Memoria histórica

Bernabé Serrano descansará con su familia 79 años después de ser asesinado por pedir lo que era suyo

Un descuido recopilado en un libro de historia permite a Bernabé reencontrase con su familia 79 años después de su muerte

"Reclamó lo que le correspondía”, resume su nieto Miguel. Y en aquellos tiempos eso era razón suficiente para que te pegaran un tiro. Se llamaba Bernabé Serrano Ruiz y el 1 de noviembre de 1936 fue fusilado contra la tapia del cementerio de la localidad aragonesa de Velilla del Jiloca, en la comarca de Calatayud, siguiendo las instrucciones de los terratenientes para los que trabajaba. Tenía 50 años y nunca se había significado política ni sindicalmente.

Ahora, 79 años después de aquel asesinato, sin ayuda del Gobierno, que desde hace casi cuatro años no concede ni un euro para ninguna iniciativa relacionada con la recuperación de la memoria histórica, y gracias a la solidaridad de la gente que contribuyó con su dinero para financiar la búsqueda, los decendientes de Bernabé han dado con sus huesos.

“Todo lo que conocemos sobre la historia de mi abuelo es a través de mi madre, su hija pequeña, que tenía ocho meses de vida entonces y ni siquiera pudo conocerle” relata a infoLibre Miguel Gimeno, nieto de Bernabé. “Él era un peón agrícola y mi tío (su hijo), que había recibido educación, se dio cuenta de que le estaban quitando parte del salario. Los problemas empezaron cuando reclamó lo que le correspondía”, porque en realidad Bernabé “no tuvo ninguna participación en la guerra, ni había pegado un tiro en su vida. Pero entonces sólo levantar la voz te convertía en un objetivo".

Aragón fue una de las regiones que se partieron tras la sublevación militar de 1936, que triunfó en las capitales de provincia mientras grandes áreas rurales continuaban bajo la jurisdicción de la república.

En medio de ese conflicto se encontraba la pequeña localidad zaragozana de Fuentes del Jiloca, en la comarca de Calatayud, y ajeno a él, Bernabé Serrano. Un trabajador del campo sin inclinaciones políticas ni formación pero con el coraje suficiente como para exigirle al propietario de la tierra el pago acordado por el jornal. En una época de inquebrantables diferencias sociales y alta jerarquización, pedir lo que era suyo fue razón suficiente para trasladarle contra su voluntad hasta la tapia del cementerio de municipio de Velilla del Jiloca, y arrebatarle la vida.

El asesinarto de Bernabé dejó en la penuria económica a Gregoria, su viuda, que vio obligada a desplazarse a Zaragoza para intentar ganarse la vida y sacar adelante a sus hijos. “Mi abuela tuvo que salir del pueblo y se vino a Zaragoza con los hijos que tenía pasando muchas calamidades. Trabajaba cosiendo camisas, haciendo pan… Cualquier cosa con tal de poder sacar adelante a su familia”.

Sumado a todo ello tuvo que soportar impotente cómo un año después le expropiaban su casa y sus tierras de Fuentes del Jiloca. “Se encontraron con la casa ocupada por otra gente cuando fueron a pagar la contribución y no les dejaron hacer nada, la ciudad se había convertido en su única salida”, confiesa Miguel.

En busca de los restos

Otro de los nietos de Bernabé, Francis, siguió insistiendo en la necesidad de localizar la fosa en la que yacían los restos de su padre. Su curiosidad le llevo a encontrar una pista en Víctimas de la guerra civil, una obra del historiador aragonés Julian Casanova: el nombre de su abuelo había sido registrado por la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica (Arico) como víctima por fusilamiento en Zaragoza. No fue allí donde murió, pero así constaba en los archivos oficiales después de que su viuda Gregoria fuese a pedir ayuda social En Zaragoza para ella y sus tres hijos. “Al declarar su condición de viuda, mi abuelo fue registrado por error como fallecido en la guerra en el cementerio de Torrero (Zaragoza)", relata Miguel. El libro de Julian Casanova "nos dio la oportunidad de saber por dónde empezar” a buscar.

Una exhumación por 'crowdfunding'

Una vez Miguel y Francis se pusieron en contacto con las asociaciones de víctimas y estas aceptaron el reto, el único obstáculo era conseguir el dinero necesario para afrontar la búsqueda. Sin ayuda del Gobierno de Mariano Rajoy, alérgico a financiar nada relacionado con la recuperación de la memoria históricael presidente de Arico, Miguel Ángel Capapé, recordó cómo en ocasiones anteriores había recaudado fondos a través del crowdfunding. La familia dio el visto bueno y con la colaboración de Francisco Javier Ruiz, arqueólogo y presidente de la asociación Charata, puso en marcha campaña de recogida de dinero.

“Llevamos varios años sin recibir ni una sola subvención, así que tuvimos que recurrir al crowdfunding para recaudar el dinero necesario para empezar las labores de búsqueda. Ya lo habíamos hecho hace dos años para intentar rescatar unos restos en Sos del Rey Católico, así que sabíamos a lo que nos enfrentábamos”,detalla Miguel Ángel Capapé. 

No fue fácil. Tardaron tres largos años en los que casi 150 personas contribuyeron a la causa, pero en julio alcanzaron la cantidad de 8.000 euros necesaria para llevar a cabo la exhumación. Miguel Gimeno narra con emoción la experiencia: “Es algo digno de lo mejor del ser humano. A modo de ejemplo de lo que esto supone, Miguel Ángel me contó que una abuelita le paró por la calle en el barrio de la Almozara (Zaragoza) para entregarle 10 euros, que no tenía Internet ni sabía cómo hacerlo. Es algo que conmueve. Toda la familia hemos redactado un escrito para entregarle a todos los que pusieron de su parte en la recuperación de los restos de mi abuelo. Era lo menos que podíamos hacer”.

96 horas de trabajo para una eternidad en familia

“Después de una dura tarea de investigación, búsqueda en los archivos y hacer muchas preguntas, teníamos una idea de por dónde empezar, aunque el campo era bastante grande y teníamos que aprovechar el tiempo”, comenta Francisco Javier Ruiz, arqueólogo y presidente de la asociación Charata. “Analizamos las imágenes aéreas norteamericanas, el mapa de fosas comunes que elaboró el Gobierno de Aragón y la información que nos proporcionó el Ayuntamiento de Velilla del Jiloca. Con todo eso supimos, en primer lugar, la localización aproximada de la fosa donde se encontraban los restos, y en segundo lugar, que en el año 1936 ese campo era de secano y que hace 40 años se regaron los terrenos para convertirlos en un frutal, por lo que el terreno se había rebajado unos metros. Con todas esas ideas estuvimos trabajando de sol a sol, durante cuatro días, hasta que por fin encontramos la fosa”. 

El equipo de exhumación momentos después de encontrar los restos de Bernabé

Eran las ocho de la tarde del lunes 27 de julio y todavía había unas cuantas horas de luz, así que el equipo decidió avisar a la familia y llevar a cabo la exhumación. El primero en recibir la noticia fue Miguel, que con gran expectación fue hasta Zaragoza a recoger a su madre para después desplazarse con ella hasta el campo en Velilla del Jiloca. “Seguimos cada día de la exhumación con mucha atención. En cuanto se supo algo me llamaron por teléfono, fui corriendo a por mi madre a la residencia en Zaragoza y pudimos presenciar la exhumación allí mismo. Fue apasionante, estábamos detrás de ello y con muchas ganas y por fin habíamos conseguido encontrar los restos de mi abuelo. De verdad que estábamos emocionados”.

El cementerio de Torrero ya espera a Bernabé

El último paso consiste en cotejar las muestras de ADN, pero tanto los familiares como los profesionales que trabajaron en la exhumación no tienen ninguna duda de que se trata de Bernabé. “Todos en la familia estamos seguros de que es él, pero pronto tendremos noticias de los análisis”, comenta Miguel. Desde el punto de vista técnico, Francisco Javier Ruiz nos explica que “tanto los indicios previos a la excavación, como los testimonios y la edad del fallecido en el momento en el que todo ocurrió hace que no podamos pensar en otra posibilidad. En cualquier caso, en un mes o dos meses podremos conocer los resultados definitivos”.

Ahora la pregunta que se hace todo el mundo es dónde descansará Bernabé. Y la respuesta es fácil. El destino le ha hecho un último regalo permitiéndole tener una placa a su nombre en el mismo cementerio donde descansa su familia.

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“Mi abuela está en el cementerio de Torrero con algunos de sus hijos que fallecieron jóvenes y la idea que teníamos, siempre con la última palabra de mi madre, es traerlo a Zaragoza con su familia".

El error en los registros sobre su fallecimiento ha hecho, además, que el nombre de Bernabé Serrano Ruiz sea uno de los figuran en una placa que rinde homenaje a los fusilados en el cementerio zaragoza de Torrero. "Es una feliz coincidencia”, admite su nieto Miguel.

La placa otorgada a Bernabé Serrano Ruiz como víctima de la Guerra Civil en Zaragoza

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