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A la oposición “le gusta la fruta”

El miércoles 15 de noviembre de 2023 amanece temprano mientras se despliega un dispositivo policial de 1.600 agentes para hacer frente a las amenazas de los ultras que amenazan con tomar el Congreso frente a lo que creen que es un golpe de Estado. La Constitución Española prefiere llamarlo investidura. El día comienza con mal pie para la ultraderecha española. No solo porque viven en una realidad paralela en la que se atreven a llamar dictadura a una mayoría absoluta de 179 diputados sino que además lo hacen con la desvergüenza de decirlo mientras en todas sus manifestaciones abundan banderas franquistas y son amenizadas por los versos del Cara al sol. Pero su día no empieza mal solamente por su escasa cultura de valores democráticos, sino porque ven con pesar cómo ahora a España le ha salido un nuevo enemigo: el Tribunal Supremo. Después de mandar a Felipe VI al grupo de la antiEspaña y añadir a los pocos días hasta la mismísima Constitución Española (que ahora resulta que “arruina la nación”), sus ilustrísimas señorías de Vox asisten con pesadumbre a la desestimación de la medida cautelar de suspender el pleno de investidura por parte del Tribunal Supremo. En otras palabras, les han dicho que no hagan el tonto, que aquí no hay golpe de Estado.

Es el día cero de oposición al nuevo gobierno y la oposición no podía empezar con el pie más torcido

Mientras tanto el Partido Popular mira de reojo siendo más o menos consciente del ridículo al que, una vez más, se han dejado arrastrar. Primero fue en todos los municipios y autonomías donde pudieron gobernar junto a Vox, aunque fuese a cambio de prohibir obras de teatro, películas infantiles y políticas de igualdad. Y ahora es en las calles, frente a las delirantes concentraciones en Ferraz y también en el Congreso de los Diputados. Feijóo llegó de Galicia aupado por los aduladores que le aseguraban una presidencia segura y acabó con otro prominente asiento en las Cortes: el de líder de la oposición. Pero con un grave problema, su absoluta dependencia de la extrema derecha. Esa que ahora habla de golpe de Estado mientras el Tribunal Supremo la ningunea y de la que el PP sigue sin desmarcarse.

Comienza la investidura como empezó la jornada, con una crispación hueca, una sobreactuación absurda y una gravedad vacía. ¡Se rompe España! Gritan los que llevan gritando desde 2018 que España se rompe. La excusa del momento es la amnistía. Hace unos años fue el pacto con Podemos. Más adelante fue Bildu. El argumento va cambiando de forma, pero la idea prevalece: cuando gobierna la izquierda el gobierno siempre es ilegítimo. Los progresistas son okupas de un poder que le corresponde como patrimonio a una derecha que solo otorga credibilidad a las instituciones y a la democracia cuando gana, pero que corre a deslegitimarlas cuando pierde.

El amalgama estrafalario en el que se ha convertido la oposición ofrece de todo menos seguridad y moderación. Si lo que pretendían era construir un perfil de gobernabilidad que sedujera a votantes de izquierdas descontentos lo hicieron realmente mal durante la campaña con sus gritos de “que te vote Txapote”, pero lo están haciendo verdaderamente peor una vez constituidas las cámaras legislativas. Y si entre todas las acusaciones de ilegitimidad, de golpismo, de fin de España y demás fantochadas casposas tuviese que destacar una, podemos poner como ejemplo a la siempre polémica Isabel Díaz Ayuso, que, una vez más, ha conseguido desplazar al líder de su partido como protagonista del día. Y es que resulta que mientras el candidato socialista recordaba cómo el líder purgado Pablo Casado dijo aquello de “La cuestión es si cuando morían 700 personas al día se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000 euros” refiriéndose a Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid llamaba “hijo de puta” al presidente en funciones desde la tribuna de invitados. Al ser preguntados, su gabinete de prensa se apresuró a poner la ridícula excusa de que había dicho “me gusta la fruta”, una expresión absolutamente natural para un día de investidura. Sin embargo, a la media hora de esa ridícula excusa, su equipo cambiaba de versión para admitir que la presidenta había llamado “hijo de puta” a Pedro Sánchez y añadir, literalmente, que “es lo mínimo que se merece”. Jugada redonda. Por el precio de uno noquea a Feijóo robándole todo el protagonismo en su gran día de oposición y, además, hunde todavía más en el fango ultra al PP. Es el día cero de oposición al nuevo gobierno y la oposición no podía empezar con el pie más torcido. El destino sonríe a Sánchez.

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