Resistir es perder Cristina Monge

En su libro Tierra de Babel. Más allá del nacionalismo (Trotta, 2024), el filósofo Reyes Mate, investigador del Instituto de Filosofía, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, tomando como referencia la original interpretación de George Steiner del relato bíblico de la Torre de Babel, distingue dos paradigmas de civilización. Uno es el monolítico de la polis y de la pertenencia, legado por Aristóteles, que se alimenta de un solo lenguaje y desemboca en un nacionalismo cerrado en complicidad con la religión y el dinero. Otro es el de la diversidad de pueblos y de la polifonía de lenguas, que reconoce la universalidad de la diferencia y la diáspora.
El autor hace un riguroso y lúcido recorrido crítico por algunos de los más significativos nacionalismos modernos: el romántico alemán de Herder y Fichte, el francés ilustrado representado por Renan y basado en la voluntad y la historia, y el tradicionalista español, que se caracteriza por la theobiosis y actualmente ha desembocado en la alianza entre la extrema derecha política y cultural en pleno auge y los movimientos cristianos fundamentalistas e integristas con el apoyo de no pocas autoridades religiosas y del modelo económico neoliberal. Es lo que yo llamo cristoneofascismo, quizá la forma más extrema de teísmo político, muy presente en los gobiernos de no pocos países.
A partir de la persistencia de la inmigración, que puede considerarse el mayor problema político del futuro hasta el punto de reventar las costuras del Estado, y de la existencia de Auschwitz, que sigue repitiéndose en las actuales democracias de manera disfrazada, la propuesta de Reyes Mate, sólidamente argumentada, es pensar la política como diáspora, que exige relativizar el territorio y desacralizar la lengua, ya que no existe una lengua natural: por ejemplo, quienes hablamos el castellano lo hacemos por una circunstancia histórica. Incluso más: “las lenguas que hablamos son el resultado de un proceso histórico violento”. Nuestra lengua se impuso en España porque en un momento sus hablantes acallaron el árabe y el hebreo.
La propuesta de Reyes Mate, sólidamente argumentada, es pensar la política como diáspora, que exige relativizar el territorio y desacralizar la lengua
Ejemplifica su alternativa de pensar la política como diáspora en tres figuras relevantes de la filosofía actual: Frantz Rosenzweig (1886-1929), Simone Weil (1909-1943) y María Zambrano (1904-1991). Rosenzweig deconstruye los elementos identitarios del nacionalismo. “Todos tenemos una casa. Pero somos más que la casa”, afirma. Y refiriéndose al judío reconoce que “es un extranjero, un residente provisional en su propio país”. La filosofía de Simone Weil implica pasar de una patria sin arraigo a otra con raíces, si bien vincula el arraigo con la debilidad, que considera un móvil mucho más poderoso que la grandeza, la gloria e incluso el honor para todo tipo de acción, incluso el combate”. En palabras de Alejandro del Río, uno de los más prestigiosos especialistas weilianos, el arraigo significa “multiplicación de los contactos, intercambio e influencia de medios distintos”. ¿Qué es la patria? Un irse, un emigrar, como el nómada Abraham, que siempre se está yendo de los lugares adonde llega y comenzando de nuevo.
María Zambrano convirtió el exilio en objeto de reflexión y en sustancia de su pensamiento político. Por eso Nancy E. Betford define certeramente su pensamiento como “filosofía en migración”. El exilio es la verdadera patria, es diáspora, “el lugar privilegiado para que la Patria se descubra”, afirma Zambrano. Su modelo de humanismo no está vinculado a la pertenencia, sino al exilio. En sintonía con ella, el filósofo italiano Agamben observa que el exilio “deja de ser una figura política marginal para afirmarse como un concepto filosófico-político fundamental”.
Recomiendo la lectura de este libro, que me parece una obra maestra que recurre al método de las “iluminaciones profanas” del filósofo de la Escuela de Frankfurt Walter Benjamin, y logra compaginar la filosofía, la ciencia política, la historia y la teología. Ahí radica su principal valor: en la interdisciplinaridad.
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Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones "Ignacio Ellacuría" en la Universidad Carlos III de Madrid.
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