Luces Rojas

El universo Bitcoin

El universo Bitcoin

Lucas Duplá

Qué es bitcoin

Bitcoin es una unidad de moneda digital que puede utilizarse, en Internet, para comprar bienes y servicios (de momento sólo algunos). ¿Es esta una característica única del bitcoin? No. El hecho de ser digital es una característica que comparte con una gran variedad de monedas digitales que usamos desde hace tiempo… Sin ir más lejos, más del 85% de las monedas convencionales, como el euro, el dólar o la libra, son digitales, es decir, son números en una pantalla (por así decirlo) que no llegan a materializarse físicamente en ningún momento. También son dinero digital los puntos recibidos por consumir fielmente los productos de una marca, que se materializan en forma de descuento al usar una tarjeta de crédito determinada (son dinero porque estamos canjeando esos puntos por bienes o servicios), y muchas otras transacciones presentes en la vida diaria de la mayoría de las personas.

De modo que ¿por qué tanto revuelo? ¿Qué hace que bitcoin sea distinto de otros dineros digitales bien conocidos y aceptados? Una diferencia fundamental es que, en el caso de bitcoin, no existe una institución única que lleve el libro mayor de la moneda, es decir, un registro global de transacciones que asegure que, cuando gasto una unidad de moneda, en mi monedero digital haya una moneda menos. Esta es una cuestión clave, porque si tal institución no existe, y un bitcoin no es más que un código compuesto de ceros y unos guardado en mi disco duro, ¿quién impide que yo copie y pegue ese código todas las veces que quiera y tenga instantáneamente todo el dinero que quiera? Si esto fuera posible, como plantea el economista griego Yanis Varoufakis, estaríamos ante una economía en la que cada persona tendría una máquina de imprimir billetes (billetes de verdad, no copias) en su casa. Lo que nos llevaría a la hiperinflación en muy poco tiempo.

La opinión generalizada hasta ahora ha sido que, para que una moneda digital sea viable, necesariamente debe existir un registro centralizado, gestionado por una entidad pública o privada, de todas las transacciones realizadas (el libro mayor de la moneda mencionado anteriormente, currency ledger en inglés). Bitcoin ha logrado solventar técnicamente esta restricción.

El algoritmo

Un programador anónimo, conocido por el pseudónimo de “Satoshi Nakamoto” pero de identidad real desconocida, ha logrado crear una red de pagos descentralizada, desarrollada en código abierto, que utiliza la criptografía para asegurar y mantener un registro de las transacciones realizadas. El hecho de que el mecanismo sea descentralizado, pero simultáneamente garantice plenamente el registro adecuado de cada operación (el ledger), es una innovación tecnológica de mucho calado que plantea una serie de interrogantes que analizaremos a continuación.

Otro aspecto importante del funcionamiento del bitcoin es la forma en que se genera: los bitcoins los generan los “mineros” (buscando la analogía con los tiempos en los que el oro, obtenido de las minas, era una moneda de uso generalizado). Los mineros de bitcoin son los miembros de la red que dedican recursos computacionales a mantener el ledger (registro de transacciones en bitcoins) de la moneda. Es decir, si uno pone su ordenador (o varios ordenadores) a disposición de la red, será premiado con nuevos bitcoins que pasarán a estar en circulación. Una característica importante del ledger es que es de dominio público, a diferencia de los registros correspondientes de monedas reales, como el euro o el dólar. Lo que, a priori, dificultaría el uso masivo de bitcoins para actividades delictivas, ya que sería posible localizar qué ordenador ha gastado cada bitcoin en cada momento. Paradójicamente, una acusación que se ha lanzado con cierta frecuencia contra el bitcoin ha sido que es una moneda asociada al cibercrimen.

Otra característica del diseño del bitcoin es que la cantidad de bitcoins en circulación necesariamente crecerá a una tasa cada vez más lenta, hasta llegar a un tope. La idea es que, cuantos más bitcoins haya en circulación, para obtener nuevos bitcoins, mayor será la potencia computacional que habrá que poner a disposición de la red que mantiene el ledger. Además, siguiendo la analogía con el oro, de igual modo que la cantidad de oro en la tierra es limitada, el número máximo de bitcoins está fijado de antemano en 21 millones. Esto marca una diferencia fundamental con el dinero fiduciario (la enorme mayoría de las monedas existentes), una de cuyas características fundamentales es que el banco central correspondiente puede crear la cantidad que crea conveniente de la moneda en cuestión.

En el caso del bitcoin, como señala Paul Krugman, el hecho de que el límite a la cantidad total de moneda esté fijado en 21 millones y ya se haya creado cerca de la mitad de esa cantidad, incentiva la acumulación de bitcoins, ya que la escasez futura que sabemos que llegará crea una expectativa clara de aumento de valor.

¿Es viable el dinero “apolítico”?

Aunque no parece algo demasiado probable, supongamos por un momento que, con el paso del tiempo, todos terminamos utilizando bitcoins para todas nuestras transacciones, es decir que el bitcoin se convierte en nuestro único medio de pago. ¿Qué implicaciones podría tener esto?

Varoufakis señala que, por construcción, el bitcoin es una moneda que padecería una deflación crónica. Esto ocurriría porque el crecimiento de la cantidad de bitcoins, muy restringido –por la propia definición del algoritmo-, será siempre menor que el de los bienes y servicios que podremos comprar con ellos. De modo que la cantidad disponible de bitcoins por unidad de bienes y servicios necesariamente caería, causando deflación. Y esto sería problemático por dos razones:

1) En primer lugar, porque los poseedores de bitcoins, puesto que saben que en el futuro siempre valdrán más tratarían de retener sus bitcoins al máximo, lo que reduciría la actividad económica. Además, los márgenes empresariales serían cada vez menores, dado que los precios de los productos caerían desde el momento en que una empresa compra materias primas hasta que vende el producto terminado a partir de éstas, lo que también contribuiría a reducir la actividad económica.

2) Además, se crearía una “aristocracia del bitcoin”: aquellos que hubieran conseguido adquirir bitcoins en las fases iniciales de la expansión, acumularían un grado importante de riqueza frente a aquellos que, por el motivo que fuera, no hubieran tenido más remedio que hacerse con bitcoins más adelante. Esto inevitablemente incentiva la especulación que, de hecho, es el factor principal de las fluctuaciones del bitcoin actualmente.

Además de la problemática generada por la deflación, si el bitcoin fuera la única moneda de la economía y no hubiera banco central, las instituciones políticas no tendrían ninguna clase de control sobre la política monetaria. Ello implicaría que, en situaciones de crisis económica aguda, tendríamos probablemente una cantidad insuficiente de bitcoins. Y, en general, sería difícil que la cantidad de bitcoins a introducir en la economía fuera la adecuada desde una perspectiva macroeconómica. Si la única moneda de la economía fuera el bitcoin, la política monetaria, de enorme impacto sobre la economía y la sociedad, no estaría controlada por una institución política. Varoufakis se refiere a ello como la “fantasía del dinero 'apolítico'”. Por todo ello, parece claro que sería preferible una política monetaria política, es decir un banco central sometido a un control democrático, con instituciones transparentes y rigurosas, a una generalización del bitcoin.

Algunos puntos a favor

Es muy probable que una de las causas de la popularidad del bitcoin sea precisamente el escepticismo ciudadano frente a unas instituciones monetarias que se perciben como poco transparentes, y que operan protegiendo con frecuencia el interés del sector financiero en lugar del de la sociedad al completo.

Por otra parte, es interesante observar que el bitcoin (así como otras plataformas de pago digital no bancario) permite que, por ejemplo, el jefe de una tribu de un pueblo africano remoto pueda hacer un pago, mediante su teléfono móvil, a alguien de la comarca vecina, sin que ninguna entidad bancaria obtenga beneficio o comisión alguna de ello.

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Transacciones de ese tipo subrayan una virtud que comparten el bitcoin y otras monedas similares (como su sucesor litecoin, una versión mejorada del bitcoin): en alguna medida, estas nuevas monedas debilitan el oligopolio de las transacciones económicas mundiales que detenta actualmente un número relativamente pequeño de multinacionales bancarias. Debilitar un monopolio, o un oligopolio, siempre es algo positivo para los consumidores (en este caso, para todos los que hacemos transacciones económicas), y para la economía en general. Si el bitcoin es una alternativa real, eficiente y fiable, el sector financiero tendrá que mejorar en alguna medida las condiciones que ofrece. En el caso de los bancos centrales, es menos probable que el bitcoin llegue a suplantarlos (dado que, entre otras cosas, ello sería ilegal), pero el fenómeno, en cualquier caso, ayuda a repensar el modelo actual desde una óptica nueva, lo cual siempre es interesante y abre nuevas perspectivas.

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Lucas Duplá es analista financiero especializado en valoración de productos derivados. Licenciado en economía en la Universidad Complutense y Máster en finanzas cuantitativas por la Escuela de Finanzas Aplicadas (AFI).

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