La torre de PISA

Anna Garcia Hom

Nuestro mundo es multidimensional y nuestros problemas son complicados y no pueden resolverse utilizando un sólo abordaje. Veamos si no el vehemente debate de lo que podríamos englobar bajo el vago epígrafe “crisis del sistema educativo”. A nadie se le escapa la inquietud generada por el resultado no sorprendente del último informe PISA y el no nivel adquirido por los estudiantes de nuestro país. Si a ello le sumamos algunos casos recientes de degeneración tecnológica mediante la cual se distribuye pornografía infantil entre menores, la inquietud deviene asombro. Cabe admitir, no obstante, que ninguno de los dos sucesos debería ser considerado excepcional ni tampoco chocante. Intentemos pensar algunas razones. 

Si atendemos a la polémica suscitada por el decreciente rendimiento que los alumnos muestran en sus conocimientos y habilidades de lectura y matemáticas, bastará con dar un simple vistazo a la estructura de enseñanza que disponen los planes de estudio. No sólo son cuestionables las más que indecentes modificaciones que han sufrido dichos planes de estudio en los últimos tiempos, sino que estas han sido camufladas y secuestradas por una despreciable lid política empeñada en obtener un rédito político partidista. Visto el desenlace, otro suspenso. Si a las constantes transformaciones en el contenido educativo no se les acompaña de análogas competencias por parte de aquellos que deben impartirlo, la hecatombe es colosal. Demos de nuevo otro vistazo al resultado de las últimas oposiciones convocadas a medida para los docentes interinos: 30% de suspensos. Ahí lo dejo. Todo esto acompañado por una tendencia desprovista de todo sentido común que justifica una realidad educativa de pésima calidad a razón de una pandemia que ya nadie recuerda y unas remuneraciones consideradas insuficientes para unas funciones cuyo fracaso ha quedado reflejado. 

No es sólo comprensión lectora: nuestros adolescentes carecen de conceptos lingüísticos que los provean de la capacidad para juzgar y categorizar el mundo que les rodea. Eliminar la complejidad del lenguaje es aniquilar la capacidad de discernimiento

Pero aún hay más. Aun siendo indulgentes con los intentos de flexibilizar los progresos de nuestros alumnos mediante proyectos a medida, inexistencia de calificaciones que les ocasionen traumas o complejos que perjudiquen su autoestima, lo cierto es que algo chirría cuando esos mismos sujetos son protagonistas de acciones hoy en manos de la justicia por la gravedad de sus consecuencias. Me refiero a la distribución de pornografía digital por los mismos escolares. La tiranía acaramelada de la formación de nuestros alumnos no parece ser tampoco la solución. Si bien existen tantos factores explicativos como expertos en ellos, déjenme que apunte a uno a mi parecer esencial y ausente en este análisis. 

Sin desterrar la importancia de las causas anteriormente apuntadas lo cierto es que la incompetencia en el manejo y comprensión del lenguaje tiene consecuencias directas sobre la representación del mundo. No es sólo comprensión lectora: nuestros adolescentes carecen de conceptos lingüísticos que los provean de la capacidad para juzgar, clasificar y categorizar el mundo que les rodea. Eliminar la complejidad del lenguaje es aniquilar la capacidad de discernimiento, de criterio y de elección. La divulgación en cadena de contenido de carácter sexual por parte de dichos escolares es la muestra de la asimetría existente entre una tecnología codificada que actúa de emisora y un receptor sin código, eso es, sin lenguaje, que actúa de receptor. Cualquier diferencia entre los códigos del emisor y del receptor es una posible fuente de error en el proceso de comunicación y, por ello, de significación y de interpretación de la realidad. Ignorar la grandeza del lenguaje en su dimensión moral es abandonarse a la suerte de una realidad carente de equilibrio, como la torre de Pisa.

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*Anna Garcia Hom es analista y socióloga.

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