Kissinger fue un experto en política exterior y un criminal de guerra

Juan José Torres Núñez

La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. (Salvador Allende)

El miércoles 29 de noviembre de 2023 murió Henry Kissinger a los 100 años. El Washington Post lo recordó como un “destacado estadista y académico que tenía un poder incomparable sobre la política exterior”. Y el New York Times lo describió como un “académico convertido en diplomático que diseñó la apertura de Estados Unidos a China, negoció su salida de Vietnam y utilizó la astucia, la ambición y el intelecto para rehacer las relaciones de poder de EEUU con la Unión Soviética en los tiempos de la Guerra Fría, a veces pisoteando los valores democráticos”. Fue asesor de Seguridad Nacional y Secretario de Estado con los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford; y los sucesivos presidentes y diplomáticos siempre lo buscaron para pedirle consejos. Consiguió la gloria como diplomático cuando le otorgaron el Premio Nobel de la Paz, compartido con el norvietnamita Luc Duc Tho, que no lo aceptó porque EEUU seguía en Vietnam del Sur.

La prensa corporativa y el poder mediático siempre lo buscaban porque era un hombre inteligente y sus palabras daban buenos titulares. Norman Solomon, en su artículo “Para las élites mediáticas, el criminal de guerra Henry Kissinger era un gran hombre”, cita al periodista Ted Koppel cuando informó a los espectadores del programa Nightline en 1992 que si querían “una visión clara de la política exterior (…), es difícil encontrar algo mejor que Henry Kissinger”. Koppel, orgulloso de ser su amigo, lo elogió como “uno de los dos o tres grandes Secretarios de Estado de nuestro tiempo”. Y Scott Ritter, exoficial de inteligencia del Cuerpo de Marines de EEUU, declara en su artículo “Kissinger, un criminal de guerra que salvó el mundo” que “sin Kissinger un conflicto nuclear entre EEUU y la Unión Soviética era inevitable”. Termina afirmando que “a pesar de todas sus faltas, si no hubiera sido por él, ninguno de nosotros estaríamos aquí”. 

Pero Ritter llama a Kissinger criminal de guerra y se da cuenta de que habrá quien piense que las políticas que formuló e implementó se podrían “caracterizar como crímenes contra la humanidad”. Expresa su admiración por él, pero también sabe que hay algo podrido en esas políticas que implementó. Solomon, sin embargo, es más crítico al preguntar si un criminal de guerra puede ser realmente “un estadista destacado”. Así lo entendieron los que asistieron al discurso de Kissinger en la Universidad de Nueva York para celebrar el 45º aniversario del Premio Nobel de la Paz que le concedieron. Los manifestantes lo acusaron de criminal de guerra, gritando: “¡Púdrete en el infierno! ¡Es tan despreciable como los nazis! ¡Tiene sangre en sus manos!” Este triste espectáculo resulta curioso, pues Kissinger era judío y su familia emigró a EEUU en 1938, huyendo de los nazis. Augusto Zamora R. se ha referido a Barack Obama –a quien también concedieron el Premio Nobel de la Paz– y a Kissinger como los “Nobeles con olor a pólvora y sangre”.

Y ¿cuáles fueron los servicios que Kissinger prestó para que le dieran el Nobel de la Paz? Solomon da la contestación citando las palabras del fallecido Anthony Bourdain: “Una vez que has estado en Camboya, nunca dejarás de querer matar a golpes a Henry Kissinger con tus propias manos. Nunca más podrás abrir un periódico y leer sobre ese cabrón traicionero, prevaricador y asesino”. El profesor Binoy Kampmark, hablando de Chile en Global Research (28/05/2023), dice que “Nixon y Kissinger envenenaron las aguas de la política de ese país”. Joan E. Garcés, en su libro Salvador Allende Presente, opina que el golpe se debió a que para Allende la democracia fue “una práctica” y el socialismo “lo entiende como desarrollo de las libertades políticas hacia las económicas y sociales”. Allende subrayó que “El Partido Socialista afirma la personalidad propia y definitiva que debe tener la revolución latinoamericana (…), cuyo objeto esencial es la unión económica y política de Latinoamérica”.

Esta fue la razón por la que Kissinger, como buen matador, clavó el estoque hasta la empuñadura al pueblo chileno, dejándolo herido de muerte. Kampmark nos informa sobre la conversación que Kissinger mantuvo con Richard Helms, director de la CIA, en donde declaró: “No dejaremos que Chile se vaya por el desagüe”. Esto tuvo lugar solo ocho días después de que Allende ganara las elecciones. Y tres días después, Nixon le pidió a la CIA en una reunión, que también estaba Kissinger, que “hiciera rechinar la economía de Chile”. Kissinger dejó claro en un memorando sus ideas sobre la política exterior de EEUU, al manifestar que Allende en el gobierno “tendría un efecto sobre lo que ocurriera en el resto de América Latina y en el mundo en vías de desarrollo, sobre nuestra futura posición en el hemisferio y su panorama mundial en general”. 

Kissinger fue un buen estudiante de Maquiavelo y aplicó las cínicas ideas de su maestro: “El fin justifica los medios”. Y ahí están los resultados del golpe de Estado de Pinochet, con miles de muertos y desaparecidos que aún no se sabe dónde están sus cuerpos, como es el caso del sacerdote español Antonio Llidó, que después del golpe fue detenido en Chile, torturado y asesinado por la dictadura. Su cuerpo no se ha podido recuperar. Un caso parecido a lo que ocurrió con la dictadura de Franco. Hoy es una vergüenza para España tener que recordar que más de 100. 000 personas que fueron asesinadas en la guerra civil por defender el gobierno legítimo de la República –como era el gobierno chileno– aún siguen en las cunetas esperando a que se les dé una sepultura digna. Aunque estos genocidas nunca hayan respondido a sus crímenes ni se hayan enfrentado a las familias de sus víctimas, tenemos que asegurarnos de que sus crímenes nunca sean olvidados.

Kissinger fue un buen estudiante de Maquiavelo y aplicó las cínicas ideas de su maestro. Ahí están los resultados del golpe de Estado de Pinochet, con miles de muertos y desaparecidos que aún no se sabe dónde están, como el sacerdote español Antonio Llidó

Y hablando del olor a pólvora y sangre, tenemos mucha información desclasificada sobre las matanzas en Camboya, Vietnam, Laos y tantos otros lugares. Sophal Ear escribe en su artículo “La campaña de bombardeos de Kissinger probablemente mató a cientos de miles de camboyanos y marcó el camino para los Jemeres Rojos” que “no se puede subestimar el impacto de las políticas de Kissinger en Camboya, pues  contribuyeron al desmoronamiento del tejido social del país y al sufrimiento de su pueblo, dejando tras de sí un legado traumático”. Bajo la dirección de Pol Pot, los Jemeres Rojos sometieron a la población civil a trabajos forzados, torturas y asesinatos selectivos en masa. EEUU lanzó sobre la Camboya neutral 2,8 millones de toneladas de municiones “sobre 113.716 objetivos”. Estos bombardeos se parecen a los que está lanzando en estos momentos el criminal sionista-nazi, Benjamín Netanyahu, sobre el indefenso pueblo palestino, ayudado por EEUU, masacrando a mujeres, ancianos y niños inocentes. Cuando el viernes el Consejo de Seguridad de la ONU se reunió para pedir un alto el fuego inmediato y parar la carnicería que Israel está llevando a cabo en Gaza, EEUU vetó el alto el fuego

Solomon puntualiza que el New York Times destacó el papel de Kissinger en la “salida de EEUU de Vietnam”, pero no la matanza despiadada en una guerra que se cobró millones de vidas. Solomon escribe, citando al periodista Nick Turse, que “al menos 3,8 millones de vietnamitas murieron violentamente en la guerra (…), en donde 2 millones eran civiles”, añadiendo “a los que perecieron por enfermedades y hambre”. Y sin olvidar que Nixon y Kissinger masacraban a civiles en Laos, cita también a Fred Branfman que documentó a los campesinos laosianos describiendo lo que habían “vivido bajo tierra durante años, mientras veían a familias y a innumerables compañeros quemados vivos con napalm, asfixiados por bombas de 500 libras y destrozados por bombas de racimo”, lanzadas por EEUU. 

Según la Executive Intelligence Review, cuando el ministro chileno de Asuntos Exteriores, Gabriel Valdés, pronunció un discurso en Washington, Kissinger lo reprendió diciéndole: “Usted viene aquí hablando de América Latina, pero eso no es importante. Nada importante puede venir del Sur”. A lo que Valdés le respondió: “Señor Kissinger, usted no sabe nada del Sur”. Y Kissinger le contestó: “No, y no me importa”. Y aquí vemos el síndrome de hubris de la tragedia griega: el ego desmedido y el orgullo. No supo anticipar la decadencia de EEUU y del mundo unipolar de las guerras permanentes. Tampoco previó la formación de un orden mundial, multipolar y más justo, de países emergentes conocidos como el bloque de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), unidos por vínculos de amistad, solidaridad, cooperación y el mantenimiento de su identidad y soberanía. Estos son los países del Sur Global, también llamados la Mayoría Global, que como ha vaticinado la fundadora del Instituto Schiller, Helga Zepp-LaRouche, se está produciendo “un verdadero cambio en la estructura del poder mundial”. A partir del 1 de enero de 2024, cinco países más se incorporarán al bloque: Argentina, Etiopía, Arabia Saudí, Irán y los Emiratos Árabes Unidos. Y muchos más países han anunciado su intención de unirse a los BRICS. Lo más importante es que no buscan las guerras permanentes, sino la paz y el desarrollo.

Kissinger, el gran experto en política exterior, no supo predecir lo que ya está sucediendo y tampoco comprendió lo que Allende sí anticipó en Radio Magallanes antes de su muerte: que la historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen.

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Juan José Torres Núñez es doctor en Filología Inglesa y socio de infoLibre.

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