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Juanma Moreno, Queipo de Llano y Pico Reja

Ian Gibson

Todo el mundo sabe que el general traidor Gonzalo Queipo de Llano fue el mayor asesino de andaluces de todos los tiempos. Hace unas semanas se terminaron los trabajos de exhumación de los fusilados republicanos enterrados  en la inmensa fosa común sevillana de Pico Reja. Según ha escrito Eva Sáiz, “la mayor de España y la segunda mayor de Europa Occidental después de la de Srebrenica (Bosnia Herzegovina)”. Las exhumaciones  empezaron en 2020. Las víctimas totalizan 1.786 represaliados por el régimen criminal inaugurado en 1936 con el apoyo previo de Mussolini y Hitler. Juan Manuel Guijo, el antropólogo director de las obras, ha declarado dicho  (El País, 3 de abril):  “En la fosa no descansan en paz porque están en posiciones inverosímiles; luego se desplazan, se les acumulan otros cadáveres sin ningún protocolo funerario. Eran... los parias de la época. Esta es la fosa de los despojos. Pico Reja es la morfología de la represión franquista”.

He podido constatar que, durante los dos años que duraron las exhumaciones, el presidente de la Junta de Andalucía, el casi siempre risueño y rebosante de bonhomie  Juanma Moreno, no puso los pies una sola vez en el recinto para expresar su solidaridad con las familias de las víctimas y su dolor por lo ocurrido. Lo cual constituye una vergüenza ante los ojos de la  Europa democrática y del mundo entero. Supongo que Moreno se considera católico, incluso buen católico. Si es así se equivoca. Ya lo sabemos: según Cristo, el segundo mandamiento más sagrado después de amar sobre  todas las cosas a Dios, es respetar al prójimo como a uno mismo. Los ganadores de la guerra y su prole siguen siendo mayormente nostálgicos del régimen criminal de Franco, régimen que jamás han denunciado públicamente ni el llamado rey emérito ni su hijo, nuestro actual Jefe de Estado. A los españoles no se les ofreció en la Constitución de 1978 la posibilidad de elegir entre una república y los borbones repuestos por Franco. El pueblo, sin tener otra opción, dijo que sí, y estamos viendo las consecuencias.  

El PP, y no digamos Vox, se niega a expresar sentimientos cristianos hacia las víctimas del otro bando. El fascismo, claro, es incompatible con la religión de Jesús

Como sabe todo el mundo, Quipo de Llano, nacido en Tordesillas  en 1875 (el mismo año que Antonio Machado) y muerto en 1951, estuvo hasta el otro día enterrado con todos los honores en la basílica de La Macarena. O sea, una nimiedad de 70 años. Por fin, gracias a este Gobierno y la nueva Ley de Memoria Democrática,  desde principios de noviembre pasado ya no está allí. Tampoco otro despiadado, el general Bohórquez, su auditor militar. Claro que la Junta presidida por Juanma Moreno no expresó su satisfacción por la iniciativa, mientras Feijoó, por su parte, nos regaló al respecto otra de las genialidades a que nos tiene acostumbrados:  “La política debe dejar a los muertos en paz”.

Cuando visité la basílica en 1992, la inscripción sobre la tumba del genocida empezaba: “Aquí reposa en la paz del Señor el Excelentísimo Sr. D. Gonzalo Queipo de Llano y Sierra!” ¡En la paz del Señor aquel energúmeno que recomendaba por la radio que sus legionarios y moros violasen en los pueblos a las mujeres de los rojos maricones y conociesen así por fin a hombres de verdad!   

Lo primero que hice el otro día al bajar del AVE fue visitar otra vez la Macarena. ¡Qué maravilla constatar con mis propios ojos que el verdugo y su placa ya no estaban!  Había bastantes sevillanos allí celebrando con alivio lo ocurrido, incluso bailando fuera y cantando. Se sentía en el ambiente un enorme alivio.  

El PP,  y no digamos Vox, se niega a expresar sentimientos cristianos hacia las víctimas del otro bando. El fascismo, claro, es incompatible con la religión de Jesús. 

Muchas veces he hablado de la decencia del alcalde popular de Málaga, Francisco de la Torre, que no impidió la masiva exhumación de los “rojos” del cementerio de San Rafael de aquella ciudad y que participó, con discurso de reconciliación incluido, en la inauguración del monumento en su memoria. Yo también estuve y no olvido su dignidad en aquella ocasión... y otras muchas.  

Lo mismo se podría hacer en toda España si las derechas fuesen de verdad cristianas. Pero muchas no lo son y siguen con la vil cantinela inane, repetida hasta la saciedad, de que buscar a las víctimas del otro bando es reabrir heridas: heridas que jamás se han cerrado. ¡Ellos, que durante la dictadura desenterraron a los suyos y les dieron decente entierro! 

Mantengo que, hasta que no se acabe, con el imprescindible respaldo de la derecha moderada, la exhumación de todas las víctimas de la guerra y de la dictadura, la auténtica reconciliación de este país es una quimera. Una imposibilidad. Una entelequia. ¡Qué tragedia más inmensa y qué desastre cuando se piensa en lo que podría ser España si hubiera concordia entre sus ciudadanos! Menos mal que por fin Podemos ha superado el problema de Irene Montero y ha optado por unirse sin fisuras a Sumar. Entre tanto, Feijóo ha prometido derogar la Ley de Memoria Democrática si accede al poder (con el apoyo, claro, de Vox). No dudo que lo dice en serio.  El PP votará cada vez que haga falta con el partido de Abascal, que al fin y al cabo es la misma gente, aunque más extrema. Ruego a mis dioses que el PSOE y Sumar logren salirse con la suya.

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Ian Gibson es hispanista, especialista en historia contemporánea española, biógrafo de García Lorca, Dalí, Buñuel y Machado. Su último libro, autobiográfico, lleva el título de 'Un carmen en Granada' (editado por Tusquets).

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