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La lista más votada

José Enrique de Ayala

Hace unos días, el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ha retado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a que después de las próximas elecciones generales gobierne la lista más votada. Esta iniciativa, que aparece y desaparece como el Guadiana de las propuestas políticas del PP, en función de sus intereses coyunturales, solo puede significar dos cosas: la primera, que Feijóo piensa obtener más escaños que Sánchez en las elecciones, y la segunda, que cree que sus escaños no serán suficientes, ni siquiera sumados a los de Vox –y eventualmente a los de Ciudadanos si obtuvieran alguno– para armar una mayoría que le permitiera gobernar.

Sustentar este somero análisis es fácil: basta acudir a la experiencia reciente. ¿Permitió el PP, después de las elecciones de abril de 2019, gobernar a la lista más votada —el PSOE— que casi había duplicado sus escaños (123/66)? Solo habría tenido que abstenerse, la misma acción que exigió y obtuvo de los socialistas en la investidura anterior en favor de Mariano Rajoy, desatando una grave crisis en el PSOE. Pero no lo hizo, y provocó una repetición electoral con el consiguiente coste político y económico para el país. ¿Permitió el PP gobernar a la lista más votada —de nuevo el PSOE— después de las elecciones de noviembre del mismo 2019? Tampoco.

Una vez más, solo necesitaba abstenerse, pero no lo hizo, y Sánchez obtuvo la investidura por una diferencia de dos votos. Al no permitir que gobernara la lista más votada, forzó un pacto con Unidas Podemos y sus convergencias, así como la abstención de Esquerra Republicana de Catalunya y Bildu, todo lo cual utilizó después para acusar al presidente del Gobierno de pactar con los enemigos de España. ¿Propuso en algún momento el PP —después de cualquiera de las dos elecciones— una gran coalición entre los dos partidos principales para evitar esos pactos que consideraba lesivos para España? No. Esa gran coalición tendría que haber sido dirigida lógicamente por el ganador de las elecciones –el PSOE–, y el PP prefirió que pactara con otros partidos, lo que le iba a permitir criticar precisamente que pactara con ellos.

La derecha española tiene muy mala memoria, cuando le conviene. Que gobierne la lista más votada... siempre que sea la suya

Siempre que ha podido, el PP ha despreciado la lista más votada, si no era la suya, en favor de sus intereses. ¿Qué pasó en las elecciones andaluzas de 2018? El PSOE fue el partido más votado, obtuvo 33 diputados por 26 del PP. ¿Propuso el PP una coalición entre los dos grandes partidos? No. Gobernó el candidato del PP, Juan Manuel Moreno, investido con los votos de su partido, de Ciudadanos y de Vox. ¿Qué pasó en las elecciones en Castilla y León en 2019? El PSOE fue el partido más votado, obtuvo 35 procuradores por 29 del PP. Pero fue investido el candidato del PP, Alfonso Fernández Mañueco, con los votos de su partido y los de Ciudadanos, y la abstención de Vox. Lo mismo sucedió, tras las elecciones de mayo de 2019, en la Comunidad de Madrid y en la región de Murcia.

A pesar de tan numerosos y recientes antecedentes, Feijóo propone ahora que gobierne la lista más votada sin que se le mueva un músculo de la cara, presuponiendo que obtendrá más diputados que su rival. La derecha española tiene muy mala memoria, cuando le conviene. Que gobierne la lista más votada... siempre que sea la suya. Y si no puede ser, propondrán una gran coalición entre los dos partidos principales... siempre que la dirijan ellos. Eso si no consiguen mayoría suficiente con Vox, con la pequeña aportación que quizá pudiera hacer Ciudadanos, en cuyo caso todos esos propósitos quedarán arrumbados, o se plantearán con la boca pequeña —sin concesiones— para que su rechazo blanquee el pacto con los ultraderechistas.

Podemos estar seguros de que si el PP obtiene alguna ventaja sobre el PSOE, pero los números no dan para que gobiernen las derechas, vamos a asistir a una campaña mediática intensiva, insistente, incansable, de la gran mayoría de los medios de alcance nacional, en favor de que se deje gobernar a la lista más votada, o en último término de que el PSOE acceda a ir como segundo partido de una gran coalición, con apelaciones al patriotismo, a los intereses superiores del país, al interés general, para superar la crisis, y hacer frente a los que quieren destruir España. Parece que ninguno de estos propósitos o problemas existían en 2019, cuando la lista más votada era la del PSOE, y el que tenía que ayudar era el PP; pero, ¿quién se acuerda ya de aquello?

Veremos incluso a algunos de los viejos socialistas —los mismos que conspiraron para expulsar a Sánchez de la secretaría general del PSOE en 2016 y forzaron la abstención que propició la investidura de Mariano Rajoy, los mismos que apoyaron a Susana Díaz en las primarias de 2017, los mismos que han criticado duramente todas las medidas de orientación izquierdista o a favor de la distensión en Cataluña que ha adoptado Sánchez— que harán campaña a favor de los deseos del PP, aun sabiendo que eso perjudica a su partido y que sería una solución que paralizaría cualquier iniciativa progresista para ayudar a reducir las desigualdades o beneficiar a la población más desfavorecida, que es la razón de existir de un partido socialista.

Esperemos que nada de esto suceda, y no precisamente porque el PP logre una mayoría suficiente con Vox, sino porque el PSOE se mantenga firme y sea capaz de reeditar los pactos que llevaron a Sánchez a la Moncloa y han permitido hacer las leyes y la política más progresistas y más sociales que este país ha conocido desde ciertas épocas de la II República. Los que se llaman a sí mismos socialdemócratas, pero tienen ciertas tendencias liberales o incluso conservadoras, deberían recordar lo que le pasó al Partido Laborista de Tony Blair o al Partido Socialista Francés de François Hollande, si no les basta con sus principios éticos. En todo caso, durante la campaña electoral deberían dejar suficientemente claros sus propósitos, para que los electores pudieran actuar en consecuencia sabiendo de antemano lo que su voto significa. 

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José Enrique de Ayala es analista de la Fundación Alternativas.

 

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