Política

2017: un año sin elecciones a la vista y con congresos en los grandes partidos

Rajoy, el 20 de diciembre, en una rueda de prensa en la sede de la ONU.

Ibon Uría

Si 2016 será recordado como el año en el que se repitieron unas elecciones generales por primera vez y de las interminables negociaciones para formar Gobierno –aunque Rajoy lograra finalmente seguir en la Moncloa–, 2017 se perfila como la fecha de los congresos de los principales partidos. Las cuatro mayores fuerzas de ámbito nacional celebrarán en este nuevo año sus respectivos cónclaves: el PP, Podemos y Ciudadanos lo harán en febrero, mientras que las primarias del PSOE –que salvo sorpresa será la única de estas cuatro formaciones que elija a un nuevo líder–, aún no tienen fecha. En todo caso, lo previsible es que sea también antes del verano: junio parece la fecha preferida por la comisión gestora y el sector mayoritario.

A semanas o meses de esas citas clave, la situación interna de cada organización es bien diferente: los socialistas llegan a su 39º Congreso tras un año negro marcado por la división interna y los malos resultados electorales. En Podemos, tras semanas de tensiones, Iglesias y Errejón enfrentarán sus ideas en Vistalegre II, una cita donde la primera batalla –la consulta sobre el sistema de votación– la ganó el secretario general del partido morado, pero por estrecho margen. Ciudadanos, por su parte, reelegirá previsiblemente a Rivera, que ya lleva más de diez años al frente del partido. Y en el PP, por último, Rajoy tiene garantizado su liderazgo, después de haber enterrado en los últimos años a todos los grupos de poder interno que amenazaban con hacerle sombra.

El presidente del Gobierno tiene en su mano, además, la posibilidad de jugar la carta de las elecciones anticipadas. A partir de mayo, si las cosas se ponen cuesta arriba para el Gobierno en el Congreso de los Diputados más fragmentado que se recuerda, podrá presionar a la oposición -especialmente a un PSOE en horas bajas– con convocar de nuevo a los ciudadanos a las urnas con el argumento de poner punto final a una etapa de inestabilidad. Las encuestas -que en 2016 fallaron estrepitosamente en no pocas ocasiones, pero que pueden servir como referencia- coinciden en que el PP podría salir bien parado de esa jugada. Por último, el año comienza marcado también por los planes de las fuerzas independentistas en Cataluña, con la posible celebración de un referéndum en otoño como cita clave.

El PSOE elige a su nuevo líder

El PSOE es probablemente el partido que más ganas tenía de que acabara 2016, un año que comenzó con los 90 escaños cosechados el 20 de diciembre de 2015 aún por digerir: un resultado histórico para el secretario general, Pedro Sánchez –"hemos hecho historia, hemos hecho presente y el futuro es nuestro", dijo la noche electoral– y que encendió todas las alarmas en los puestos de mando de las federaciones ya para entonces distanciadas del líder. Luego vinieron el intento de investidura fallida del candidato socialista, las elecciones de junio –nuevo batacazo: 85 escaños– y el fracaso electoral también en Euskadi y Galicia. Cada vez más cuestionado, Sánchez intentó una huida hacia delante: quiso convocar un Congreso exprés para, con el respaldo de las bases fruto de su no a Rajoy, mantenerse en el cargo.

Pero esa jugada no prosperó: en la última semana de septiembre los críticos dimitieron en bloque de la Ejecutiva de Sánchez para intentar forzar su caída. El golpe no fue definitivo y durante días se sucedieron imágenes insólitas, como declaraciones de cargos críticos que negaban toda autoridad a Sánchez o la autoproclamación a las puertas de la sede federal como "única autoridad" del PSOE de Verónica Pérez, secretaria general en la provincia de Sevilla y habitualmente presidenta de la Mesa del Comité Federal, el órgano donde se produjeron este 2016 las dos reuniones más tensas que se recuerdan en años: el 1 de octubre la que culminó con la dimisión de Sánchez tras perder la votación sobre la convocatoria del Congreso y dejó el partido en manos de una gestora; y, el día 23, la que enterró el no es no y consumó el giro a la abstenciónno es no.

El PSOE lleva, por tanto, tres meses con una dirección interina. ¿Y ahora qué? El calendario orgánico comenzará a diseñarse en el Comité Federal de enero, el día 14 salvo cambios de última hora. La fecha de las primarias y el Congreso Federal, sin embargo, no se decidirá hasta más adelante. Los barones alineados con Susana Díaz, que ejerce ya como líder en la sombra y cuya candidatura se da casi por segura, quieren que sea en junio. Antes tendrán que definir, junto al PSC, la relación entre el PSOE y los socialistas catalanes, a los que la presidenta andaluza querría expulsar de los órganos federales y de la votación de las primarias para allanar su propio camino hasta la Secretaría General.

Finalmente, está por ver quién le hace frente en ese recorrido, porque la minoría crítica no tiene candidato: Sánchez está desdibujado y ha perdido apoyos –pese a la reunión de 68 sanchistas este martes para pedirle que dé un paso al frente–, Patxi López provoca recelos en algunos cargos de ese sector y por ahora se ha limitado a tantear sus opciones, y la presidenta balear Francina Armengol, de la que algunos creen que sería una buena candidata frente a Susana Díaz, no contempla de momento dar el paso al frente.

El PP celebra un congreso en calma

Sea por aciertos propios o por agotamiento de sus rivales internos, hay una conclusión que parece clara en el PP: quienes en el pasado amenazaron con hacer sombra a Rajoy han sufrido un continuo desgaste y tienen sus filas muy mermadas, y el presidente del Gobierno, tras casi un año de mandato en funciones y después de muchos meses escuchando voces que le sugerían o pedían que se hiciera a un lado para favorecer la formación de un Ejecutivo, tiene ahora el panorama despejado en casa para asegurarse por lo menos cuatro años más al frente del partido y 137 escaños en el Congreso, muy lejos de los 186 de la mayoría absoluta del 2011, sí, pero también 52 más que la segunda fuerza, el PSOE, y 14 más que sólo hace un año, cuando obtuvo 123 en los comicios del 20-D.

Precisamente en el aniversario de esas elecciones, el 20 de diciembre, el expresidente del Gobierno y presidente de FAES, José María Aznar, comunicó que renunciaba a la Presidencia de honor del PP. Lo hizo a las puertas del XVIII Congreso Nacional del partido –10, 11 y 12 de febrero–, donde Rajoy no tendrá problemas para revalidar su cargo. Lleva ocho años al frente del partido y quiere seguir al menos otros cuatro. ¿Acaso alguien puede hacerle sombra ahora? Tras la salida de Aznar, el aznarismo en el PP está terminado. El aguirrismo atraviesa sus horas más bajas por el desgaste acelerado de la lideresa que le da nombre, hoy portavoz en el Ayuntamiento de Madrid. Y quienes confiaban en Alberto Ruiz-Gallardón para liderar el PP comenzaron a disolverse tan pronto como dejó el Ministerio de Justicia por discrepancias en la ley del aborto.

El PP, además, sigue descartando la posibilidad de elegir a sus líderes en primarias y mantiene la apuesta por un sistema basado en los compromisarios, aunque la propuesta de la dirección nacional del partido de cara al cónclave de febrero contempla un sistema de elección del líder a "doble vuelta". Si hubiera más de un candidato, habría dos urnas: en la primera, los militantes que hubieran manifestado previamente su deseo de participar en el proceso votarían al presidente del partido. En la segunda, a los compromisarios. Los candidatos a líder con más de un 10% de votos pasarán a una segunda vuelta y, ahí sí, elegirían únicamente los compromisarios.

Está por ver si esta propuesta finalmente se aprueba y se pone en práctica, como también falta saber si Rajoy mantiene María Dolores de Cospedal como secretaria general del PP –es además líder del partido en Castilla-La Mancha y ministra de Defensa–, una decisión clave en el pulso por el poder que esta mantiene con la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.

Iglesias y Errejón se ven las caras en Vistalegre II

El final de 2016 ha sido más agitado de lo previsto para el partido morado, pues las discrepancias entre el sector del secretario general, Pablo Iglesias, y su número dos, Íñigo Errejón, han quedado más patentes que nunca. El propio Iglesias admitió en una entrevista con infoLibre que estaba obligado a buscar la unidad y evitar que Podemos siga dando "la peor imagen de su historia", y aunque ambos sectores descartan el riesgo de escisión tras Vistalegre II, ninguno esconde que llegan a esa cita con diferencias notables en al menos cuatro cuestiones: el tono con el que expresan sus planteamientos políticos, la relación que debe mantener Podemos con Izquierda Unida, la actitud frente al PSOE y el modo de hacer oposición parlamentaria y el modelo organizativo de Podemos.

Así, por ejemplo, Iglesias se ha mostrado partidario de movilizar a la "clase obrera" que aún no les vota, mientras que Errejón ha propuesto abrirse a los sectores que tradicionalmente han votado a opciones como el PSOE. El secretario general ha apostado por profundizar la unión con IU y por hacer visible una oposición frontal a los socialistas, en tanto que su número dos ha rechazado reiteradamente cualquier clase de "fusión" con la federación de Alberto Garzón y ha pedido no "obsesionarse" con los ataques al PSOE. Y, finalmente, está la confrontación por el modelo organizativo del partido. En ese terreno, la primera batalla la ganó Iglesias al imponerse en la consulta a los inscritos sobre cuál debía ser el sistema de votación en Vistalegre II, pero lo hizo por un margen muy estrecho –poco más de 2.000 votos– que demuestra que las fuerzas están ajustadas.

El malestar interno ha quedado igualmente patente a raíz de la destitución del hasta ahora portavoz en la Asamblea de Madrid, José Manuel López del sector errejonista y que en las primarias de noviembre a la dirección del partido en la Comunidad de Madrid apoyó a Rita Maestre, portavoz en el Ayuntamiento de la capital. Maestre fue derrotada por Ramón Espinar, afín a Pablo Iglesias, y éste promovió el relevo de López, que fue ratificado por el grupo parlamentario en una ajustada votación –14 votos contra 13– este miércoles.

Esa maniobra provocó críticas de los errejonistas: errejonistasel propio López vinculó el cese a su apoyo a Maestre y censuró las formas de la operación, mientras que Íñigo Errejón señaló que ese "no es el camino" que debe seguir Podemos. Los afines a Pablo Iglesias respondieron a esas críticas acusando al círculo del número dos de dividir Podemos por su apoyo a López, y pusieron en marcha una campaña en Twitter con la etiqueta #ÍñigoAsíNo.

Rivera: más de 10 años al frente de C's

Aunque su salto a la política de ámbito nacional es reciente –Ciudadanos no comenzó a expandirse seriamente hasta pasadas las europeas de 2014–, Rivera no es ningún novato al frente del partido: fue elegido presidente en el congreso fundacional del 9 de julio de 2006 y lleva desde entonces liderando la formación naranja. Y, salvo sorpresa mayúscula, el próximo 4 de febrero conseguirá revalidar su cargo sin sobresaltos en la Asamblea General. La formación emplea un sistema de primarias para la elección de su presidente, mientras que la ejecutiva se vota a través de listas cerradas y bloqueadas. Por último, la elección de la Comisión de Garantías y del Consejo General –máximo órgano en Ciudadanos entre asambleas generales– la realizan compromisarios.

Precisamente este último órgano aprobó en su reunión del pasado 17 de diciembre con un 88% de votos a favor una modificación de los estatutos y dio luz verde al borrador del nuevo ideario del partido, que se aprobará definitivamente en el cónclave de febrero y que, a propuesta de Rivera, suprime las apelaciones a la socialdemocracia. El texto, hasta la fecha, señalaba que el partido se nutría "del liberalismo progresista y del socialismo democrático", y que en su origen respondía a la necesidad de llenar "el vacío de representación que existía en el espacio electoral de centro-izquierda no nacionalista". Ahora, en cambio y a propuesta del presidente de la formación naranja, define a Ciudadanos como "constitucionalista, liberal, demócrata y progresista".

Además de la polémica interna que han suscitado esos cambios, en las últimas semanas la habitual calma del partido se ha visto sacudida por varios incendios internos, como las acusaciones de moderación en el discurso antinacionalista efectuadas por el sector que encabeza la eurodiputada Carolina Punset: "No es que crea que se está relajando ese discurso, sino que lo sé", aseguró en declaraciones a infoLibre a principios de diciembre.

Ciudadanos también ha tenido que hacer frente al pago de 150.000 euros a la exjefa de prensa de Rivera para parar una denuncia por presunto acoso laboral: la trabajadora, Inma Lucas, denunció la existencia de una "estrategia conjunta" de Rivera, José Manuel Villegas –vicesecretario general– y Fernando de Páramo –secretario general– para humillarla y degradarla "profesional y laboralmente". El partido aceptó ese acuerdo para no ir a juicio. Por último, el colectivo TranC'sParencia, integrado por militantes de Ciudadanos, ha denunciado reiteradamente la falta de democracia interna en el partido y de cara a la Asamblea General de febrero.

El 'procés' sigue adelante

Mientras los partidos de ámbito estatal se centran en sus procesos congresuales, la política catalana discurre por sus propios senderos, con el foco puesto en la posibilidad de una nueva consulta sobre la independencia. El pasado 6 de octubre el Parlament de Cataluña aprobó –con el apoyo de Junts pel Sí y la CUP, y con la abstención de Catalunya Sí que es Pot– una serie de resoluciones soberanistas que detallaban que ese nuevo referéndum debería producirse "como muy tarde" en septiembre de 2017, con o sin el aval del Estado. El pasado 14 de diciembre el Tribunal Constitucional suspendió esa hoja de ruta –en principio por cinco meses–, pero los impulsores de la consulta quieren seguir adelante. 

Así, el pasado 23 de diciembre el president Puigdemont convocó una cumbre por el referéndum a la que asistieron tanto representantes de partidos políticos como de sindicatos y entidades sociales que defienden la independencia de Cataluña. Puigdemont propuso en el transcurso de esa cita crear un Comité Ejecutivo encabezado por el exdiputado en el Parlament y exmilitante del PSC Joan Ignasi Elena, cuya función sea recoger apoyos para lograr un referéndum pactado con el Estado. En ese órgano también habrá representantes de ICV, CiU y ERC, pues el objetivo es simbolizar que existe una mayoría social favorable a la consulta.

Esa reunión se produjo después de la ya citada suspensión del Constitucional y de que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña fijara la fecha del juicio por la consulta soberanista del 9 de noviembre de 2014 contra el expresidente Artur Mas y las exconselleras Irene Rigau y Joana Ortega. Las vistan tendrán lugar del 6 al 10 de febrero.

Así pues, al margen de las iniciativas que promuevan las fuerzas independentistas catalanas hay al menos otras dos incógnitas en torno al avance del procésprocés: el frente judicial, donde se acumulan ya un sinnúmero de desencuentros entre el TC y los partidos catalanes; y el político, en el que el Ejecutivo central ha prometido reducir la litigiosidad con la Generalitat y abrir una etapa de mayor diálogo. Hasta ahora se han producido gestos como el nombramiento de un delegado del Gobierno en Cataluña bien visto incluso por las fuerzas independentistas –Enric Millo– y la apertura de un despacho de la vicepresidenta en la Delegación en Barcelona, aunque no hay frutos concretos que den muestra de ese posible entendimiento.

Un año sin elecciones... con permiso de Rajoy

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¿Después de las del 20D y el 26J, puede haber unas terceras elecciones generales en 2017? Rajoy no podrá convocar de nuevo a los ciudadanos a las urnas inmediatamente, pero sí tiene esa posibilidad a partir del 3 de mayo, cuando se cumple un año de la última disolución de las Cortes Generales, plazo mínimo que marca el artículo 115 de la Constitución. En una reunión a puerta cerrada esta semana, el líder conservador trasladó a los suyos que deben seguir trabajando por una legislatura "larga" y lo más "colaborativa" posible, pero tampoco descarta por completo esta posibilidad. La clave es saber si los Presupuestos Generales del Estado pueden salir adelante.

En principio, el PP cree que el PSOE acabará entrando a negociar las cuentas, por más que sus dirigentes hayan expresado que votarán no a los presupuestos. Los conservadores estarían encantados con esa posibilidad, porque podría acabar representando una suerte de gran coalición en la sombra con los socialistas, cuyo electorado no vería con buenos ojos un pacto explícito con los conservadores, pero que atraviesan una complicada situación interna y a los que pueden presionar con jugar precisamente la carta de las elecciones anticipadas si obstaculizan en el Congreso que las cuentas de 2017, la ley más importante en este arranque de legislatura, salga adelante.

 

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