La fracción “patriótica” de la Internacional reaccionaria en Madrid
Santiago Abascal y Vox han convocado el 7 y 8 de febrero a Madrid a otros 11 partidos correligionarios, con los que comparten el grupo Patriotas en el Parlamento Europeo. Su programa consiste en una primera jornada de trabajo sobre Trump y el trumpismo y un mitin abierto con Marine Le Pen y Viktor Orbán.
Patriotas se ha convertido en el principal grupo de extrema derecha en el Parlamento Europeo. Cuenta con 84 diputados, es el tercer grupo de la cámara y ganó 34 nuevos diputados después de la purga y reconstrucción de su predecesor, Identidad y Democracia, a manos de Orbán (excomulgado del Partido Popular Europeo en 2021) y de Le Pen (que aporta 30 diputados y su portavoz Jordan Bardella). Además, existen otros dos grupos de extrema derecha en el Parlamento Europeo: Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), que gira alrededor de los Hermanos de Italia de Georgia Meloni y cuenta con 78 diputados; y Europa de las Naciones Soberanas, agrupado por Alianza por Alemania y partidos post-nazis de Europa Central, con 25 diputados.
Esta división en tres espacios políticos se explica en buena medida por dos factores: enfrentamientos nacionalistas heredados de la historia de Europa y su táctica para romper el “cordón de seguridad” con el que los partidos democráticos europeos los contienen y aíslan. Los partidos de extrema derecha europeos hunden sus raíces en los movimientos fascistas, nazis y autoritarios de derechas que conformaron el Eje y fueron, en su mayoría, derrotados en la Segunda Guerra Mundial por la Alianza Antifascista global.
La estrategia del Partido Popular Europeo desde la crisis del Covid, dirigido por Manfred Weber, ha sido la de cuestionar la gran coalición “centrista” que agrupaba a conservadores, socialdemócratas, liberales y, en muchas cuestiones, verdes. Y pretender sustituirla por una coalición de conservadores con sectores específicos y seleccionados de la extrema derecha, tras su “normalización” política. El giro a la derecha extrema ha sido claro en temas como la migración y el blindaje de la “Fortaleza Europa”, la demografía con la teoría conspirativa del “gran reemplazo” por minorías musulmanas, el negacionismo climático o las campañas de desinformación. La presidenta de la comisión, Ursula Von der Leyen, no ha dudado en consolidar este giro a la derecha abriéndose a los apoyos de Georgia Meloni y, a través de ella, de los partidos del CRE, apelando a un común “atlantismo” frente al peligro que representa la Rusia neo-zarista de Putin.
Patriotas se articula sobre el Fidesz de Orbán, en una deriva autoritaria, anti-europea y pro-Putin y el Reagrupamiento Nacional de Le Pen, heredero del colaboracionismo de Vichy y del colonialismo francés. Abascal rompió con Meloni para integrarse en el bloque mayoritario de la extrema derecha, porque los partidos de Patriotas compiten abiertamente por sectores electorales de los conservadores del PPE: son un ala claramente reaccionaria, más allá de estar divididos en el apoyo o no a Putin.
Patriotas se articula sobre el Fidesz de Orbán, en una deriva autoritaria, anti-europea y pro-Putin y el Reagrupamiento Nacional de Le Pen, heredero del colaboracionismo de Vichy y del colonialismo francés
Este sector es el que se reúne en Madrid y busca, al amparo de la victoria de Trump, convertirse en la quinta columna del trumpismo en la Unión Europea. Justo cuando se anuncia un choque frontal sobre los valores democráticos, una guerra comercial arancelaria, un cuestionamiento del propio proyecto de unidad europea y la subordinación de la UE a los intereses de la plutocracia tecnológica que rodea y gobierna con Trump. Del euro-escepticismo podemos pasar rápidamente al antieuropeísmo de la mano de Patriotas.
La política de contención de liberales, socialdemócratas, verdes y la izquierda, que se concreta en la campaña “En defensa de la Democracia”, necesita movilizar los valores antifascistas sobre los que se construyó el Estado de bienestar, se expandieron los derechos universales y se estableció el contrato social que ahora cuestionan los neofascistas europeos y el trumpismo.
En nombre de “Occidente como única civilización” –como afirmó Milei en Davos–, de la justificación de Trump del genocidio y una segunda nakba palestina, se pretende instaurar regímenes autoritarios que acaben con la justicia social e impongan los intereses de las oligarquías globales. Nos prometen la distopía de un nuevo orden imperialista volcado en el choque de civilizaciones y en el conflicto permanente.
Hoy, defender los valores de la Ilustración, la fraternidad humana, la Carta de Naciones Unidas y un futuro para la Humanidad ante la crisis climática es reafirmar el antifascismo y el optimismo de la razón frente a la barbarie.
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Agustín Santos Maraver es diputado de Sumar.