El “duque y su intendente”, “la zanahoria y el palo”, “la medalla” y “el chino”

Alberto Cachinero

Luis Ramón Medina Abascal, aristócrata, empresario y "socialité" español es un personaje conocido en los ambientes del Partido Popular de Madrid, como para todos, por ser hijo de Naty Abascal y del antiguo Duque de Feria, pero, sin embargo, ahora nadie recuerda que, al principio de la pandemia, fuera de los primeros en “ofrecer su ayuda” al Consistorio.

Tirando de agenda y encanto, a través de una amiga, llegó a Carlos Martínez-Almeida, el “primo”, abogado de profesión y más conocido como “el primo guapo de Almeida” entre el personal de confianza del PP del alcalde.

Ante el ofrecimiento de “ayudar” del conocido hijo de Nati Abascal, el “primo” preguntó a su amiga, la coordinadora y mano derecha del alcalde, “Matilde”, Matilde García Duarte.  

Ante la premura de la situación, y lógicamente ante la llamada de un amigo y el ofrecimiento tan necesario en ese momento, “Matilde” dio el correo para recibir “ofrecimientos” al Ayuntamiento a Medina, pero sin decir “una palabra” a su jefe y primo del susodicho.

Así, Medina, el día 18 de marzo, ya tenía el correo de ofrecimientos al ayuntamiento, una hora después de que ese correo se informara internamente a todos los departamentos que era el correo donde aglutinar todas las peticiones, aunque se difundiera públicamente en una nota del ayuntamiento el 21, y a través de Twitter el día 22. Ser los “primeros” fundamental; una vez dentro, todo es más fácil.

Ya tenía el contacto y estaba dentro de donde quería estar. Un primer correo, mal dirigido a “Maite”, no “Matilde”, aunque por “instrucciones de Carlos” como carta de presentación y su teléfono, sin respuesta inmediata justifican una segunda llamada a Carlos Almeida, que a su vez lo comenta de nuevo con su amiga que “acaba” hablando con “Medina.”

Matilde habla con Medina, y Medina manda un segundo correo. Matilde, que habla con un “desconocido” que no sabe que es el ilustre Sr. Medina, Marqués de Villalba, no le llama la atención, comprueba que el ofrecimiento no es desinteresado, pero sí le confirma que se ha recibido su segundo correo, y se desentiende del asunto.

Pero claro, los dos correos, con la mención de “Carlos” y “Matilde” enviados por el desconocido señor “Luis Medina Abascal”, como carta de presentación, que generan cercanía, “pasan desapercibidos” sin que nadie pregunte quiénes son los mencionados, pero acaban en la persona que tramita las contrataciones de material sanitario, Elena Collado

Elena, sin saber por dónde viene, ni del “duque” ni “del primo”, y sin comentar algo tan natural como que en estos momentos de tanta incertidumbre estos habían hablado con Matilde, ella misma, por sí sola, decide llamar al teléfono que aparece en el mail de “Medina”.

Primer objetivo conseguido, ahora toca ofrecer la “zanahoria” para dar el “palo”.

Elena, que está como todos en esos momentos iniciales confinada en casa, oye al otro lado del teléfono una voz amable y educada, que quiere “ayudar”, y ahora sí que reconoce al “duque”. No es un empresario cualquiera, es alguien que tiene cara. Así es más fácil que este dé el pase a su “lugarteniente”. “Alberto, te paso el teléfono de Elena”; "habla con Elena y lo que necesites", le dice Medina a Luceño.

La necesidad, la urgencia, ser “los primeros”, “conseguirlo antes que el Gobierno”, hacen que todo fluya, nada de lo que ofrece interesa, entonces Elena envía a Medina “las necesidades del ayuntamiento”.

Medina y Luceño se ponen en marcha, buscan lo que necesita el Ayuntamiento, y que no tienen. Vía curso urgente, en 48 horas, de expertos sanitarios, y ahora sí, concretan mascarillas, test y guantes.

Medina y Luceño se ponen en marcha, buscan lo que necesita el Ayuntamiento, y que no tienen. Vía curso urgente, en 48 horas, de expertos sanitarios, y ahora sí, concretan mascarillas, test y guantes

Hecho el contacto, y echado el anzuelo, se coloca la “zanahoria” para el “palo”, tanto monta MEDINA como LUCEÑO, se ponen el traje de samaritanos, deseosos de “ayudar” a la “ciudadanía” y al “ayuntamiento”, solícitos informan de que “renuncian a sus comisiones” y “van a donar 238.000 mascarillas”. Y así se convierten en los principales proveedores del “grueso” de las necesidades del Ayuntamiento en la pandemia.

Nuevo objetivo conseguido, Elena entregada a la causa, propone “medallas” para su benefactores, y agiliza todo lo que puede los procedimientos, cartas del Alcalde a China, pagos anticipados, pagar el transporte, angustiada por no perder los materiales. Como le dicen, el anzuelo hasta dentro, hasta el pez gordo, dice Medina a Luceño, “me ha llamado el Alcalde, para darnos las gracias, que ya hablaremos “. “Cojonudo”, dice Alberto, “pero y los test...”.

A partir de aquí ningún obstáculo puede arruinar lo que ha sido una operación “exitosa”, porque sí, las mascarillas llegaron más tarde de lo previsto, después de problemas de transportes, y resultó que desde prevención ponen objeciones a su calidad como material sanitario. Pero para que comprobar la calidad haciendo análisis de calidad, “Alberto, dame todos los certificados”. Todos son buenos: “nuestras mascarillas son las mejores”, “las usa hasta el Gobierno chino”, o eso dice Luceño.

Y mientras, llegan las transferencias “pa’ la saca”. Corre, vamos a por los test y los guantes, que los tengo fresquitos y baratitos. ¡Anda! Si resulta que los guantes no son los “largos”. “¿No nos habrán estafado?”, dice Elena cuando ve los mismos guantes en una foto de supermercado muchísimo más baratos. Mientras casi le da un soponcio llama al “duque” para que ponga orden, que Luceño no contesta. No, no todo está en orden. En menos de 4 horas, más rápidos que pedir una pizza en pandemia, devuelven 4 millones (aún quedaban por pagar los test). Nos quedamos con los cortos, “que, aunque no son los que pedimos, también hacen falta”. Todo sigue en orden.

Pero Elena ya empieza a pensar que sus principales colaboradores no son perfectos, y más aún cuando los test que llegan, en gran parte, no sirven. Otra ronda de llamadas al duque y a Luceño, pero “los chinos” ya no quieren devolver dinero (ni Luceño, claro), ni quieren recibir los test defectuosos (ya no queda nada por cobrar). Lo arreglamos con el envío de unos reactivos, que casi llegan cuando la pandemia era un recuerdo.

Se nos acabó el amor, como decía la canción, y no recordamos al “duque” ni su “intendente”. Ellos no recuerdan que renunciaran a sus comisiones, “no tenían por qué decir nada”, y “donaron” lo que nunca fue suyo, que es como hacía “Robin Hood”, pero eso sí, comprando rólex y coches de lujo con los beneficios.

Ahora aquí estamos, con un Ayuntamiento haciendo equilibrios, entre pérdidas de memoria, situaciones inexplicables, sintiéndose “estafados”, pero a la vez satisfechos de lo recibido, soplando y sorbiendo, para tratar de recuperar un dinero estafado a los madrileños

Ese fue el problema: salió que todo era para rólex y coches de lujo, y nada para Hacienda. “Les gusta más donar a su manera”, pero saltó la liebre y, mientras el Ayuntamiento no se enteraba del tema y “creía” que todo había sido maravilloso en su relación con Medina y Luceño, estos acaban investigados y denunciados por la Fiscalía.

Y ahora aquí estamos, con un Ayuntamiento haciendo equilibrios, entre pérdidas de memoria, situaciones inexplicables, sintiéndose “estafados”, pero a la vez satisfechos de lo recibido, soplando y sorbiendo, para tratar de recuperar un dinero estafado a los madrileños.

He aquí la fábula del “duque y su intendente”, “la zanahoria y el palo”, “la medalla” y “un chino”, que no es chino, sino malayo (si existe), llamado “San chin choon”. Comenzaron como “Santos” y nos la colaron como los timadores de toda la vida con los cubiletes en la Plaza de Atocha. Se ha depurado la técnica, en vez de cubiletes hago unas llamadas, muevo bolita, pongo encima de la mesa una renuncia a comisiones y una donación, que por arte de birlibirloque desaparecen, lo de toda la vida, y el estafado, avergonzado, prefiere casi comérsela de la vergüenza.

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Alberto Cachinero, abogado del grupo municipal socialista del Consistorio y el PSOE en el juicio del 'caso Mascarillas’ contra los empresarios Alberto Luceño y Luis Medina.

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