Uno de los secretos del éxito adictivo de las redes sociales es haber minimizado en una pantalla que cabe en nuestra mano, aquel estanque en que Narciso contemplaba hipnotizado el reflejo de su propia hermosura. La Inteligencia Artificial ha ido perfeccionado este recurso hasta convertir nuestros móviles en ese espejito, espejito mágico que le confirmaba a la reina malvada que era la mujer más bella del mundo. Solo que, a diferencia del cuento, nuestro adulador espejo está diseñado para no contrariarnos nunca, de modo que en la lógica de su sistema no está previsto que nos informe de aquello que pudiera poner en duda nuestra vanidad. Por eso jamás nos hablará de la existencia de Blancanieves.
Esta ignorancia masturbatoria, sin embargo, no nos mantiene a salvo de la tragedia. De hecho, el propio Narciso murió ahogado en el estanque, al no poder refrenar el impulso de arrojarse a él en un vano afán por poseer la imagen seductora de su propio reflejo. En cualquier caso, ni siquiera en ese trance fatal dejamos hoy de sentir esa mano virtual y consoladora que nos acompaña hasta en el último paso. La periodista Laura Reiley tuvo ocasión de comprobarlo al leer la carta que le escribió su hija Sophie. Había en aquellas líneas algo que desentonaba, que chirriaba, que distorsionaba la voz de su hija. Sophie tenía inclinaciones suicidas y durante meses estuvo consultando a Harry, un terapeuta virtual creado por IA. Harry le dio buenos consejos, intentó que abandonara aquellas obsesiones que la empujaban al abismo. Pero fracasó. Sin embargo, eso no impidió que fuera fiel al mandato de complacerla que le impuso su programador. Por eso, aunque Harry no pudo impedir su muerte, la halagó hasta el final corrigiendo para ella su carta de despedida.
Adam Raine, un adolescente de 16 años, también consultó en ChatGPT cómo podía disimular la marca que le había dejado la soga con la que había intentado suicidarse. Y el muchacho se sintió tan satisfecho con la respuesta que, tiempo después, tras decirle que estaba “practicando”, subió la fotografía de una cuerda atada a un armario para preguntarle si la veía bien. "Sí, no está nada mal", le contestó. Luego le pidió que calculara si aquel improvisado patíbulo doméstico sería capaz de sostener el peso de un cuerpo humano. ChatGPT le contestó afirmativamente e incluso le proporcionó información técnica del armario. Tras ello, la aplicación le envió un nuevo mensaje: “Cualquiera que sea la razón de tu curiosidad, podemos hablar de ello. Sin juzgar”. Pero Adam ya no respondió.
La IA acompaña nuestras soledades en el viaje al precipicio. Y las redes sociales transforman el salto al abismo en un espectáculo. Incluso en una oportunidad de negocio, aunque el negocio sea vender tu propia muerte. Raphaël Graven, alias Jean Pormanove, hizo de ese salto al vacío un modo de vida. Este francés de 46 años, minusválido, desdentado y ávido de amistad vio cómo su popularidad se disparaba como streamer en la plataforma Kick. E incluso conseguía ingresos. A cambio, solo debía dejarse filmar mientras era vejado, humillado, insultado, golpeado; en suma, solo debía de ser él mismo. Hace unos días, Graven murió tras 289 horas de emisión en directo ininterrumpidas. Hasta 15.000 personas llegaron a estar conectadas para contemplar su lenta agonía. Sin duda, muchos de ellos quedaron impactados por un espectáculo que acabó superando sus expectativas.
La IA acompaña nuestras soledades en el viaje al precipicio. Y las redes sociales transforman el salto al abismo en un espectáculo. Incluso en una oportunidad de negocio, aunque el negocio sea vender tu propia muerte
La tragedia es una gran oportunidad y Graven la aprovechó mientras pudo. Otros, cientos, la buscaron, pero no tuvieron su suerte. Murieron antes de poder subir a Tik Tok o Instagran esas imágenes definitivas junto a cualquier abismo. O tratando de superar ese reto viral que les garantizase un microsegundo de gloria. No importa edades ni razas. Pan Xiaoting falleció tras pasar diez horas ininterrumpidas engullendo alimentos, mientras trataba de conquistar fama y algo de dinero promocionándose como mukang en youtube con videos comiendo desaforadamente. La joven china de 24 años llegó a pesar 300 kilos antes de morir. El filipino Dongz Apatan, con medio millón de seguidores, sufrió un infarto letal al aceptar beberse una botella de whisky en el menor tiempo posible. La vida de Sebastian, un niño inglés de 12 años, se quebró mientas se grababa practicando el Blackout Challenge, un desafío viral consistente en permanecer sin respirar hasta perder la consciencia. O, es su caso, hasta el último latido.
En realidad, la tragedia siempre ha sido una oportunidad, como bien supo reflejar Naomi Klein en su teoría del shock. Solo que hoy el sistema ha logrado trasladar esa lógica a la escala más elemental gracias a la promoción de un ultraindividualismo basado en un narcisismo de basurero y cloaca. Si en sus inicios el capitalismo supo triunfar convirtiendo en mercancía la fuerza de trabajo, hoy afronta el reto de reducir a simple mercancía nuestros despojos. Y lo está consiguiendo a golpe de likes.
_________________
José Manuel Rambla es periodista.
Uno de los secretos del éxito adictivo de las redes sociales es haber minimizado en una pantalla que cabe en nuestra mano, aquel estanque en que Narciso contemplaba hipnotizado el reflejo de su propia hermosura. La Inteligencia Artificial ha ido perfeccionado este recurso hasta convertir nuestros móviles en ese espejito, espejito mágico que le confirmaba a la reina malvada que era la mujer más bella del mundo. Solo que, a diferencia del cuento, nuestro adulador espejo está diseñado para no contrariarnos nunca, de modo que en la lógica de su sistema no está previsto que nos informe de aquello que pudiera poner en duda nuestra vanidad. Por eso jamás nos hablará de la existencia de Blancanieves.