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Soria: otro milagro de la primavera

Ian Gibson

Llevo años siguiendo con admiración los rigurosos y empáticos artículos sobre la llamada “memoria histórica”, y ahora “democrática”, publicados con regularidad en El País por Natalia Junquera. Realmente se merecen el reconocimiento agradecido de todos los que soñamos con una España decente, dialogante, compasiva, auténticamente reconciliada. El último trabajo de la periodista y escritora, aparecido en dicho rotativo el 31 de marzo, me ha conmovido casi hasta las lágrimas porque lo que cuenta es una noticia que llevo diez años esperando y pidiendo.

Se trata del  acontecimiento absolutamente insólito ocurrido durante la reciente exhumación, en el pueblo soriano de Adradas, de los restos de cuatro hombres asesinados en el cementerio de allí por los fascistas en octubre de 1936. O sea de la comparecencia solidaria, en la apertura de la fosa, del vicepresidente segundo de la Diputación de Soria, el popular José Antonio de Miguel Nieto. Y del respeto, solidaridad y empatía demostrado por el político, con efusión, hacia las familias de las víctimas.

Yo llevo una década elogiando la actitud hacia los miles de asesinados por los sublevados en Málaga por el alcalde de la ciudad, Francisco de la Torre, también del Partido Popular. El mismo tuvo la decencia de asistir en 2014 a la inauguración del monumento a las miles de víctimas abatidas en el cementerio de San Miguel por los insurrectos y sus aliados italianos, exhumados sin que el PP local se opusiera. También estuve yo para escucharle. La magnanimidad de De la Torre siempre me ha parecido el modelo a seguir porque lo esencial del cristianismo, como insistió Jesús según los Evangelios, es, primero, amar a Dios sobre todo y, segundo, al prójimo como a ti mismo.

¡Que se lo digan a Pablo Casado, Rafael Hernando, Javier Ortega Smith y compañía! Y a Juan Manuel Moreno Bonilla, que, según me consta, jamás puso los pies en la fosa de Pico Reja, en Sevilla, donde se ha exhumado a unas 2.000 víctimas de la represión impuesta por Queipo de Llano, el mayor asesino de andaluces de todos los tiempos. Ningún católico que no haga lo mejor por vivir en consonancia con los dos preceptos señalados por Jesús se puede considerar cristiano, pues más bien pertenece al bando de los hipócritas, como los de Vox y muchos de sus correligionarios populares que, día tras día, siguen con la miserable mentira de que las exhumaciones “reabren”  heridas,  cuando, en realidad, y lo saben perfectamente, estas no se han cerrado nunca.

Entrevistado por Junquera –y voy al grano–, José Antonio De Miguel se ha expresado así: “Seguramente, por ideología no me correspondería, pero asistí  a la exhumación de muy buen grado porque tengo muy claro que, independientemente de los colores políticos o de los partidos a que pertenezcamos, quienes estamos en las instituciones debemos ayudar a que los descendientes de las víctimas de la Guerra Civil recuperen los restos, aunque sea muy tarde. Me pongo en su lugar, tienen una herida abierta y se cierra de esta forma. Yo veo mucha más paz que rencor entre los familiares”.  No se podría decir con más claridad ni de manera más cristiana.

Los sentimientos de José Antonio de Miguel Nieto me han hecho pensar, ineluctablemente –tratándose como se trata de Soria– en Antonio Machado, en la muerte tan dolorosa de su pobre Leonor y, sobre todo, en el poema A un olmo seco, para mí uno de los más hondos y bellos de toda la lírica española. Estoy convencido –vamos, no podría ser de otra manera– de que el señor De Miguel Nieto lo tiene tan metido en el alma como yo. No se incluyó en la primera edición de Campos de Castilla (1912) porque seguramente no quería D. Antonio que lo leyera su esposa moribunda, a quien habría hecho sufrir. Recordará el lector que el poeta, tras describir lo que queda del olmo,  “hendido por el rayo” y podrido en sus entrañas, señala que ha hecho un último esfuerzo y puesto, con la ayuda de las lluvias abrileñas y el sol de mayo, una rama verdecida con unas hojas nuevas. Y que termina el poema:  “Mi corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida,  / otro milagro de la primavera”. Lo esperaba su corazón, sí, pero Machado sabía que no podía ser. Y no fue. Leonor se murió al poco tiempo, pero no sin haber recibido su ejemplar, firmado por Antonio, de Campos de Castilla.

Al ser tan hipócritas, tan anticristianas, al traicionar su propia religión, las derechas españolas dan una imagen internacional pésima de un país que tiene todos los ingredientes para ser uno de los más cultos, diversos y fascinantes del orbe

A mí el reportaje de Natalia Junquera me ha caído como una de aquellas hermosas lluvias abrileñas al lado del Duero aludidas por el poeta, y que hoy en día escasean, y no puedo por menos de enviar desde esta modesta columna mi más sincera enhorabuena al señor De Miguel Nieto. ¡Ojalá que hubiera más políticos como él en el PP!  Porque, como es obvio, si las otras autoridades del partido desparramadas alrededor del país tuviesen la misma actitud cristiana que el vicepresidente segundo de la Diputación de Soria, el problema de la “reconciliación” de los españoles, tras el espanto de la Guerra Civil y la brutalidad del criminal régimen de Franco a lo largo de tantas décadas, se podría resolver de la noche a la mañana. Pero, claro, la derecha nacional-católica no lo ve así, no lo quiere ver así, le importa un bledo lo dicho por Jesús y, gracias a ellos, indiferentes ante la mirada del mundo, todo no solo sigue igual en sus filas sino peor cada día, como estamos viendo.

Al ser tan hipócritas, tan anticristianas, al traicionar su propia religión, las derechas españolas dan una imagen internacional pésima de un país que tiene todos los ingredientes para ser uno de los más cultos, diversos y fascinantes del orbe, y que no lo es por la ceguera e ignorancia de millones de ciudadanos que desconocen su propia historia. Confieso que he estado alguna vez tentado de trasladarme a Portugal, donde sí hacen las cosas de otra manera y existen conservadores civilizados y capaces de dialogar con la oposición, incluso de fraternizar con ella. Y eso que tuvieron una dictadura más larga que la de Franco. Seguiré hasta la muerte siendo iberista, pero sé que no veré realizada mi ilusión de una República Federal Ibérica.

Entretanto, en momentos en que vamos a honrar otra vez en la Almudena a las Trece Rosas y volver a celebrar la llegada de la democracia en 1931, envío mi enhorabuena y admiración a José Antonio De Miguel Nieto, a quien no tengo el gusto de conocer, y otra vez a Francisco de la Torre, por dar el ejemplo que da entre tanta ruindad, miseria y traición religiosa. Y también, claro, a Natalia Junquera por sus magníficos reportajes.

PD: Ya que se trata de El País, ¡qué alivio  que hayan despedido a Juan Luis Cebrián como presidente honorario del mismo, por escribir deslealmente en otro lugar! Sus artículos contra Pedro Sánchez a lo largo de los años (“Al hilo de los días”) me irritaban profundamente, de modo que es todo un lujo saber que allí no los veremos más. Lo mismo digo del ya viejo Mario Vargas Losa [sic], aquel ex comunista vuelto carca que tanto irritaba con sus comentarios políticos a muchos  lectores del diario, servidor incluido.  

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Ian Gibson es hispanista, especialista en historia contemporánea española, biógrafo de García Lorca, Dalí, Buñuel y Machado. Su último libro, autobiográfico, lleva el título de 'Un carmen en Granada' (editado por Tusquets). 

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