La solidaridad con Palestina revitaliza la democracia

Es difícil encontrar el origen, pero sí que podemos establecer un comienzo: el 27 de agosto, en Figueres, Girona, cuando cinco personas decidieron cortar la etapa contrarreloj de La Vuelta para mostrar su solidaridad con el pueblo palestino ante el genocidio que Israel está ejecutando. Convirtieron La Vuelta en un patrocinador del genocidio, y el pueblo español no quería ser cómplice. A partir de ahí, se desató una oleada de solidaridad por todo el país: una sola chispa puede incendiar la pradera. Una pradera que se ha extendido también a Italia

El desgaste de Israel ante los ojos del mundo no para de aumentar. Hace un par de semanas, The Economist publicó una encuesta de Pew Research Center donde se preguntaba a la población estadounidense si la opinión sobre Israel era favorable o desfavorable. El porcentaje que respondía “desfavorable” se ha disparado entre 2022 y marzo de 2025, alcanzando una opinión negativa de casi el 53 % de la población. Se repite la misma respuesta en todos los países encuestados, la mayoría con un porcentaje más alto, como España, donde un 75 % tiene una opinión desfavorable de Israel. Esto se pregunta en marzo de 2025; no hace falta ser un lince para atisbar que esa percepción no ha mejorado durante estos meses.

La derecha se pone muy nerviosa con este tema porque sabe que tiene el viento en contra. Sabe que la mayoría de los españoles, incluidos una parte de sus propios votantes, están horrorizados con las imágenes que nos llegan todos los días de Gaza. Sabe que su posición de apoyo a Israel y hacer de portavoz en Madrid de Netanyahu no se sostiene. Les da igual que la ONU afirme que se está cometiendo un genocidio; ellos insisten en negarlo con argumentos absurdos, como el de Almeida, Serrano o Tellado, e intentan desviar la atención hablando de Sarajevo o sacando el comodín de la Kale Borroka.

Según una encuesta del Real Instituto Elcano, un 82 % de los españoles considera que lo que está perpetrando Israel en Gaza es un genocidio, pero existe una minoría ruidosa, rabiosa y poderosa que lo blanquea con unos altavoces y una presencia que no se corresponden con su peso real en la sociedad española. La derecha sabe que está fuera del sentido común, así que pretende socavar la simpatía y legitimidad del movimiento contra el genocidio. Se le atraganta la sandía y, al igual que en su día intentaron hacer con el 15M, tratan de asociarlo al control de un partido o a figuras de partido para así deslegitimarlo y erosionar la simpatía que genera entre la sociedad. Todos los partidos van (vamos) a rebufo, y aunque alguno pretenda apropiárselo, nadie lo controla: por eso es hermoso. 

Quienes viven de sembrar el miedo temen que esta oleada de solidaridad con Palestina reactive los principios éticos de la democracia

Quienes viven de sembrar el miedo temen que esta oleada de solidaridad con Palestina reactive los principios éticos de la democracia: la justicia y la dignidad. La movilización rejuvenece el vitalismo democrático frente al oscurantismo reaccionario y la esclerosis neoliberal. El movimiento global de solidaridad con Palestina es también una oportunidad para impulsar el renacimiento civilizatorio que necesita Europa frente al atrás que busca devolvernos a tiempos previos a la Revolución Francesa. La idea de justicia es una idea peligrosa para quienes quieren normalizar y gobernar a través del miedo. El miedo sirve para imponer el poder de los privilegiados, mientras que la justicia lo desobedece y lo sustituye por el poder de los iguales. Ese es el miedo que tienen los que viven de meter miedo: que la solidaridad con Palestina ayude a redescubrir el atractivo de la democracia. De nuevo, es la sociedad movilizada la que empuja y desborda a una política institucional a menudo anquilosada en sus discusiones privadas entre partidos y periodistas. Que no se apague la mecha.

_____________________

Jorge Moruno es sociólogo por la UCM y actualmente diputado de Más Madrid en la Asamblea de Madrid.

Es difícil encontrar el origen, pero sí que podemos establecer un comienzo: el 27 de agosto, en Figueres, Girona, cuando cinco personas decidieron cortar la etapa contrarreloj de La Vuelta para mostrar su solidaridad con el pueblo palestino ante el genocidio que Israel está ejecutando. Convirtieron La Vuelta en un patrocinador del genocidio, y el pueblo español no quería ser cómplice. A partir de ahí, se desató una oleada de solidaridad por todo el país: una sola chispa puede incendiar la pradera. Una pradera que se ha extendido también a Italia

Más sobre este tema