Torrejón, un modelo mortal Pilar Velasco
Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de USA en el siglo pasado y parte de éste, acuñó el feliz término “exuberancia irracional” para definir las actitudes y comportamientos de los operadores de los mercados financieros que han dado lugar a las burbujas y demás catástrofes sufridas en las última décadas (desde las punto com hasta la más reciente de 2008 y siguientes). En un libro muy instructivo, titulado La biología de la toma de riesgos, de John Coates, que se enfoca a los mercados financieros pero homologable a otros muchos ámbitos y actividades, se documenta que para la neurociencia la culpa de la exuberancia irracional es de la testosterona, hormona esteroide de la que tan sobrados vamos los machitos. La retroalimentación de la testosterona que desde el cerebro manda producir el hipotálamo es causa del ‘efecto ganador’ que atacó, por ejemplo, a los operadores de Wall Street y de las hipotecas subprime (fuéseles la olla devorados por la codicia), desencadenando la crisis que nos jodió media vida en una década y cuyas secuelas aún no han extinguido.
Solo la exuberancia irracional puede explicar que el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, haya entrado en un bucle hiperactivo (¿o será melancólico?) convocando para el próximo domingo una manifestación callejera contra el presidente del Gobierno, un congreso extraordinario del PP para dentro de un mes y un amago de moción de censura para la que no sabemos si la dosis de exuberancia será suficiente.
En julio de 2022, Feijóo anunció recién llegado a Madrid el apocalipsis de la economía española, lo que explicaría su silencio clamoroso sobre esta disciplina en los exámenes (como un no presentado) de los tres cursos siguientes. En junio de 2023, convocó para julio “la movilización más grande que se ha hecho en la historia de España”, en un estado de euforia inducido por las encuestas preelectorales del gurú de la demoscopia Narciso Michavila, a quien el 23-J debió de repararle los humos de la chimenea y parte de la cocina.
En el año y mes corrientes, Feijóo convoca la manifestación del domingo próximo por las cloacas, las mafias y las corrupciones que afligen al Gobierno, acorralado en el fondo de la Philippe-Chartrier, devolviendo bolas sin poder, sin querer o sin saber subir a la red para ganar algún punto o algún juego.
Sentido de la oportunidad no ha tenido mucho el fingido exuberante Feijóo al poner el pie en el acelerador de la denuncia pública en la semana en que una jueza ha mandado a prisión al ex secretario de Seguridad con el Gobierno de Rajoy, Francisco Martínez, el número dos del ex ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, el hombre que en 1991 se encontró con Dios peregrinando por Las Vegas. La impresión fue tan honda para este patriota que se convirtió en supernumerario del Opus Dei. Como luego siguió pecando, es probable que acabe en la cárcel (la Fiscalía Anticorrupción le pide 15 años por la trama parapolicial de la operación Kitchen) y, seguro, al final, en el infierno.
La prueba del algodón para la exuberancia irracional de Feijóo será la moción de censura
Pero la prueba del algodón para la exuberancia irracional de Feijóo será la moción de censura. En coherencia con los epítetos que le dedican al ‘capo’ Sánchez en las metáforas sicilianas (¡qué culpa tendrán los sicilianos!), con el deshilachamiento del Gobierno y asociados y con la petición desesperada de anticipo electoral, nadie entendería que no la presentara, salvo Aznar, que es el corifeo del PP: ya se lo puede uno imaginar sentado en asiento cómodo en el set de turno, con una Cayetana o un Felipe al lado, hablando ex cátedra, en esa pose gestual, ese ademán de manos abiertas a media altura con los dedos inmovilizados en formato garra, como presos de una artritis, diciendo solemnemente babosadas del tipo “créanme, hay armas de destrucción masiva en Irak” o “los que idearon el 11-M no están ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas”. Y como colofón: déjense de monsergas y “el que pueda hacer que haga”.
Los argumentos de Feijóo para no presentar la moción de censura son/serán inconsistentes: el primero, los números no dan. Primer error, porque los números no daban cuando Felipe González la presentó en 1980 y dos años después ganó las elecciones, y mucho menos cuando lo hicieron Antonio Hernández Mancha en 1987 (solo tuvo 66 votos a favor), Pablo Iglesias en 2017 (82), Santiago Abascal en 2020 (52 síes y 298 noes) y Ramón Tamames (53 a favor). Segundo argumento: no he sido presidente porque no he querido, sostuvo Feijóo, mientras sus señorías se desternillaban en el Congreso. Porque no ha querido él ni, según la reciente encuesta de 40dB, la inmensa mayoría de los entrevistados, que le han colocado, en sus preferencias para presidir el Gobierno, incluso por detrás del neofranquista y prototrumpista Santiago Abascal. Una razón más para ganarte el aprecio de los ciudadanos y, sobre todo, de los tuyos propios presentando una moción de censura contra el gran enemigo de la derecha, la ultraderecha e industrias afines.
La realidad es que el problema de Feijóo ante la moción de censura no es la Aritmética sino la Retórica, la capacidad de construir un discurso convincente, persuasivo y eficaz en sus circunstancias.
Ya estoy viendo al presidente del PP en el Congreso presentando como candidato en la moción de censura su programa de Gobierno (que aún desconocemos), con lo que él ha denominado el “decálogo del cambio”: menos impuestos, más suelo, mix energético competitivo, inmigración legal y segura, defensa de las instituciones intervenidas por el maligno, apuesta por el crecimiento económico... Que suena a música celestial y solo puede poner a cavilar a los bienes y servicios públicos, a las burbujas inmobiliarias, al recibo de la electricidad, a los inmigrantes, al ‘entrismo’ en las instituciones y al propio crecimiento económico, sobre el que no había dicho ni una palabra desde que anunció el apocalipsis hace tres años..
Y ahora viene el problema real del discurso de la moción de censura, cuando Núñez Feijóo tenga que explicar, motu proprio o a demanda de sus señorías, qué piensa hacer con las leyes garantistas de derechos civiles que “no podrían ir bajo palio” o molestan “a la gente de bien” (eutanasia, igualdad real y efectiva, LGTBI+, personas trans,…), con la Ley de Memoria Democrática (visto lo visto ya en las comunidades donde Vox tiene voz y voto), qué piensa hacer en Cataluña, Euskadi... Con la repetida ultraderecha vigilando sus movimientos. Si la exuberancia irracional de Feijóo tuviera arrestos para responder a estas interrogantes, tendríamos resuelta la moción de censura o un fulminante anticipo electoral.
Y, finalmente, si la iniciativa de Alberto Núñez Feijóo no tuviera éxito, ya se encargaría Aznar, que presume de testosterona, de encontrar la solución en la Puerta del Sol, con la señora a la que le gusta la fruta, la cervecita y los protocolos, como signos indelebles de la libertad.
Una solución hacia la distopía que escribió Orwell “allá por 1984”, según un angustiado Feijóo.
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Rafael Camacho Ordóñez es periodista y consultor.
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