Reformulaciones de la ortodoxia económica

Jesús Lizcano Álvarez

En estos últimos años se viene dando una clara discordancia (dentro de lo que en nuestro idioma se llama Economía), entre Economics y Economy, términos anglosajones que vienen a significar respectivamente: las teorías o modelos económicos (Economics) y, por otra parte, el sistema económico real (Economy). En este contexto nos parece conveniente revisar algunos postulados de la teoría u ortodoxia económica vigente, de cara a mejorar en lo posible la actual realidad económica.

Nos vamos a referir ahora a un aspecto de la actual ortodoxia económica relativo a la subida de los tipos de interés como herramienta básica para disminuir la inflación. Desde siempre hemos tratado de cuestionar esa postura asumida y oficializada por una buena parte de la doctrina, y practicada frecuentemente por los Bancos Centrales, de que subiendo los tipos de interés disminuirá beneficiosa e inexorablemente la inflación. Entendemos que esa postura se basa en una premisa errónea de que la inflación es un fenómeno con una base esencialmente monetaria, y además apoyada ahora en un supuesto igualmente erróneo de que en la actualidad tenemos una inflación de demanda, esto es, por un exceso o superabundancia de dicha demanda, que hace subir los precios ante una oferta dada. Si bien la realidad es que tenemos una inflación de oferta, esto es, por unas acusadas restricciones o escasez en la oferta de muchos productos, así como una inflación de costes, ya que el problema existente en la cadena de valor es que están subiendo de forma importante los costes de los inputs en las empresas, sobre todo la energía, pero también otros factores como materias primas tecnológicas, agrícolas, industriales, etc.

Es como si un coche (el sistema económico) tuviera un ruido alarmante (la inflación) y lo que hacemos es simplemente bajar la velocidad del coche para que deje de oírse ese ruido, sin abordar el origen o arreglo del problema que origina dicho ruido

En todo caso, y aparte de estas premisas erróneas, la subida de los tipos de interés es propiamente, y contrariamente a lo que a menudo se piensa, una medida inflacionista per se, tanto a medio como a largo plazo. Esta medida alcista de los tipos pretende enfriar la economía y reducir el crecimiento económico, con lo que se piensa que se debilitará la demanda y así bajarán los precios, si bien lo que viene a originar a menudo es un aumento del desempleo y en ocasiones hasta una recesión económica. Es como si un coche (el sistema económico) tuviera un ruido alarmante (la inflación) y lo que hacemos es simplemente bajar la velocidad del coche para que deje de oírse ese ruido, sin abordar el origen o arreglo del problema que origina dicho ruido.

Es importante tener en cuenta, por otra parte, que la subida de los tipos de interés genera varios efectos. Uno bastante directo, como es la subida de los tipos hipotecarios, y que perjudica a muchos ciudadanos que han comprado una vivienda gracias a un préstamo hipotecario. Y otro importante problema de la ortodoxia vigente es que los intereses que paga una familia mensualmente por la hipoteca de su vivienda, y que suponen un pago por el alquiler del dinero de ese préstamo, no se recogen en el Índice de Precios (IPC), medidor oficial de la inflación y del coste de la vida. Si, al igual que se incluye en este índice el alquiler que pagan los ciudadanos por las viviendas en el caso de ser arrendadas, se contemplase igualmente ese alquiler que se paga asociado a la hipoteca de la vivienda (excluido en todo caso el reembolso del capital o del préstamo), una subida del tipo de interés aumentaría claramente el nivel de ese índice del coste de la vida y, por tanto, generaría el efecto contrario al buscado de bajar la inflación, dado que evidentemente esa subida de los intereses hipotecarios merma significativamente el bolsillo de muchos ciudadanos y por lo tanto su poder adquisitivo y aumenta su coste de la vida.

Además, otro efecto negativo de la subida de los tipos de interés sería el aumento del déficit público y, por tanto, de la Deuda pública (cuyo importe ha alcanzado ya en España el récord histórico de casi 1,5 billones de euros), dado que la subida de tipos implica un correlativo aumento de los intereses que se pagan por esa deuda pública, lo que irremediablemente conlleva un aumento de la muy alta partida de gastos financieros del Estado y otras administraciones públicas y, por tanto, una sustantiva subida del déficit público, que siendo además un proceso iterativo, seguiría aumentando esa gigantesca deuda pública.

En cuanto al tercer sector de la economía (además de los ya mencionados de las familias y el Estado), esto es, el de las Empresas, dado su alto nivel de endeudamiento actual, si se suben los tipos de interés, ello podrá minorar o incluso hundir las Cuentas de Resultados de muchas empresas, que ya sufren el importante problema de la subida de otros costes en sus negocios y que, además, podrían verse necesitadas de trasladar estos nuevos costes (al igual que otros) a los precios de sus productos, lo cual generaría un nuevo efecto inflacionista derivado del alza de los tipos. 

En resumidas cuentas, creemos, en primer lugar, que se deberían modificar algunos de los postulados de la ortodoxia económica vigente y cambiar esa visión incorrecta sobre la necesidad de subir los tipos de interés para combatir y reducir la alta inflación actual, que entendemos necesitaría de otras medidas de carácter fiscal y/o económico (por ejemplo de oferta), en lugar de esa política monetarista. Y ya de paso sería necesario cambiar el sistema de medición del coste de la vida o poder adquisitivo de los ciudadanos, de cara a incluir en el IPC ese componente tan significativo del gasto corriente de las familias, como son los intereses que pagan por sus deudas hipotecarias. En definitiva, si no cambiamos y actualizamos los postulados económicos (Economics), difícilmente podremos mejorar la Economía real (Economy). Esperemos consecuentemente que el Banco Central Europeo pueda repensar su política antes de volver a subir los tipos de interés y, en caso de que llegase a hacerlo, sea socialmente transparente y publique los datos en los que se basa esa decisión y, sobre todo, los diversos efectos micro y macroeconómicos que estima conseguir con la misma, de cara a preservar el derecho a saber y la situación económica de los ciudadanos, empresas e instituciones públicas de los países europeos.

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Jesús Lizcano Álvarez es catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, académico de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras, cofundador y expresidente de Transparencia Internacional España y director de la revista 'Encuentros Multidisciplinares'.

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