Amistades peligrosas, para la mayoría

Dos agendas ultra coinciden: la de la ultraderecha reaccionaria y la de los ultrarricos.

Me gustaría que siguiera leyendo este artículo, aunque discrepe, y que no lo rechace simplemente por la polarización asimétrica en que vivimos.

Hace tiempo que nos preocupa la oleada de valores reaccionarios de la agenda de la ultraderecha política: el rechazo al feminismo y a las personas LGTBi+ (adornado con neomachismo), el odio a los extranjeros de otras razas y religiones (eso sí, si son pobres), el negacionismo científico (vacunas, cambio climático…), o el ensalzamiento de la dictadura franquista (en otros países, a su duce particular).

Tras la última victoria de Trump, es más evidente que la agenda de los ultrarricos cabalga a lomos de la de la ultraderecha. Me atrevo a decir que ésta es poco más que el ariete o el títere que los ultrarricos utilizan para imponer su agenda.

Dudo que la principal prioridad de los ultrarricos sea prohibir el aborto, limitar los derechos de los homosexuales o imponer toda la sarta de valores reaccionarios de la ultraderecha; pero sí consideran que ésta es quien impulsará su agenda económica desde los gobiernos y si hay que asumir lo primero, pues se asume. De ahí la confluencia de agendas.

Hace tiempo que a los ultrarricos y a sus corporaciones les estorban las leyes antimonopolio, las que reconocen derechos a los trabajadores, las que anuncian el fin del consumo de combustibles fósiles, las que abogan por una explotación de los recursos naturales social y ambientalmente responsables… En suma, no les gustan las leyes que condicionan su codicia ni su forma de amasar riquezas obscenas mientras se incrementan las desigualdades.

Han encontrado quien les haga el trabajo desde los gobiernos para quitarse de en medio lo que les estorba: esa ultraderecha que vocea, que insulta, que miente, que desinforma, que amenaza y acosa a políticos progresistas, que pone en riesgo la convivencia y la democracia.

Frenar la agenda de la ultraderecha es el primer paso para embridar la agenda de los ultrarricos y seguir construyendo sociedades prósperas para todos, tolerantes, democráticas y que antepongan la dignidad del ser humano

Actitudes que, una vez llegados al poder, se convierten en las amenazas de neocolonialismo de Trump en Canada, Groenlandia, el canal de Panamá… detrás de las que solo hay el intento de controlar y explotar recursos naturales, rutas comerciales… Codicia, ésta es siempre la prioridad, por encima de si son países aliados de la OTAN o de cualquier otro límite.

Si a esa codicia le estorba la Unión Europea, pues se busca la división entre sus miembros, la desestabilización de los gobiernos progresistas o se apoya a partidos de ultraderecha que, como Alternativa por Alemania, afirman que Hitler fue un socialista comunista, en una clara mentira manipuladora de la historia.

Y existe otra razón económica de la codicia: pagar muchos menos impuestos, los que sostienen nuestra sanidad, educación… y también impulsan y modernizan infraestructuras y nuestra economía.

El desafío, por tanto, es enorme y nos plantea las siguientes cuestiones: ¿queremos una economía al servicio de la codicia de unos pocos o de la dignidad de todos? ¿Queremos la codicia de unos pocos sea la principal amenaza para nuestras democracias? ¿Queremos un Estado de Bienestar fuerte o que cada uno se pague el médico y la educación que le permitan sus bolsillos? ¿Queremos sociedades cohesionadas o que segregan? ¿Queremos sociedades tolerantes o las que imponen un sistema de valores reaccionarios?

Hay más preguntas y no solo interpelan a los progresistas, también a personas con otras posiciones políticas, por eso pedía al principio que leyera este artículo, aunque discrepe. Considero que hay una mayoría social que comparte valores cívicos esenciales alejados de los de la ultraderecha y de la codicia. 

Frenar la agenda de la ultraderecha es el primer paso para embridar la agenda de los ultrarricos y, así, seguir construyendo sociedades prósperas para todos, tolerantes, democráticas y que antepongan la dignidad del ser humano. 

La tarea convoca a gran parte de la ciudadanía, no solo a los progresistas. Comprometámonos a ello.

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Javier Izquierdo es senador del PSOE por Valladolid.

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