a quien considera “culturalmente diferente”, aunque eso no signifique que se esté de acuerdo con cada una de las acciones que se realizan. Porque esa es la clave, no es una cuestión relacionada con la economía ni la geopolítica, es cultural. La misma violencia de Israel no sería admitida si la utilizara contra Chipre en el caso de que el atentado se hubiera producido desde allí, pero sí la justifica cuando la utiliza contra Palestina, Líbano, Yemen o Irán.

Por eso, a pesar de la barbarie y de ser testigos de cómo aumenta cada día, no se hace nada para evitarla. Al final se trata de una violencia que defiende “lo propio”, y esta siempre se justifica al nivel correspondiente, cuando se trata de un país se justifica con la guerra, y cuando es en una relación de pareja se justifica con los mitos y estereotipos creados para la ocasión, y que se mueven dentro de las dos ideas comentadas, la de la provocación de la “mala mujer” por algo que hace o deja de hacer, y la de la pérdida de control por medio del alcohol o la locura, como se ha dicho el 4-9-25 en el Congreso dentro de la vergonzosa jornada organizada por la ultraderecha. Por eso la sociedad también se muestra distante y pasiva ante una violencia que asesina a 60 mujeres de media cada año.

Lo importante es entender que la violencia es racional, y lo es en cada uno de los niveles y contextos en los que se usa. Y del mismo modo que nadie dice de un terrorista o de un narcotraficante que “deben de estar locos” cuando se conocen algunas de sus terribles acciones, tampoco debemos caer en la trampa, como me han preguntado en numerosos foros y entrevistas después de que un hombre haya asesinado a su mujer o a sus hijos e hijas, de explicar lo ocurrido por la locura.

El crimen es racional, Netanyahu no está loco, como no lo están los asesinos que matan a sus mujeres o exmujeres. Y la sociedad y quienes tienen la responsabilidad de actuar contra la violencia no pueden “hacerse los locos”.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

Netanyahu y su estrategia genocida con el pueblo de Palestina demuestra una parte de la condición humana que no nos atrevemos a aceptar y reconocer, para no perder la oportunidad de recurrir a ella cuando sea necesaria. Me refiero al uso instrumental de la violencia para conseguir determinados objetivos.

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