Activismo LGTBI

El colectivo LGTBI celebra su Orgullo tomando nota del movimiento feminista

Una mujer se fotografía junto a la fachada del Ayuntamiento de Madrid con la bandera LGTBI.

La comunidad LGTBI llega al 28 de junio, Día Internacional del Orgullo LGTBI, en un escenario imposible de obviar: el progresivo avance del movimiento feminista. Las masivas movilizaciones que han ido ganando terreno en las calles –contra la justicia patriarcal o la violencia cotidiana– y en las instituciones –con el Pacto de Estado contra la Violencia de Género o el estudio de la violencia sexual en el Código Penal–, han obligado a plantear una serie de interrogantes respecto a la simbiosis entre dos movimientos tradicionalmente cómplices. Activistas reflexionan para infoLibre sobre los aprendizajes que emanan del éxito feminista como movimiento social en continua expansión y el modo en que el colectivo LGTBI puede escucharlos para recuperar impulso.

"Es cierto que últimamente ha habido una cierta separación de los colectivos". Habla Beatriz Gimeno, activista feminista y por los derechos LGTBI, diputada en la Asamblea de Madrid por Podemos. Gimeno subraya, en conversación telefónica con este diario, que "al final lo que tiene que primar es que, efectivamente, el movimiento de liberación LGTB es posible gracias al feminismo y en este momento debería seguir siendo así". Por tanto, continúa la activista y diputada, "todos los colectivos de ese acrónimo deberían seguir mirando la lucha de las mujeres como imprescindible para su propia liberación".

Si bien es cierto que existen brechas entre ambos –menciona Gimeno el debate respecto a los vientres de alquiler o la prostitución–, todos los asuntos conflictivos "sólo se pueden resolver debatiendo y mirando al movimiento feminista". Los cismas que surgen entre los dos movimientos, no obstante, no son recientes ni espontáneos. Gimeno recuerda que las mujeres se han sentido excluidas del movimiento LGTBI y se menciona a sí misma como ejemplo. "Al principio, en los años sesenta o setenta, sí que muchas lesbianas no vieron dentro del movimiento gay que se reconociera la especificidad de su opresión como mujeres", de manera que "muchas pasaron al movimiento feminista". En aquellos años, eran "muchísimas las lesbianas que participaban en el movimiento feminista, pero hubo un momento en que sentimos que no nos acogía, porque no visibilizaba la homosexualidad como cuestión". Muchas, asegura, dieron de nuevo un salto o decidieron que "la cuestión del lesbianismo era muy importante" pero ahora "hay de nuevo otra vuelta".

Objetivos y enemigos comunes

Entre divergencias, saltos y brechas, sin embargo, el movimiento feminista y el LGTBI no han perdido de vista los objetivos y "enemigos" que tienen en común. "Los dos movimientos han ido de la mano históricamente", opina Paula Iglesias, responsable de políticas estratégicas de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). Las mujeres lesbianas, dice, han estado y están "muy implicadas por la doble discriminación" que padecen y por eso en un primer momento "lo prioritario era ganar derechos como mujeres para después disfrutar del amor hacia otras mujeres".

En esencia, estima Iglesias, tanto el movimiento LGTBI como el feminista "luchan contra una sociedad machista y heteropatriarcal que oprime a todos y todas". Es una cuestión de derechos humanos, estima. "Aunque hay causas concretas en cada uno de los movimientos por circunstancias concretas, al final vamos de la mano", insiste. También cree Gimeno que las "opresiones que sufren gays y lesbianas tienen que ver con el patriarcado y el binarismo de género, mientras que el sexo está también ligado a los roles de género". Esto, agrega, se encuentra ampliamente teorizado, "otra cosa es lo que cada colectivo considere su reivindicación principal", advierte la activista.

Charo Alises es abogada y activista LGTBI. A su juicio, el patriarcado es un enemigo común y la transfobia, homofobia y bifobia beben todas del machismo. De hecho –apunta a modo de anécdota cargada de simbolismo–, "marica viene de María, así que a través de ese insulto se está estableciendo una comparación con una mujer como si fuera algo inferior". Para Alises resulta incomprensible que una persona LGTBI no sea feminista, aunque admite que "todavía hay dosis importantes de machismo en el colectivo, que se trabajan desde dentro de forma constante".

David Molina, coportavoz de Orgullo Vallekano, lo tiene claro. El impulso feminista "debería servir y mucho, porque está en el mismo marco de lucha contra el cis-hetero patriarcado, un enemigo del que incluso es víctima un hombre heterosexual con pluma, y que hace daño al 100% de la población". Molina espera que "este auge de lucha feminista, que ha sido impresionante, sirva de lección". En este sentido, cree que "para los críticos sí vale de apoyo" y su deseo es que "les sirva también de reflexión a los oficialistas".

Recuperar la combatividad

Aun con enemigos comunes y objetivos idénticos, la lucha feminista ha ganado en potencia y amplitud. ¿Está el movimiento LGTBI, en comparación, estancado? "No creo que lo esté", estima Alises. "Ha habido una visibilización mayor del movimiento feminista este año y sobre todo una ruptura del tabú sobre el movimiento, que ha sido históricamente demonizado". Una vez "esos complejos se han roto", continúa la activista, "el movimiento se hace fuerte a la hora de blindar los derechos humanos de las mujeres". 

Para la letrada, la comunidad LGTBI trabaja de forma quizá menos visible pero con perseverancia. "Existe una línea constante de lucha y trabajo" que tiene su reflejo en la "aprobación de leyes autonómicas por la igualdad real, que han puesto sobre la mesa la visibilidad de los derechos LGTBI y aquellas carencias que aún persisten".

Precisamente el avance a nivel legislativo, estiman algunos de los activistas consultados, ha templado en cierta manera el carácter combativo del movimiento. "Es cierto que con la aprobación del matrimonio igualitario hay una percepción de que los derechos LGTBI han sido conseguidos", advierte Iglesias. Por ello, estima, desde el movimiento es fundamental "hacer ver que el matrimonio no lo es todo y que sigue habiendo derechos no conquistados" y ese es, precisamente, "el trabajo que se hace desde el colectivo".

También Gimeno coincide en que "hubo un momento de encuentro con las leyes de igualdad y contra la discriminación legal" pero, matiza, una vez "conseguidas también surgen nuevos retos". Por este motivo, agrega, "en el momento en que se consiguen leyes fundamentales, es verdad que el movimiento LGTBI ya no tiene la misma combatividad masiva que tenía antes". Como consecuencia, "se lo come un Orgullo o manifestaciones más comerciales, más ligadas al consumo y al ocio, que desarrollan otros aspectos que tienen que ver con la visibilidad". Las mujeres, señala, han seguido "el camino contrario, después de años en que el movimiento feminista parecía en barbecho, aunque sin llegar a desaparecer nunca". Se produce entonces "un rearme clarísimo del movimiento, algunas hablan de la cuarta ola, debido a la pervivencia y quizá aumento de las violencias machistas".

Molina coincide en que el movimiento LGTBI se ha diluido en cuanto a su nivel de exigencia, mientras que con el feminista, que ha realizado "un trabajo de pico y pala y desde la base", ha ocurrido lo contrario. Por otro lado, añade, "las estrategias de cooptación de partidos políticos muy reformistas, como el PSOE, en el movimiento feminista han fallado y sin embargo en el LGTBI se han mantenido". Unido a ello, entiende el activista, existe un elemento más, y es que "los gobiernos socioliberales necesitan, para diferenciarse de la derecha, explotar este tipo de luchas, crear conflictos culturales, porque en el plano laboral, territorial y económico son lo mismo".

El reto ahora, estima el activista, para ambos movimientos es que "esto no caiga dentro del campo liberal, que los derechos para mujeres y personas LGTBI no dependan de su nivel adquisitivo y sociolaboral". Por ello, agrega, "si no se reforma la estructura económica, al final estamos ante leyes y derechos adquiridos en el marco liberal que solamente son ejercidos en la medida en que tienes dinero para pagártelos".

Llamada global

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Ocurre, por otro lado, que el movimiento feminista ha logrado interpelar a una parte muy amplia de la sociedad, sin distinciones. Con el movimiento LGTBI "hace tiempo se hablaba del contagio del estigma: no es lo mismo que un hombre se movilice por los derechos de las mujeres, porque sigue siendo hombre, a que lo haga por los derechos LGTBI", explica Iglesias. Ahora, añade, dicha percepción se va perdiendo poco a poco y cada vez más "la gente puede vivir su sexualidad o identidad de género más libremente, mientras que la gente que no pertenece al colectivo entiende que esto es una cuestión de todos y todas".

También David Molina considera que, si bien no se ha producido al mismo nivel, el calado del movimiento LGTBI en la sociedad es importante. La ley por el matrimonio igualitario, además de tener un efecto material, lo tuvo también "simbólico y social que ha contribuido a legitimar mucho la aceptación de la homosexualidad en muchas capas sociales".

Beatriz Gimeno, por su parte, recuerda que las mujeres son "la mitad más uno de la humanidad, y esto que parece una obviedad, hasta hace poco no estaba tan claro". Existe, en este escenario un amplio abanico que se puede sentir interpelado por el movimiento feminista, también hombres. "Porque el feminismo interpela a las masculinidades también", agrega. En este sentido, la llamada está dirigida al sujeto político, es decir, a las mujeres, y al objeto de sus exigencias, es decir, los hombres. En la cuestión LGTBI, sin embargo, "mucha más gente puede sentir que no les afecta, en un sentido psicológico". Pese a ello, coinciden los activistas consultados, ambos movimientos tienen en común la necesidad de poner sobre la mesa una cuestión clave: el respeto a los derechos humanos. Algo que, indiscutiblemente, "afecta a todos y todas".

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