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La reflexión de Sánchez abre el primer debate en serio sobre su sucesión en el PSOE

Puteros y proxenetas

Un amigo me dijo el otro día que el término putero puede resultar ofensivo. Ofensivo, pensé ¿para quién? ¿Para quien se da por aludido? En España cuatro de cada diez hombres reconoce haberse ido de putas. Es decir, casi el 40% de los españoles ha pagado alguna vez por acceder sexualmente al cuerpo de una mujer. Somos el primer país europeo y el tercero en el mundo en consumo de prostitución. Así que se podría decir que lideramos el ranking de la vergüenza. La tolerancia social con esta institución, pilar fundamental del patriarcado, ha permitido que se pueda llamar clientes a los hombres que compran mujeres. Como si fuese posible equiparar lo que sucede dentro de un prostíbulo con ir a comprar el pan o hacer una gestión en el banco. Usar eufemismos suaviza la realidad y en este caso, esa realidad es de extrema violencia para la gran mayoría de mujeres que la vive. Por eso, hay que llamar a las cosas por su nombre: son puteros. Y sin ellos, no habría prostitución. 

Tampoco habría explotación sexual sin los proxenetas. Por eso, más allá del debate sobre la abolición o regulación de la prostitución, que se discute en el feminismo desde hace décadas, perseguir a quienes se enriquecen con la vulneración sistemática de los derechos humanos debería ser un imperativo democrático. Es más, criminalizarlos tendría que generar consenso social y político. Sin embargo, esta semana se ha vuelto a desviar el foco para ponerlo en la libre elección de algunas mujeres para ejercer la prostitución. No son las decisiones individuales las que se debaten. No se está haciendo ahora, ni se ha hecho nunca. Pero hay quien ha tratado de ridiculizar el abolicionismo tachándolo de puritano o paternalista. Hacerlo es despreciar el trabajo de muchísimas feministas e ignorar un modelo que tiene como fin último la igualdad entre hombres y mujeres en la sociedad.  

Es chocante que los hombres no se sientan interpelados cuando el fin de la explotación sexual llegaría en el momento en el que ellos dejaran de creer que tienen el derecho incuestionable de comprar el cuerpo de una mujer

Resulta sorprendente también el silencio de muchos hombres en este tema, sobre todo teniendo en cuenta que algunos son los primeros en generar opinión en cualquier debate. No hay más que ver cómo corrieron a explicarnos lo que tenemos que sentir cuando menstruamos. Por no hablar de los señores progresistas y de izquierdas a los que les parece posible acabar con un sistema económico y social como el capitalismo, pero lo de la prostitución... Eso no lo ven. Eso tiene aristas. Eso es demasiado complejo. Es chocante que los hombres no se sientan interpelados cuando el fin de la explotación sexual llegaría en el momento en el que ellos dejaran de creer que tienen el derecho incuestionable de comprar el cuerpo de una mujer. Asumir esto implica renunciar a un privilegio, pero ¿están dispuestos a hacerlo?

Estamos en 2022 y, por increíble que parezca, se acaba de poner sobre la mesa la impunidad de la que disfrutan los proxenetas en España. Cambiar el Código Penal para perseguirlos no acabará con el sistema prostitucional pero por algo hay que empezar. Para construir una casa siempre hay que poner el primer ladrillo. Las leyes también construyen el relato social y en este caso, mandan un mensaje pedagógico a los más jóvenes: las mujeres no somos objetos ni mercancías. La abolición deberá ir acompañada de soluciones integrales para las víctimas de trata o de explotación sexual, la gran mayoría mujeres migrantes en situación irregular. Esto significa darles protección jurídica y social y ofrecerles políticas públicas que garanticen que sus vidas no se van a ver abocadas a una mayor clandestinidad. 

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