Los márgenes de beneficio del sector turístico español continúan disparados. Los informes económicos hablan de cifras récord en ingresos y ocupación. ¿Y el reparto? El reparto brilla por su ausencia. La riqueza que genera el turismo se queda en muy pocas manos y no son, precisamente, las de las personas trabajadoras.
Otra temporada turística de récord. Otra vez las mismas imágenes de playas atestadas, terrazas a reventar; aeropuertos, carreteras y estaciones ferroviarias a pleno rendimiento, y ciudades, poblaciones y parajes convertidos en polos de atracción para turistas, especialmente europeos. Y, sin embargo, los trabajadores y trabajadoras que sostienen este modelo turístico siguen siendo los grandes olvidados. Seguimos con salarios precarios, jornadas maratonianas, y un futuro hipotecado por un sistema que solo entiende de beneficios empresariales y de récords de llegada de turistas.
El modelo turístico español no es sostenible a largo plazo. No lo decimos solo desde UGT, lo grita la calle, lo sufre quien trabaja en hostelería, en el comercio, en los servicios asociados al turismo. Lo padece quien no puede pagar un alquiler en su propia ciudad porque ha sido devorada por los apartamentos turísticos o porque el precio de la vivienda, en venta o alquiler, es inasumible. ¿Cómo puede ser sostenible un sistema que expulsa a la población local de su propio territorio? ¿Qué sentido tienen los extraordinarios y crecientes beneficios de las empresas del sector si quienes sirven los cafés, hacen las camas o reponen lineales no perciben un salario suficiente?
El poder adquisitivo del turista extranjero marca el paso
Se está imponiendo un modelo turístico dirigido exclusivamente al turista extranjero, que llega con un nivel de vida y un poder adquisitivo muy superior al salario medio de las personas trabajadores de nuestro país. Esa desigualdad económica está siendo utilizada por los empresarios del sector para justificar subidas brutales de precios en alojamiento, restauración y ocio. Esto tiene consecuencias: se está expulsando del mercado turístico a la clase trabajadora española, al turista nacional, al residente de siempre. El turismo ya no es una posibilidad, es un privilegio reservado para aquellos que pueden costeárselo.
A esto hay que añadir una inflación enquistada en el sector que, además, no se traslada a los salarios. Los precios del turismo y la hostelería no paran de subir. Según los últimos datos del INE, la inflación en hostelería, restauración y alojamientos se sitúa entre las más altas del país. Comer en un restaurante, alojarse en un hotel o incluso tomarse un helado “artesanal” se ha convertido en un lujo para una parte de los consumidores, no solo para el turista nacional, sino también para los propios trabajadores del sector. Mientras tanto, los salarios apenas se han movido. Y cuando lo han hecho, ha sido gracias al SMI o a intensas presiones sindicales y no sin resistencia empresarial.
La riqueza que genera el turismo se queda en muy pocas manos y no son, precisamente, las de las personas trabajadoras
¿Esto es lo que entendemos por "motor económico del país"?
Este modelo está rompiendo el equilibrio en nuestras ciudades y entornos naturales. Los barrios tradicionales pierden identidad y habitantes, los espacios naturales o pintorescos son invadidos por el furor de lo “instagramizable”. El acceso a la vivienda es un drama para los trabajadores. En muchas zonas turísticas, simplemente no se puede vivir. La gentrificación expulsa al vecindario, destruye el tejido social y convierte los espacios públicos en escaparates al servicio del turista.
A esto se le suma la presión medioambiental: residuos, sobreexplotación de recursos hídricos, masificación, emisiones. ¿Cuánto más podemos soportar sin que se rompa definitivamente el equilibrio entre economía y entorno?
Sí, el turismo es uno de los pilares de la economía española. Pero es un pilar hueco si no se apuntala con justicia social, condiciones dignas de trabajo y sostenibilidad real. No podemos seguir presumiendo de cifras mientras quienes sostienen el sector viven con contratos precarios, salarios insuficientes y jornadas interminables.
Desde UGT tenemos algunas propuestas:
- Reforma del modelo turístico hacia un turismo de calidad, con control público de precios, regulación de la oferta turística y limitación del turismo depredador.
- Proteger acceso a la vivienda para los trabajadores del sector en zonas turísticas. Hay que poner coto al alquiler vacacional y priorizar el derecho a vivir frente al negocio especulativo.
- Revisión de los convenios colectivos para mejorar las condiciones laborales: salarios justos, horarios regulados, conciliación y estabilidad. En este sentido, el camino lo deben marcar convenios como el firmado la pasada semana por UGT y la Federación Hotelera de Mallorca, en Baleares.
- Fiscalidad más justa y redistributiva para que las empresas del turismo, la hostelería y los servicios vinculados aporten lo que le corresponde al bienestar colectivo.
- Apuesta por la sostenibilidad real, con planes de protección medioambiental y urbana, y participación de los trabajadores en la transformación del modelo.
Queremos un turismo que beneficie a todos (empresas, trabajadores y ciudadanía), que respete los derechos laborales, que cuide nuestro entorno y que permita a los residentes y a las personas trabajadoras vivir con dignidad en los destinos vacacionales y turísticos.
Desde UGT exigimos al Gobierno, a las patronales y a todas las administraciones públicas que dejen de mirar hacia otro lado. Si el turismo es realmente estratégico, hay que abordarlo con una visión equilibrada, largoplacista y que concilie el beneficio económico con la justicia social.
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Antonio Oviedo es Secretario General de la Federación de Servicios, Movilidad y Consumo de UGT.
Los márgenes de beneficio del sector turístico español continúan disparados. Los informes económicos hablan de cifras récord en ingresos y ocupación. ¿Y el reparto? El reparto brilla por su ausencia. La riqueza que genera el turismo se queda en muy pocas manos y no son, precisamente, las de las personas trabajadoras.